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El 29 de diciembre es un día marcado de manera especial en el calendario de la princesa Carolina de Mónaco. A pesar de que a día de hoy la hermana del príncipe Alberto ejerce un papel de apoyo en Mónaco, hubo un tiempo en el que su presencia era constante en la mayoría de los actos, sobre todo, tras la muerte de la princesa Grace. Más aún, cada uno de los movimientos de la Princesa acaparaba titulares, en Mónaco y en diversas partes del mundo.
De hecho, además de su estilo, su vida amorosa copaba titulares en todas partes. Una vida amorosa intensa, desde la boda con Philippe Junot hasta el enlace con Ernesto de Hannover, pero sobre todo, su etapa con Stefano Casiraghi. Fue sin duda, su romance con el deportista el que más marcó a la hija del príncipe Rainiero. De su boda con él se cumplen 39 años.
Stefano y Carolina se cruzaron por primera vez a comienzos de los 80, pero la chispa surgió en el verano del 83, cuando Francesco Caltagirone organizó un crucero y decidió invitar a sus amigos. Entre ellos estaban la Princesa y el italiano. Según cuentan, en algún punto entre Córcega y Cerdeña ambos olvidaron a sus respectivas parejas. Al terminar el crucero, Carolina rompió con Robertino y Stéfano con su entonces novia. Es más, nada más terminar el viaje, se marcharon a Nueva York, París y Milán. Dos meses después, la pareja se comprometía.
El 29 de diciembre de 1983, seis meses después de conocerse y solo diez días después de anunciar su compromiso se casaban por civil. La boda por iglesia en el rito católico fue imposible por el anterior enlace de Carolina y, por ese mismo motivo, todo un escándalo en su momento. Ni siquiera la propia Grace Kelly consiguió que se anulara el matrimonio de Carolina y Junot.
Al poco tiempo trascendió que los motivos de la precipitada boda no eran otros que la Princesa, cuando se casó, estaba embarazada de su primer hijo, todo un escándalo en su momento. En la boda, Carolina vistió de Christian Dior, una de las firmas fetiche de su madre. Fue un enlace discreto, de perfil bajo, nada que ver con la primera boda de la Princesa con Junot, con más de 800 invitados frente a apenas 30.
Cinco meses después nacía Andrea, al que siguieron Carlota en 1986 y Pierre en 1987. Todos ellos fueron considerados ‘ilegítimos’ para la Iglesia hasta el año 1993, por un decreto de Juan Pablo II. Una felicidad plena que se vio truncada de manera abrupta en 1990 durante una competición off shore, mientras Carolina estaba en París. Poco antes de morir, le había prometido a su mujer que se retiraría de la competición. Nunca pudo cumplir su promesa. Dicen que el dolor fue tan grande para la Princesa, que nunca más ha sido capaz de pronunciar su nombre en público, al menos hasta que su hijo menor, Pierre, ha llamado Stefano a uno de sus hijos, en memoria de su padre.