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Un joyero español intenta vender una joya robada de la abuela del Rey Juan Carlos

joya abuela Juan Carlos
La Reina Victoria Eugenia en un retrato. / Gtres
  • Lito Reyes
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La Reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan Carlos y madrina de Felipe VI era un gran amante de las joyas. A lo largo de su vida, la esposa de Alfonso XIII logró atesorar una gran cantidad de piezas de gran valor. Algunas de ellas han pasado a formar parte de la Corona, pero otras se repartieron entre sus hijas. Precisamente ella, Victoria Eugenia, incluyó en su testamento una serie de cláusulas en relación a lo que quiso llamar lote de ’joyas de pasar’, que debían transmitirse entre las reinas de España o consortes del titular de la Corona, como fue el caso de la condesa de Barcelona. Piezas que incluían, por ejemplo, la Tiara de las lises, el collar de chatones, las pulseras gemelas, algunos broches o los pendientes de diamantes. Todas ellas se encuentran en este momento en posesión de la Reina Letizia, aunque será la Princesa Leonor la que haga uso de las mismas en el futuro.

Sin embargo, hay otras piezas que la Reina Victoria Eugenia repartió entre sus hijas o que incluso puso a la venta para costear sus gastos en su última etapa en Suiza. Es el caso, por ejemplo, de una excepcional cruz de esmeraldas -valorada en medio millón de euros- que ha reaparecido ahora en Suiza, treinta años después de su desaparición. Al parecer, según se ha publicado, el proceso de recuperación de esta alhaja, que robaron a un primo del Rey Juan Carlos en un viaje en avión, no está siendo nada sencillo.

La cruz en cuestión, de origen colombiano, había pertenecido a varias personalidades de las monarquías inglesa y española, y finalmente acabó en las manos de la nieta de Victoria Eugenia, Olimpia Torlonia. Se trata de una joya que era muy especial para la abuela del Rey Juan Carlos ya que, en torno a 1880 recibió de la emperatriz Eugenia de Montijo la pieza, tal como ha revelado el especialista Pablo Milstein. Al parecer, la alhaja era conocida como ‘Cruz de los Andes’ y antes de llegar a manos de Victoria Eugenia a través de Eugenia de Montijo, fue propiedad de Isabel II y Francisco de Asís, que, presuntamente, la vendieron a la emperatriz durante su exilio. Hay otra versión que dice que fue un regalo del Rey de España a la esposa de Napoleón III por su boda.

En 1937, durante el exilio, la Reina Victoria Eugenia vendió la cruz a Cartier, que la vendió a su vez, a Simón Iturri Patiño suspendida de un collar. No volvió a verse la pieza hasta 1974, en la casa de joyería Van Cleef & Arpels. Según cuenta el experto, se ha dicho que Olimpia Torlonia ha intentado recuperar las joyas que pertenecieron a su familia, es más, se apunta que tras una intensa negociación, Torlonia se hizo con la alhaja y llegó a lucirla.

Los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia. / Gtres

Sin embargo, en el año 1989, en un vuelo de Ginebra a París, a Torlonia le robaron la pieza, que iba en el equipaje facturado y sin asegurar. Aunque presentó la denuncia correspondiente, no se tuvo noticias de la joya hasta 2017, cuando reconoció la cruz en las fotografías de una subasta de Sotheby’s en Ginebra. Aunque intentaron recuperarla, el anuncio fue retirado y Torlonia no dudó en denunciar al vendedor por intento de manipulación de bienes robados, blanqueo de dinero y violación de la ley de transferencia de bienes culturales. Se trataba de un joyero español

Victoria Eugenia

La reina Victoria Eugenia junto a Alfonso XIII en una imagen de archivo. / Gtres

A partir de ese momento se inició un proceso judicial complejo, ya que el joyero descarta que se trate de la misma pieza y asegura que la recibió a través de su padre, de un tallador de piedras que solía vender piedras preciosas. De hecho, admitió que no tenía ningún tipo de justificante que acreditase la compra de la joya. Recientemente, la Sala de lo Penal de Apelación exigió recientemente que la cruz se la quedara su actual poseedor, que la ha tenido durante más de veinte años. El Ministerio Público le acusó de “tentativa de encubrimiento de bienes robados” por haber intentado vender la gema, “que sabía o debía presumir que un tercero había obtenido mediante un delito contra la propiedad, esto es, un robo”. Sin embargo, el demandado respondió que estaba “convencido de que había adquirido la esmeralda por prescripción adquisitiva, lo que en España significa que ‘si tienes algo contigo durante seis años y nadie lo reclama, pasa a ser de tu propiedad’”.

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