¿Por qué a los árbitros de fútbol se les llama también trencillas?
Los árbitros de fútbol son los encargados de impartir justicia durante los partidos. Y también son el blanco de todas las iras de los aficionados, sobre todo cuando su equipo no consigue el resultado esperado. Pero hoy en el blog de Curiosidades de OK Diario queremos hablarte de una historia que no tiene nada que ver con el juego en sí. Y es que a los árbitros muchas veces se les llama trencillas. ¿Alguna vez te has parado a pensar por qué? Hoy te la vamos a descubrir…
Para conocer el origen de trencilla como sinónimo de árbitro hay que remontarse a mediados del siglo pasado. Hay dos versiones, pero ambas pertenecen a la época en la que el fútbol era todavía en blanco y negro. Una de ellas apunta a que los árbitros solían ir todos uniformados con una chaqueta muy característica. Una prenda cuyas solapas estaban adornadas con una trencilla. La otra corriente apunta a que los árbitros utilizaban un cordón trenzado (una trencilla) para llevar el silbato colgado al cuello.
Pero, ¿qué significa ‘trencilla’? Según el diccionario de la RAE es “un galón trenzado de seda, algodón o lana, que sirve para adornos de pasamanería, bordados y otras muchas cosas”. Fue esta asociación entre los árbitros y las trencillas que utilizaban (ya sea en la chaqueta o en el cordón del silbato) la que dio lugar a una sinécdoque, una figura retórica mediante la cual se nombra al todo por una parte, que es la verdadera culpable de que a día de hoy a los árbitros se les conozca también como trencillas.
¿Por qué se les llama por sus dos apellidos?
Y ya que hablamos de árbitros, ¿sabes por qué a los españoles se les llama con sus dos apellidos y a los extranjeros no? Hasta finales de los años 60 era habitual que se les nombrara con su primer apellido, pero la aparición en 1970 de un trencilla apellidado Franco (en tiempos en los que el franquismo todavía estaba vigente) lo cambió todo. Después de algunas malas actuaciones la prensa escribió titulares como «Franco es muy malo», “Todos culpan a Franco” o “Franco no vale para nada”. Estos no sentaron nada bien al Caudillo, que ordenó que desde ese momento a todos los árbitros se les llamara por sus dos apellidos. Una costumbre que se ha mantenido hasta nuestros días.
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