¿Y si Kiko Rivera estuviera engañando a su madre?
Isabel Pantoja y Kiko Rivera se han convertido en dos de los personajes más buscados de los últimos días. La entrevista del dj en 'Sábado Deluxe' sacó a relucir algunos aspectos hasta ahora desconocidos de su vida, como una depresión y un distanciamiento con su madre, con quien siempre ha estado muy unido.
Casi no la entendía cuando dijo: “no puedo hablar con mi hijo”. Pronunciaba a golpe de lágrima. Me decidí a marcar el número de teléfono de Isabel Pantoja, horas después de su intervención de este martes en directo en ‘El Programa de Ana Rosa’. Algo no encajaba. Su ataque personal hacia mí no hacía más que desviar su realidad: un serio problema con su hijo Kiko. Pensé que no me contestaría o, peor, que me increparía sin respeto y sin escucharme, como siempre que ha tenido ocasión ha hecho públicamente. He sido muy crítica con la artista, sobre todo, en sus años malayos junto al ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz. Mi llamada no es la de una amiga, sino la de una periodista incómoda que tiene algo que decirle. Me identifico y se derrumba.
¿Es posible que Kiko esté exagerando para dar la entrevista? “No sé qué le pasa a mi hijo”, me contesta. Me lo dice con congoja y la voz entrecortada. Sé que es muy intensa en sus expresiones, que su hablar suele resultar impostado, al menos a mí me lo parece, pero se trata de Kiko, su debilidad desde siempre, el hijo al que siempre se agarra. Algo falla aquí. Y la conversación, difícil en un principio, nada cómoda para ninguna de las 2, pasa del llanto a una confesión inesperada en la que Pantoja confirma mis dudas sobre la veracidad de lo que su hijo contó en su impactante entrevista en ‘Deluxe’. Quien está deprimido un sábado, lo está también 48 horas antes. Su depresión, presunta y en cuarentena.
El testimonio de Kiko Rivera, aunque alarmante, tenía lagunas, en mi opinión, desde el principio. Unos mensajes de presuntas infidelidades a su mujer, Irene Rosales, que llegan oportunos casi a fin de mes y sientan a Kiko en la primera silla del programa para zanjar el asunto, amén de presentar y promocionar su último trabajo discográfico. ‘Deluxe’ ofrecía con éxito el testimonio más buscado en los últimos días y Kiko Rivera recuperaba la atención mediática. No estaba previsto que hablara de depresión ni de baja autoestima ni de encontrarse en el subsuelo, como aseguró. En la ficha previa ni lo mencionó. Muy seguida por la audiencia, la entrevista abría en canal la relación entre madre e hijo.
Minutos antes de contactar con Pantoja, me sitúan a Kiko en una comida en Sevilla, el viernes 16 de octubre, 24 horas antes de la “gran depresión”. “Estaba comiendo en un sitio que hay cerca del puente de Triana con el hijo de Raquel Bollo. No parecía nada triste. Estaba con el móvil, haciéndose fotos. Cuando lo vi la noche siguiente, pensé que era puro guion”, me cuenta quien conoce los detalles de esa comida en Sevilla. Isabel me corrobora el encuentro festivo de ese viernes y explica que le hicieron una videollamada para que viera a la pequeña de Cortés. “Estaban felices, mi hijo estupendamente. Fue entonces cuando me dijo que no vendría a comer al día siguiente con las niñas porque iba al ‘Deluxe’ a zanjar un asunto y a cantar. No, no sé qué le pasa”. Cuenta que últimamente le costaba hablar con él, que se liaba muchas horas con un videojuego y que cuando intentaba hablar estaba ocupado. Eso durante el último mes. “No puedo decir que no tenga una depresión, pero quiero verlo, mirarlo a los ojos y escucharle. Conozco a mi hijo”. Le vuelvo a preguntar por la posibilidad de que su hijo le haya engañado. Se pone seria, hace una larga pausa y me dice: “Cuando lo vea y le mire a los ojos, lo sabré. Se que está sin trabajo, como miles de personas por la pandemia “. ¿Y si te ha engañado?, continúo. “Lo diré. Por eso no viene a verme”. Rivera llegó a Sevilla al día siguiente de la entrevista en Madrid, rechazó hablar con su madre por teléfono y se fue directo a su casa. Le dijo que este lunes y este martes estaría ocupado. Algo sigue sin encajar.
Si es así, si Kiko ha exagerado, si se ha inventado una depresión, sería muy osado con la audiencia y muy cruel con su madre. Entiendo a Isabel más de lo que ella podía pensar. Es cierto que suele ocurrir que las madres, en general, no quieren ver los problemas de sus hijos, y no ayuda nada en absoluto. Que Kiko no está bien salta a la vista; en mi opinión, no es nada nuevo. El haber encontrado, por fin, un oficio que le ha permitido ganarse la vida e iniciar una carrera en la música de hoy, le dio un lugar en el mundo al que le costó llegar. Había pasado mucho tiempo sin prepararse para nada en concreto, apoyado solo en su nombre. Un trabajo y encontrar a una mujer como Irene Rosales en su camino, con la que ha formado una familia, le ha salvado de muchos males, entre otros, de las adicciones que él mismo confesó durante su paso por el reality ‘Gran Hermano Dúo’. Hasta entonces el pilar fue su madre y su apellido. En su testimonio le pide comprensión, abrazos y besos, pero al día siguiente y hasta hoy rechaza sus llamadas. ¿Por qué no queda con ella? Irene tampoco ha contestado a su suegra.
Isabel insiste en negarme que haya problemas entre ellos. Abundo en el trasfondo económico, se enfada, y subraya que siempre que lo ha necesitado ha tenido su ayuda. Demasiados tuits para tanta depre anunciada, demasiado de todo para tanta pena. Me reservo algunas cosas que me cuenta. Quizá la entrevista en ‘Deluxe’ sirva para que afronten los verdaderos problemas familiares que Pantoja niega y que Kiko, de momento, no ha atacado. ¿Será presión y no depresión?