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Nuevo frente abierto para los duques de Sussex. Apenas un mes después del nacimiento de su segunda hija en común, Lilibet Diana, Harry y Meghan se enfrentan a un dilema importante en torno a una de las tradiciones más arraigadas de la familia real: su posible bautizo. Y es que lo habitual en estos casos es que la ceremonia se celebre entre dos y tres meses después del nacimiento. Sin embargo, mientras que en un principio se pensaba que la pareja volvería al Reino Unido en una fecha relativamente cercana que permitiera presentar a los Windsor a la pequeña y celebrar el bautizo, parece que esto no va a ser así.
Las últimas informaciones apuntan a que Harry y Meghan podrían regresar a Londres como muy pronto en el mes de septiembre ya que se estaría preparando un nuevo homenaje a Diana de Gales del que no hay confirmación oficial aún. Al margen de esta posible fecha, se baraja también la Navidad o, como tarde, los actos con motivo del nuevo Jubileo de Isabel II el próximo año.
Sin nada confirmado por parte de fuentes oficiales, todo apunta a que la pareja bautizará a su hija en California, rompiendo con algunas de las tradiciones que hasta ahora han regido en la Casa de Windsor.
No cabe esperar que Harry y Meghan hagan públicos los detalles de esta celebración tan especial, como tampoco que compartan imágenes del evento. Hay que recordar que, cuando se bautizó a Archie, la pareja decidió que se trataría de un acto privado y apenas se distribuyeron algunas imágenes oficiales una vez concluida la celebración. En este caso, la situación podría ser aún más hermética, ya que la pareja ya no es, de facto, miembro de la familia real ni tiene, por tanto, ningún papel institucional por el cual se considere que lo relativo al bautizo de su hija es de interés público.
Aunque en el bautizo de Archie se siguieron algunas normas y tradiciones, los Sussex también marcaron en cierta manera su propio ritmo, lo que generó una importante controversia en el Reino Unido. Harry y Meghan en aquel momento todavía desempeñaban un papel oficial y fueron muchos los que se molestaron porque no se hicieron públicos los detalles de la ceremonia. Se buscó un lugar con total privacidad, no hubo imágenes de la llegada de los invitados y ni siquiera vídeo del bautizo. Una actitud muy diferente a lo que había ocurrido hasta ahora. El secretismo llegó hasta el punto de que los nombres de los padrinos de Archie aún son un misterio. Lo único que se respetó es la réplica del faldón de la época de la reina Victoria que han lucido todos los bebés royal hasta la fecha.
Algo que, de seguir así las cosas, Lilibet Diana no tendrá la oportunidad de llevar. Sin confirmación oficial al respecto, solo cabe esperar a que sean los propios Duques los que revelen que su hija ha sido bautizada y ofrezcan algún tipo de detalles, aunque es más que probable que sea de cara al mes de agosto, cuando se cumplan dos meses de su nacimiento.