Marichalar, ese hombre olvidado
Jaime de Marichalar lleva tiempo sin dar señales de vida y media España se hace la misma pregunta
Este pasado marzo habría cumplido las bodas de plata, pero hace ya trece años que terminó mal, muy mal con su mujer, Elena de Borbón, infanta de España. Veinticinco años atrás fue protagonista de la crónica social al casarse con la hija primogénita de los Reyes Juan Carlos y Sofía en la Catedral de Sevilla y convertirse en Duque de Lugo. Primera boda en la Familia Real. Primer divorcio, 12 años después. Hace un mes cumplió 57 años. Apenas un par de artículos recordándolo, silencio en las redes sociales. España en pleno confinamiento. No hay nadie en casa. ¿Dónde está Marichalar?
Fue el primer novio en entrar a formar parte de la Familia Real y hoy es el miembro más apartado de la Casa tras su sonado divorcio de la infanta Elena en enero de hace ya diez años. 21 días después de comenzar 2010 y más de dos años separados, Jaime de Marichalar y Elena de Borbón firmaban el divorcio de mutuo acuerdo, una década en la que la desescalada del exduque hacia el olvido ha sido continua, sin prisa y sin pausa. Del cese temporal de la convivencia, aquel día en el que la infanta dijo hasta aquí, cogió los bártulos y se marchó de casa con sus hijos para seguir su vida lejos de su marido, a la firma de papeles y no querer saber nada de él.
Sí, ya sé que Urdangarin fue apartado de manera oficial cuando estalló el caso Noos y fue imputado, pero Marichalar, sin juicio ni condena, se encuentra mucho más lejos de la familia que el propio Iñaki. Hemos visto a la reina Sofía muy unida a la infanta Cristina y a su marido hasta en los momentos más críticos, incluso al Rey Juan Carlos visitar la casa de su hija en Ginebra cuando su yerno ya había sido condenado judicialmente, tras los primeros años de alejamiento forzoso, dadas las bochornosas circunstancias. Con Marichalar, acusado de nada, borrón y cuenta nueva. Varias bocas me aseguran cuán lejos está la infanta Elena de su exmarido: “No puede ni verlo y te aseguro que no quiere saber nada de él. Es el padre de sus hijos; punto. Desde el tiro en el pie de Froilán, ni agua”.
En estas nueve semanas de confinamiento y alarma social, poco se sabe de Jaime de Marichalar; más bien, nada. El pasado 7 de abril fue su cumpleaños, pero no hemos tenido noticia de ningún happy birthday. Su triplex del madrileño barrio de Salamanca parecía muy solitario en esa fecha. En las inmediaciones del inmueble, ningún escolta de los que habitualmente velan por su seguridad; el duque, desaparecido de las calles y algunos de sus amigos más conocidos sin dar con él, sin poder localizarlo por teléfono. No se le ha vuelto a ver desde que el pasado 17 de febrero los Reyes entregaron los Premios Nacionales de Investigación en el Palacio de El Pardo. La prensa no lo esperaba. Es como si nos hubiésemos acostumbrado a su ausencia, lógica, por otra parte; es lo que tiene divorciarse de una infanta: desapareces de la foto. Entre los premiados, el doctor Valentín Fuster, razón principal de su inesperada presencia. El prestigioso cardiólogo fue quien supervisó personalmente su recuperación cuando en 2003 se instaló junto a la infanta y sus dos hijos en Nueva York para someterse a un intensivo tratamiento de rehabilitación, tras el ictus que sufrió en diciembre de 2001. El matrimonio ya no iba bien, pero la infanta se mantuvo al lado de su marido. No era el momento de separarse.
La última noticia que tuvimos de Marichalar fue tres días después de los premios en El Pardo, el pasado 20 de febrero. Volvió a coincidir con el rey Felipe en la celebración del 350 aniversario de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. El exduque fue nombrado caballero de esta organización nobiliaria un día antes de su boda con la infanta Elena en marzo de 1995. Tampoco salió en la foto.
Tras decretarse el estado de alarma, no se le ha vuelto a ver en las inmediaciones de su casa, ni aplaudiendo, ni en la ventana. Hay quien dice que las persianas se suben cada día, pero el caso es que, pese a buscarla, no haya ninguna imagen paseando por el barrio o algo parecido. Siempre puede haber servicio al cuidado de la casa. Sus hijos no están con él; tampoco con su madre. Pipe, como llaman en la familia a Felipe Juan, su hijo mayor, está en Marbella pasando el confinamiento en casa de un compañero de la Uni. Victoria Federica, la hija menor de ambos, con su novio, Jorge Bárcenas en una finca en Jaén. Un pajarito me pía que puede que esté en la finca familiar de Garray, en Soria. “Allí puede estar más tranquilo y puede pasear con aire puro cuando quiera”. No consigo confirmarlo. Nadie sabe, quizá porque nadie se lo ha preguntado.
Cómo han cambiado las cosas para este hombre con el que pude hablar en un par de ocasiones. No es cercano y fue especialmente difícil durante sus años de yerno oficial del rey Juan Carlos para la gran mayoría de la prensa. Varios compañeros amigos me confiaron sus experiencias. Marichalar es de esos tipos que estando arriba no consiente en tratar con los de abajo. Le cuesta, lo evita. Malos modos, malas palabras. Soy testigo directo. Entiendo que sufrir un ictus es algo muy duro y que puede afectar mucho el carácter de quien lo padece, incluso siendo de rancio abolengo. Lo entiendo y lo respeto, pero el día que, recién casado con la infanta, se le acercó un compañero perfectamente acreditado a hacerle unas preguntas sencillas, casi de cortesía, en el Club Náutico de Palma, no había sufrido aún el ictus. Airado y sin contemplaciones, dio instrucciones para acorralar literalmente a ese periodista, sin ningún tipo de tacto y con más de un exceso. Quizá hoy está más tranquilo. Cada vez se habla menos de él, aunque sea mal. Confinamiento con horario establecido para paseos, pero no se le ve por su distinguido barrio. Marichalar, ese hombre olvidado. Confinado, quién sabe dónde.