Golpe a golpe. Dentro y fuera. Vivo, muerto. Así cayó el campeón real en la noche de Madrid. Pura agonía. Desangrado y esperanzado a partes iguales durante más de dos horas de lucha. La de siempre. Porque lo de sufrir, resistir a contracorriente, se conoce bien desde ambas orillas del río. Otra cosa es hacerlo hasta el final.
Cadena de favores
Tres combates. Tres peleas. La de Liga, para el Cholo, la Supercopa, para Carletto y ahora la Copa del Rey. Batallas todas con un guión distinto. La última, la de su Majestad era la elegida por el Atlético desde el sorteo. Por todos los rojiblancos.
El escenario
Desde 2019 no disputaban una eliminatoria del KO en casa. Bien por el nuevo formato a partido único o por culpa de caer precisamente de un único golpe en el primer partido que le tocaba jugar fuera de su fortaleza. Adiós a las primeras de cambio. Su afición no los vería en Copa esa temporada. Hasta anoche. Y este año lo deseaban más que nunca. Porque era el Madrid tras la Supercopa, porque era la Copa, tal y como están en Liga (yo no los descartaría), porque en Liga es donde no ceden ni conceden nada a sus rivales y menos al Madrid… y allí, en el Metropolitano.
La estrategia
Ya tenemos el primero de esa enigmática cadena de favores de un cruce visceral. Pero al Cholo guerrero de coraje y corazón le falta que su campo de batalla luzca cercano a la épica. Para su particular Batalla de Agincourt por la Corona necesitaba barro, cuanto más mejor, bronca y desorden, como ocurrió entre ingleses y franceses, además de la daga letal del galo Griezmann.
El segundo eslabón de la cadena de la victoria se iba soldando falta a falta, tarjet(it)a a tarjet(it)a, corte a corte… en el fango infinito. Para el Mariscal Simeone era un tapiz medieval perfecto con el acero de hombres de armas, yelmos, mazas, bestias por caballos enterradas en busca de que un sólo reino llamado Metropolitano fuese el que perdurara, el suyo.
La intención fue no dejar espacio para maniobrar a las tropas del Almirante Carletto, que su caballería pesada: Bellingham, Valverde, Vinicius no arrasara a la carga y de lejos como hizo contra los de Xavi… Pero por encima de eso que no pasara nada, que no corriese el tiempo, que no fluyese el juego. Sabía de la amenazante ofensiva blanca y de hecho lo comprobó con el trallazo de Bellingham pegado a la escuadra y con otra lanzada de Vinicius que se incrustó en el escudo de Oblak… Son los primeros 22 minutos de combate. Y hay que pararlo. Hasta el 37 no llega otro flechazo de Valverde que encaja el blindaje del gigante esloveno y justo después… el tercer favor de la cadena.
Los errores
Lino vuelve a ser un 2 en 1. Ese tipo de piezas que multiplican su valor en el tablero. Que alteran las reglas del juego con sus movimientos. Simplemente por dos razones: Inteligencia táctica, entienden el juego, y concentración. Carrilero, lateral reconvertido, en realidad es atacante y como tal, Lino sabe buscar la debilidad a la espalda de la defensa. Sobre todo al segundo palo. Rüdiger catapulta el balón hacia atrás y Lunin vacila en la salida. Será el primero de sus dos errores/favores de la refriega. Pero sólo lo hacen los que están sobre el campo… ya se sabe. Otras veces centinela, anoche era gelatina en estos balones, muy similares ambos, uno de Camavinga raso, el del segundo gol, otro, este que supone el primer golpe del Atlético, por alto.
Sin mucha coartada para Lunin, porque con un poco de decisión y confianza ninguno podría haberse considerado cesión si el ucraniano hubiera atacado el balón con anticipación y algo de audacia pero poco hay que reprocharle a Lunin esta gran temporada, por cierto. Pecados de juventud que diría Ancelotti. Sus dudas de anoche provocan que para cuando quiere ir al balón no se coloque como debe y sabe y entregue toda la ventaja al atacante. Un explorador de espacios tipo Samuel Lino. Y de los buenos. De los que nunca esperan el fallo del rival. Simplemente lo saben, saben que va a suceder.
Ellos están para cuando ocurre. Como los pescadores cuando lanzan la caña durante horas. Grandes depredadores como Van Nistelrooy pensaban que de cada cien posibles rechaces del portero había que acudir a los cien. No podías elegir porque esa era la única manera de no fallar, de acertar siempre con el error del rival. Porque a veces, eso es el éxito, cuando el error se convierte en acierto y se esconde en lugares tan increíbles como el de anoche.
Un pase a cuartos con tres cantadas de los arqueros, la mitad de los goles, dos tiros a la madera del Madrid y 120 minutos de fallos, también arbitrales, y favores en cadena.