La Amazonia en riesgo de muerte
¿Cuál es el futuro de nuestro planeta? Ya desde el siglo XIX y, sobre todo, en las últimas décadas se han producido numerosos cambios que alertan de su posible muerte. El cambio climático es ya un hecho. La temperatura de la Tierra ha aumentado aproximadamente 0,6°C en el siglo XX y el nivel del mar ha crecido entre 10 y 12 centímetros, a causa de la cada vez mayor temperatura de los océanos.
Este cambio climático, en parte natural, en parte por la destructora mano del hombre que devasta árboles, envuelve el planeta con cemento, vierte plásticos que desembocan en mares y océanos, uniéndose en forma de islas e intoxicando especies marinas, excavamos la tierra, construimos islas artificiales, contaminamos el oxígeno con aerosoles, coches… Así podríamos seguir en una angustiante lista que contribuye al calentamiento global. Los expertos no dejan de alertar sobre los efectos tan perjudícales de este calentamiento. La mayoría de los estudios científicos sitúan la figura del hombre en el centro de esta problemática. Mediciones científicas de la NASA señalan que “el CO2 ha aumentado un 40% desde 1850, antes de la Revolución Industrial, y el metano un 150%”.
Algunos han hecho simulaciones que hacen prever que el hemisferio norte se calentará dos veces más rápido que el hemisferio sur. Si esto ocurre así, el ecuador térmico experimentará un desplazamiento hacia el norte e intensificará las lluvias monzónicas en China, aumentará la descarga del Nilo, volverá más áridas las regiones secas situadas entre los 35 y los 45º de la latitud norte y desplazará la Amazonia hacia el norte.
La Amazonia es un ejemplo de ello. El mayor pulmón del planeta, se encuentra en una situación crítica. Su extensión de 6,7 millones de km2, cubre el 40% del continente sudamericano y genera el 20% del oxígeno en la atmósfera de la Tierra. Pero, en la última década, este bosque tropical ha perdido 649 kilómetros cuadrados de selva nativa, según el Sistema de Alerta de Deforestación del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonía (Imazon). ¿Por qué?
Tenemos que ahondar en dos factores que son los que la están amenazando de muerte:
-La deforestación ilegal a causa del aumento en un 22% de la tala ilegal.
-Y los incendios. El pasado mes junio de 2021 fue el mes con más incendios en la Amazonía de Brasil en 14 años. Brasil concentra el 77% de los incendios registrados en todo el territorio amazónico.
La mayoría de estos incendios han sido provocados por acaparadores de tierras y ganaderos salvajes para levantar en esas tierras, empresas agrícolas lucrativas. Lo más común es que muchas de esas tierras se dediquen para la expansión de la ganadería, el cultivo de soja y la creación de pastos para la ganadería.
Indígenas y ribereños viven su día a día con amenazas de incendios e invasiones, viendo como sus árboles van desapareciendo. Como consecuencia de ello, ya en 2016, el Fondo Mundial para la Naturaleza reveló en un informe que desde el año 2000 las precipitaciones en la selva amazónica han disminuido un 69%.
¿Pero cuál es la causa de esta bajada en el número de lluvias? La pérdida de árboles a causa de la deforestación y el cambio climático.
Siguiendo ese panorama, un grupo de más de 100 especialistas evaluó el impacto del calentamiento global en miles de especies de árboles en la Amazonia. La conclusión a la que se llegó es que las selvas tropicales son muy sensibles a los cambios que afectan las lluvias durante períodos prolongados y este fenómeno climático está alterando la composición de los árboles.
De las más de 60.000 especies vegetales, muchas no se pueden adaptar lo suficientemente rápido a las modificaciones ambientales fruto del cambio climático. Si la lluvia cae por debajo de cierto umbral, las áreas pueden cambiar a un estado de sabana. Como ejemplo, las especies propias de ambientes húmedos mueren con mayor frecuencia debido a las sequías, mientras que las especies más resistentes pervive no pueden compensar la pérdida de las otras, así que se produce menos oxígeno, llueve menos y se transforma la zona.
Son numerosas las voces de científicos que nos alertan de manera permanente. Ojalá seamos capaces de reaccionar a tiempo.