Paloma Cuevas aparca el plan previsto de marcharse a vivir fuera de España
Paloma Cuevas reflexiona sobre su presente y ha tomado la decisión de posponer cualquier traslado fuera de España. Tras cuatro meses separada oficialmente de su marido, el torero Enrique Ponce, la empresaria se centra en poner en orden su nueva vida.
La separación del matrimonio formado por Enrique Ponce y Paloma Cuevas fue la noticia del verano en la crónica social. Guapos, triunfadores, felices padres y con la vida resuelta, la pareja pasaba por ser icono de la perfección y de feliz matrimonio. Sin embargo, el comunicado hecho público el pasado 6 de julio tumbaba de un solo golpe la imagen idílica de una pareja modelo que llevaba en crisis un tiempo. Fue una sorpresa para la mayoría, excepto para ellos mismos que sabían que su matrimonio no iba bien. La crisis les atrapó en el confinamiento del pasado marzo, cuando en España se decretaba el estado de alarma. Los días en la finca Cetrina, que la pareja posee en la localidad de Navas de San Juan, en Jaén, se volvieron especialmente complicados.
Paloma ya sabía que su marido mantenía una relación con otra mujer. En casa se guardaban las formas. La familia no sabía nada aún. La obligación de vivir bajo el mismo techo, sin posibilidad de salir por las especiales circunstancias sobrevenidas por la crisis sanitaria, precipitaron los hechos. Ella habló con sus padres y les confesó el problema que ocultaba en los últimos meses. La convivencia, lógicamente, se enrareció y mucho. Victoriano Valencia, padre de Paloma y apoderado de Ponce durante años no podía creerlo. Enrique era como un hijo para él; lo adoraba. Saber que todo se había acabado entre su hija y el de Chiva, con el que ha compartido tanto durante años fue un golpe muy duro.
El diestro se marchó de casa en cuanto la desescalada en fases permitió viajar entre comunidades. Dejó su hogar, en esos días instalado en la finca familiar, y se marchó a Almería para emprender una nueva etapa de su vida junto a Ana Soria, la joven de la que llevaba mas de un agosto enamorado. Su matrimonio de 25 años con la mujer de la que un día se enamoró locamente quedaba atrás.
Paloma Cuevas se convirtió entonces en la protagonista silenciosa de una historia que comenzó a publicarse en los medios, cada día con más detalle. Las primeras fotografías de su marido con su nuevo amor, aun casados ellos, no tardaron en publicarse. La nueva pareja vivía un intenso romance y se mostraba abiertamente en público: imágenes en la playa, en barco con los padres de ella, en salidas a restaurantes… Las apariciones en prensa se solapaban con las primeras declaraciones públicas de Ponce, quien pidió respeto para su novia, y con los posts en sus perfiles Instagram en los que derrochaban imágenes y palabras de amor del uno por el otro. El torero y la joven estudiante de Almería se convertían en la pareja del verano. Paloma Cuevas optó por un segundo plano, permanecer en la finca familiar -a excepción de unos días que pasó en agosto en casa de unos íntimos amigos en Sotogrande (Cádiz)- y guardar silencio.
El diestro y su mujer quedaron en pedir la separación y el divorcio de mutuo acuerdo. El inicio del curso trajo a Cuevas de nuevo a Madrid. Comenzaba la vida sin Enrique en el domicilio conyugal. El torero se instalaba en Almería junto su novia. Con vidas separadas, él podría visitar a su familia sin ningún problema. En sus únicas declaraciones públicas, concedidas a la revista ‘¡Hola!’ en cuanto se confirmó la separación, Paloma le deseó lo mejor a su marido, pero ya había comenzado a plantearse un cambio que le alejara del huracán mediático en el que se había visto envuelta inevitablemente. Sus planes pasaban por marcharse este próximo enero fuera de España, matricular a sus hijas en un colegio internacional y pasar un tiempo fuera hasta que los cambios familiares se hubieran normalizado.
La propuesta reiterada de Miranda Rijnsburger, la exmodelo holandesa, mujer del cantante Julio Iglesias, para que se instalara en Miami, fue de las primeras que tuvo en cuenta. Amiga íntima de Paloma, sabía lo mal que lo estaba pasando. Estados Unidos se dibujaba como una buena opción, a 9 horas de vuelo, una ciudad muy cómoda para vivir, buenos colegios, buen clima y una íntima amiga que le arropaba en uno de los momentos más difíciles de su vida. Sin embargo, ahora Paloma ha pospuesto cualquier idea de dejar Madrid y marcharse con su familia a vivir una nueva etapa en su vida. «Su prioridad no es esa este momento», me aseguran desde su entorno. El reclamo mediático ha ido aminorando y está más tranquila. Ha reanudado su día a día en Madrid, pasa fines de semana en la finca y su relación con Enrique sigue siendo buena. Prepara algún proyecto profesional, está muy pendiente de sus padres y, de momento, ha aparcado la idea de trasladarse fuera de España. Quien me detalla cómo está, me explica: «Está centrada en poner orden en su vida. Solo queda firmar el divorcio para luego tomar nuevas decisiones». Lógico.