La pequeña aldea de la sierra de Málaga que tiene un secreto entre sus cuevas, cascadas y barrancos
Jorox destaca por su cascada pero también por tener un bar "escondido" dentro de una cueva
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Málaga es quizás una de las ciudades más reconocibles de Andalucía, una capital que acapara a muchos turistas, pero al margen del ritmo urbano que se encuentra en la capital, existe otra Málaga mucho más silenciosa, marcada por valles estrechos, aldeas y carreteras que obligan a ir sin prisas. Jorox es uno de esos lugares. Una aldea diminuta, escondida entre barrancos y montañas, que pertenece a Alozaina y que parece vivir completamente al margen del ruido pero que además, esconde un secreto que pocos conocen.
Al entrar en el valle del río Jorox, lo primero que llama la atención es el contraste. Un barranco profundo, áspero, con roca caliza que parece abrirse en canal y, al mismo tiempo, un hilo de huertas verdes que lo recorren con paciencia. No es una estampa habitual en Málaga, ni siquiera en la sierra. Es un paisaje que mezcla fragilidad y fuerza en un mismo golpe de vista. Y quizá por eso sorprende tanto. Quien sube hasta aquí en primavera, cuando el agua baja con ganas, entiende enseguida por qué este valle se ha convertido en uno de los rincones más fotografiados de la zona. Pero Jorox guarda como decimos más secretos de los que se ven desde la carretera. Entre ellos, uno al que pocos se resisten: un bar metido en una cueva, la Venta Rivita, que resume a la perfección el carácter del lugar.
La pequeña aldea de la sierra de Málaga que tiene un secreto
El río Jorox es el que ordena todo. Atraviesa el valle con un agua tan limpia que abastece directamente a Alozaina, y lo hace formando un barranco estrecho que solo se suaviza al llegar a las huertas. Podemos ir en cualquier época del año, pero para entender bien este paisaje conviene visitarlo en primavera, cuando el caudal recupera fuerza y todo parece más vivo. Las travertinas que son esas rocas porosas que se forman con el paso del agua, sostienen un salto de más de veinticinco metros que termina en el Charco de la Caldera. Es la cascada de Jorox, uno de esos lugares que sorprenden porque no encajan del todo con la idea que muchos tienen de Málaga.
En torno a este manantial se desarrolló un sistema de acequias y albercas de origen árabe que distribuía el agua entre los nueve molinos que existieron a lo largo del río. Hoy ya no cumplen su función original, pero varios se conservan en buen estado, casi como un recordatorio de lo que fue la vida rural de la zona. Todo ese entramado hidráulico, discreto y sencillo, sigue formando parte del paisaje y explica por qué las huertas continúan tan verdes, incluso en los meses en los que la sierra se vuelve más áspera.
El contraste es constante: el cañón irregular y oscuro frente a las zonas de cultivo que avanzan hasta el margen del río. Desde la carretera se aprecia bien esa mezcla, un equilibrio extraño pero precioso entre roca y regadío. El entorno, además, está lleno de cuevas, grutas y simas, lo que ha convertido la zona en un pequeño paraíso para espeleólogos y senderistas.