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Corría la década de los setenta cuando Julio Iglesias (79), que ya había ganado popularidad por representar a España en el certamen de Eurovisión con Gwendoline, posaba por primera vez sus ojos sobre los de Isabel Preysler (72). Fue durante una fiesta donde se homenajeada a la bailaora gitana de flamenco española, Manuela Vargas. «Muchos días a solas me pregunto qué es lo que me atrajo de Isabel. Yo diría que un algo de misterio ese tono enigmático que aun no ha perdido y no va a perder nunca. Ese aire tan oriental que me cautivó, pero no fue un flechazo, fue un toque de fascinación. Tenía mucha clase, era distinta», expresó en una entrevista para una conocida revista.
Aquella noche el padre de Enrique Iglesias (47) no consiguió nada (o casi) nada de la socialité. Sí lo hizo no obstante apenas unos días después. El truhán y señor consiguió el teléfono de Isabel y tras ello, ambos acordaron una primera cita en un concierto de Juan Ignacio Pardo Suárez, conocido artísticamente como Juan Pardo (80).
Desde entonces, la suya fue una de las relaciones más consagradas de la crónica social que avanzó a pasos agigantados. Tanto, que apenas siete meses después de oficializar su noviazgo, Isabel Preysler y Julio Iglesias se dieron el Sí, quiero en una ceremonia por el rito católico que tuvo lugar en Illescas, en Toledo y que resultó ser, en palabras de la hispanofilipina, «un mare magnum en el que le era difícil al sacerdote oficiar la ceremonia y a nosotros encontrar con la mirada a familiares y amigos».
Varias semanas después del enlace, se supo que el matrimonio estaba esperando su primer hijo en común: Chábeli Iglesias (51). En 1973, nació su segundo hijo, Julio José Iglesias, conocido como Julio Iglesias Jr. (50) y, tan solo dos años más tarde, en 1975, nació su tercer hijo en común, Enrique Iglesias.
Su separación llegó casi tres años después, en medio de numerosos rumores de infidelidad por parte del cantante, el 22 de julio de 1978 a través de un comunicado que se publicó en la revista ¡Hola!. «Saliendo a paso de posibles especulaciones o noticias escandalosas que puedan tener origen en la situación personal nuestra, conjuntamente nos consideramos obligados a explicar, de una vez para siempre, la determinación a la que libremente hemos llegado de separarnos legalmente. Ante todo, el supremo interés por nuestros hijos nos obliga a resolver de una forma amistosa y legal nuestra situación personal. Las razones, por ser íntimas, quedan para siempre en nuestras conciencias», expresaron.
Y dicho y hecho. Desde su separación ni Isabel ni Julio han vuelto a hablar de su matrimonio ni de los motivos que le llevaron a divorciarse. No obstante, es conocido que la cordialidad entre ellos siempre ha sido patente. Prueba de ello son los numerosos eventos familiares a los que han acudido juntos, como la Comunión de Enrique, la primera boda de Chábeli con Ricardo Bofill Jr. o, en noviembre de 2012, en el enlace de Julio José con Charisse Verhaert, en la finca de El Rincón. «Afortunadamente nos llevamos muy bien y todo ha ido estupendamente», confesaba Isabel a los medios. «Mis padres se llevan de maravilla. No se ven pero hablar por teléfono y se preocupan por la vida del otro. Tienen una buena relación y buena armonía. Cualquier cosa que pasa en la familia, el primero en llamar es mi padre a mi madre o viceversa», dijo por su parte el novio.
Asimismo, esto explicaría que esta misma semana, Julio Iglesias se haya mostrado a favor de la ex de Miguel Boyer en su abrupta ruptura, el pasado mes de diciembre, del escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa (86). «Sé que me estoy metiendo en camisa de once varas y que esto no es propio de mí, pero quiero hacerlo por mi ex mujer, por Isabel, porque se lo merece y porque es profundamente injusto cómo se están comportando con ella», señala. «Fuera como fuese la ruptura, un caballero y un señor sabe cómo acabar las cosas. Se sale públicamente y se le dese a la otra persona toda la felicidad. Y si alguien quiere entrometerse, se dice que es un tema de dos en el que no hay que meterse y sí respetar. El comportamiento del señor Vargas Llosa ha dejado mucho que desear. Un señor que ha convivido durante ocho años con una señora tiene que saber actuar y controlar cómo actúan las personas de su alrededor», concluye.