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Una de las noticias que más titulares ha acaparado en este año que está a punto de terminar es la de la enfermedad que ha mantenido más de seis meses alejada de casa a la princesa Charlene de Mónaco. Después de viajar a Sudáfrica para prestar su imagen a una campaña en contra de la caza furtiva de rinocerontes, la Princesa contraía una infección de las vías altas debido a la cual ha tenido que permanecer en el continente africano varios meses y se ha tenido que someter a una serie de intervenciones.
Su delicado estado de salud ha generado una gran preocupación en todo el mundo y los rumores de crisis de pareja con el príncipe Alberto -con quien celebraba este año diez años de matrimonio- no han cesado a pesar de los esfuerzos de ambos. Charlene regresaba a Mónaco a principios del mes de noviembre, aunque la Princesa no se ha quedado en casa, sino que se encuentra recuperándose en una clínica, ya que, según ha confirmado el propio soberano, su rehabilitación va más allá de lo físico.
Al margen de esta delicada situación, lo cierto es que desde que entrara a formar parte de la familia Grimaldi, los rumores de crisis entre la exnadadora y el Príncipe han sido una constante. Incluso poco antes de la boda, cuando se especuló con que la Princesa se había intentado fugar, o el mismo día del enlace, cuando sus lágrimas muchos las atribuyeron a un sentimiento de tristeza y no de alegría. Detalles que se suman al hecho de que la presencia de Charlene en el Principado no ha sido muy regular a lo largo de los años, mucho menor que la de otras consortes europeas, que tienen una agenda más activa.
A pesar de que puede parecer que la situación de Charlene es excepcional, lo cierto es que en el pasado, en Mónaco ya hubo una princesa que generó bastante polémica. Se trata de Alice Heine, la primera princesa estadounidense de Mónaco, mucho antes de Grace Kelly.
Alice se casó con Alberto I casi siete décadas antes de que la actriz entrara en la vida de Rainiero, pero su historia de amor no tuvo un final tan feliz como el de Grace Kelly.
Alice Heine, procedente de una destacada familia de banqueros alemanes, se quedó viuda a los veintidós años tras la muerte de su primer marido, el duque de Richelieu, antes de conocer a Alberto I a principios de la década de 1880 en Portugal. Casi nueve años después, la pareja se casaba, cuando el padre del Príncipe -que no aprobaba esta unión por ser desigual-, falleció.
Alice se convirtió en princesa consorte de Mónaco y aportó al matrimonio una extensa colección de joyas, dos hijos -Odile y Armand- y una dote de más de seis millones de libras. Fue en París el 30 de octubre de 1889.
En sus primeros años como princesa, Alice adquirió una gran popularidad, gracias también a su olfato en temas económicos, que contribuyó a parte del florecimiento del Principado. Apasionada por las artes, también trajo más teatro y ballet. Sin embargo, a medida que pasaban los años, la pareja se dio cuenta de que la mayoría de sus intereses eran diferentes y no se apoyaban mutuamente. Mientras que Alice le gustaba la música, la danza y la cultura, su marido era un ecologista y oceanógrafo apasionado.
Al final, decidieron hacer vidas separadas e incluso tuvieron aventuras, a pesar de que el Príncipe intentó poner freno a la relación de su esposa con un afamado compositor. Un punto de inflexión que hizo que Alice se marchara de Mónaco y su marido, presuntamente, le prohibió la entrada. En 1902 se separaron oficialmente, pero nunca se divorciaron. El padre de la Princesa intentó que se devolviera parte de la dote, pero la familia Grimaldi se negó.
Alice se estableció de manera definitiva en Londres, donde se codeaba con lo más selecto de la alta sociedad y en 1922 se convirtió en princesa viuda, tras la muerte de su marido. Ella falleció apenas tres años después, en 1925 y fue enterrada en París, en el cementerio Père Lachaise.
La historia de Alice recuerda en parte a la de Charlene. A pesar de que los Príncipes no dudan en dedicarse gestos de cariño a través de las redes y en algunos de los actos en los que participan, la realidad es que la sombra de la sospecha ha estado rodeando al matrimonio desde el anuncio de su compromiso. La Princesa nunca ha sido una presencia constante en Mónaco y sus repetidos viajes la han puesto en el punto de mira, a lo que se suma el hecho de que mientras ha estado en el Principado, solía vivir en un apartamento en las inmediaciones del Palacio.