Diana y los paparazzi, una historia de amor y devoción
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Una relación de amor-odio que acabó en tragedia. Así fue la historia de Diana de Gales con los paparazzi. Pocos podían imaginar aquel 3 de febrero de 1981 que la mujer de tímida mirada que se presentaba ante ellos como la prometida del heredero a la Corona acabaría convirtiéndose en la reina de corazones. Diana parecía reservada y algo reacia a mostrarse en público; tímida en definitiva. Sin embargo, la joven Princesa pronto comprendería el poder que los medios habrían de tener a lo largo de su vida, un poder que sabría utilizar a su antojo.
El día que Diana se presentó a los medios como futura Princesa de Gales, la joven desprendía una mezcla de inocencia e ilusión que no dejó a nadie indiferente. Aunque tímida y con cierto miedo, Diana era feliz, estaba enamorada y parecía consciente de que su sueño iba a hacerse realidad. Un sueño que, sin embargo, no tardó en romperse. Ella misma confesaría años después a la prensa que ya en la «luna de miel» supo que el suyo fue un matrimonio de conveniencia y que su marido suspiraba de amor por Camila Parker. Un amor que, a la larga, sí triunfó.
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Si durante los primeros años de su matrimonio Diana se limitó a cumplir estoicamente con su papel y a guardarse para sí las amarguras y conflictos que le atormentaban, llegó un momento en que no pudo más. 1992, el «annus horribilis» de la Monarquía Británica, fue también año de la liberación de Diana. A partir de entonces, dejó de ser una «cara bonita» para convertirse en una mujer con carácter y supo ver su propio potencial y el de los medios. Un potencial que sabría aprovechar en su beneficio y en el de las causas que amadrinaba. Gracias a su prestigio y a su papel, Diana dio voz a numerosas causas como la lucha contra el SIDA o las minas antipersona. Los medios siempre seguían sus pasos, estaban allí y ella lo sabía.
Por primera vez dejó de estar callada y concedió una de las entrevistas más desgarradoras que se ha podido ver en televisión. Nunca antes un miembro de la realeza se había atrevido a hablar en público de su vida privada. Una serie de revelaciones en primera persona que demostraron que Diana se había vuelto una maestra en el dominio de los medios de comunicación. Desde el Palacio de Kensington y sin la autorización de la Reina, la ex esposa del príncipe Carlos aseguraba que quería ser «la reina de los corazones del pueblo» y confesaba abiertamente sus problemas de alimentación y las infidelidades de su marido y las suyas propias. Fue su primer acto de rebeldía, pero no sería el último.
A partir de ese momento, la relación de la Princesa con los medios cambió. La entrevista en Kensington supuso un punto de inflexión a todos los niveles. Muchos lo vieron como una traición a la Corona, pero otros tantos se solidarizaron con ella. Dejó de ser la Princesa de Gales para ser Lady Di, con entidad y nombre propio, y supo sacar partido a su relevancia para sus objetivos. Sin embargo, ser un personaje público tiene sus desventajas y a nivel personal le pasó factura, tanto, que a veces llegaba a esconderse en los maleteros de los coches para poder pasar desapercibida.
Mucho se ha especulado sobre el papel, no tanto de los medios, sino de los fotógrafos en el accidente de que causó la muerte a la Princesa. Todavía hoy, 20 años después, continúan elaborándose teorías sobre las causas de su fallecimiento que van desde un trágico accidente a complejas especulaciones que hablan sobre teorías conspiratorias. En los últimos meses, el propio Al Fayed ha asegurado que el Duque de Edimburgo, que acaba de anunciar su retirada de la vida pública, estaría detrás de lo que él considera un «asesinato» en mayúsculas. Sin embargo, todo queda en especulaciones. De lo que no puede dudarse es de que aquella noche del 31 de agosto de 1997 algo hizo que el chófer de Diana y Dodi cambiase su ruta habitual y evidentemente, contaba con la posibilidad de que varios paparazzi estuvieran al acecho. Eso nunca fue una sorpresa.
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Diana dijo en una ocasión que la presión mediática acabaría con ella, pero nunca imaginó que sería en forma de accidente y en las calles de la ciudad del amor. Quien sí criticó abiertamente el papel de los medios en el accidente fue su hermano, el Conde Spencer, quien aseguró que «los directores y propietarios de los medios de comunicación tenían manos manchadas de sangre».
La muerte de Diana supuso un shock a todos los niveles. Un antes y un después para los medios de comunicación. Aunque varios fotógrafos aprovecharon la situación para inmortalizar la agonía de la Princesa, nadie se atrevió a publicar las imágenes. La barrera entre la invasión de la intimidad del personaje, lo lícito y lo ilícito comenzó a cuestionarse de forma más estricta a partir de entonces.
Diana no pudo disfrutar de una segunda oportunidad para ser feliz, ni siquiera tuvo la ocasión de despedirse de sus hijos. Justo cuando parecía que la Princesa empezaba a recuperar la sonrisa, cuando se recuperaba de uno de sus mayores fracasos amorosos, la ruptura del que fue, según muchos, el gran amor de su vida, Hasnat Khan -quien no soportó tampoco la presión mediática- , la mujer más fotografiada del mundo encontró el final de su camino en el Túnel del Alma de París. Los medios la convirtieron en la persona más famosa del mundo y los medios también hicieron de ella una mártir y un icono a todos los niveles. Sin duda, la suya fue mucho más que una relación de amor.