Ana Rivero, la mujer que oyó los secretos del poder durante 50 años: de Franco a la princesa Leonor
Ana Rivero fue taquígrafa del Congreso durante 50 años
En su libro Luz y taquígrafa narra la evolución de la sociedad española
A sus 70 años, reflexiona sobre la importancia del compromiso ciudadano y lamenta el desinterés de los jóvenes por la política


Pocas personas pueden presumir de haber sido testigos directos de medio siglo de historia política española desde una posición tan discreta como esencial. Ana Rivero, taquígrafa del Congreso de los Diputados durante 50 años, ha sido una observadora privilegiada de los acontecimientos más relevantes de la historia reciente de España: el final de la dictadura, la llegada de la democracia, el intento de golpe de Estado del 23-F, las proclamaciones de dos Reyes y, más recientemente, las sesiones parlamentarias durante la pandemia de coronavirus. Su vida profesional es, en cierto modo, un reflejo de la evolución del propio país, y así lo plasma en su libro Luz y taquígrafa, una obra que, en palabras de la autora, «no es política ni jurídica, sino el relato de la evolución de la sociedad española desde el punto de vista de una mujer»
Con solo 21 años, Ana Rivero comenzó su trayectoria en el Congreso el 11 de mayo de 1975, apenas unos meses antes de la muerte de Franco. Era un Parlamento muy distinto al actual: el 98% de los presentes eran hombres, el ambiente estaba marcado por la rigidez de las costumbres y las normas no escritas imponían límites especialmente estrictos a las mujeres. «Nos prohibían llevar pantalones vaqueros y una vez me llamaron la atención por llevar un escote discreto», recordaba entre risas. En aquel entonces, ser taquígrafa no era solo una cuestión de habilidad técnica -capaz de escribir hasta 190 palabras por minuto-, sino también de resistencia, paciencia y disciplina.
Ver esta publicación en Instagram
Su carrera la llevó a ser testigo de infinidad de episodios que hoy forman parte de la memoria colectiva del país. Desde las discusiones sobre la Ley para la Reforma Política en la que, según recuerda, no se escuchó un solo insulto, sino aplausos, hasta protestas en el hemiciclo como la de un grupo de mujeres contra las restricciones al aborto impulsadas por Alberto Ruiz Gallardón, que «acabaron montando un follón de mil demonios». También vivió intentos de manipulación del diario de sesiones por parte de algún ministro -que años más tarde acabaría en prisión-, y episodios tan humanos como las confidencias de un joven Felipe de Borbón, de apenas siete años, a quien describía como «un niño muy cotilla que se aburría entre tantos adultos serios».
Pero, sin duda, el momento más dramático de su carrera fue el 23 de febrero de 1981. Aquel día, Ana Rivero acudió a su puesto sin sospechar que el intento de golpe de Estado marcaría la historia del país. «Me encontré con un guardia civil que me impidió el paso y me dijo que si entraba, no saldría. Me aseguraron que había etarras en las tribunas», rememora. Minutos después, los disparos resonaron en el Congreso. «Lo primero que pensé fue que a mis tres compañeros los habían matado», confiesa con la emoción aún presente.
Ana Rivero en ‘La Revuelta’. (Foto: RTVE)
A lo largo de su carrera, Rivero ha transcrito las palabras de 17.500 diputados, ha trabajado bajo siete presidentes del Gobierno y ha sido testigo de quince legislaturas. «He estado con dos Reyes, con la jura de la princesa Leonor, y he visto cambiar el país de blanco y negro a color», afirma con orgullo. De los años en que las mujeres eran una excepción en el hemiciclo -«habría seis o siete en total»- a la actualidad, donde el Congreso muestra una diversidad y una representación impensables décadas atrás. «Antes destacaban solo la estatua de Isabel la Católica y yo, porque las demás iban vestidas con discreción. Ahora es todo lo contrario», celebra.
Su libro Luz y taquígrafa no es solo una crónica profesional, sino un testimonio humano de cómo España ha ido transformándose, tanto en lo político como en lo social. A través de sus recuerdos, Rivero ofrece una mirada única sobre el poder, la ética y el papel de las mujeres en espacios históricamente dominados por hombres. En él no hay grandes teorías ni juicios de valor, sino la sensibilidad de quien ha aprendido a escuchar sin intervenir, a observar sin juzgar.