Nació el 8 de diciembre de 1542

María Estuardo, la historia de la desgraciada reina que murió decapitada por los celos de su prima Isabel I

María Estuardo, la historia de la desgraciada reina que murió decapitada por los celos de su prima Isabel I
Fotograma de la película 'María, reina de los escoceses'.
Gema Lendoiro

La historia no es más que el relato de los acontecimientos protagonizados por personas que vivieron amores, pasiones, odios, venganzas, celos y todas aquellas actitudes que conforman la condición humana. Que los hechos sucedieran hace siglos no les resta un ápice de intriga, misterio e interés. Lo que nos ha llegado de las historias de las cortes no es más que una sucesión de hechos políticos que hoy llenarían las páginas de la política nacional e internacional y lo que pasaba en las alcobas, haría lo propio en las páginas del corazón. Asomarse a las intrigas del XVI con los ojos de XXI requiere una importante dosis de comprensión sobre qué es la perspectiva histórica, pero también una legítima dosis de humor para entender qué poco hemos avanzado en cuestión de acciones promovidas por las pasiones humanas. Esta es la historia de dos mujeres que vivieron para odiarse y que acabó con la decapitación de una por orden de la otra. Una de las historias más apasionantes de la historia de Inglaterra y de la Edad Moderna.

El 8 de diciembre de 1542 Jacobo V, rey de Escocia y su segunda esposa la reina francesa, María de Guisa, daban la bienvenida a su primera y única hija, que recibió de nombre, María, por su madre. Una madre, por cierto,  que había provocado un enorme escándalo en la corte de la época por haberse negado a convertirse en la cuarta esposa de Enrique VIII de Inglaterra. Normal su decisión si tenemos en cuenta que las dos primeras no habían salido muy bien paradas, la primera, Catalina de Aragón, repudiada y la segunda, Ana Bolena, decapitada.

La dicha de María de Guisa por haber sido madre pronto se tornó en profunda tristeza ya que su esposo moría a los seis días del nacimiento de la princesa, hecho que la convirtió automáticamente en reina de Escocia siendo un bebé de ¡apenas una semana! Cuenta la leyenda (que no la historiografía) que estando moribundo el rey, posiblemente por haber bebido agua en mal estado, exclamó al saber que había tenido una niña en lugar de un niño: «Vino de una mujer y acabará en una mujer». Se refería a que el matrimonio a finales del XIII de Marjorie Bruce había dado origen a la Casa real de los Estuardo y que terminaría porque él, muriéndose, había engendrado una mujer. Obviamente, se equivocó.

Saoirse Ronan en su papel de María, reina de Escocia.

Como es lógico, la reina bebé no desempeñó sus funciones y Escocia estuvo gobernada por regencias hasta su mayoría de edad. Pero las cosas no fueron nada sencillas. En las monarquías de esa época nunca lo eran. Para empezar, hubo dos bandos claramente diferenciados que reclamaron la regencia del trono. De un lado, el David Beaton, un cardenal católico y, del otro, el II conde de Arran, protestante. Una situación extremadamente delicada porque seguía vivo el monarca responsable de la escisión de Inglaterra con el papado, Enrique VIII, siendo Inglaterra protestante(anglicana), mientras que Escocia permanecía siendo católica. En honor a la verdad y basada en la documentación existente, el que tenía la razón era el conde por ser el siguiente en la línea de sucesión. La baza de su oponente era asegurar que el rey le había pedido en su lecho de muerte que se ocupara de la regencia pero no tenía ningún documento que lo acreditara. Finalmente, lo logró el conde que ocupó la regencia hasta 1554, momento en el que la reina viuda lo destituyó y se hizo cargo ella misma.

La bebé María I Estuardo lógicamente vivía ajena a todas las intrigas que rodearon su vida desde el mismo instante que nació y es que su nacimiento, aunque fuese una niña, abría muchas posibilidades que enseguida un ambicioso Enrique VIII de Inglaterra vio y que fue la idea de comprometer en matrimonio a su hijo Eduardo (el único varón que tuvo y que fue con su tercera esposa Juana Seymour, a la única que respetó). La idea era que, con su futuro matrimonio, ambos reinos se unieran aunque con la condición de que si el matrimonio no tenía hijos, cada uno conservaría la independencia con respecto al otro. Dicho y hecho, el 1 de julio de 1543, teniendo María seis meses, se firmó el Tratado de Greenwich, en virtud del cual Eduardo, príncipe de Gales, se casaría con María Estuardo cuando esta hubiera cumplido los diez años y que, mientras ese momento llegaba, la niña viviría en Londres para que el rey supervisase su educación o, leído con otras gafas, para tenerla controlada.

Margot Robbie en el papel de Isabel I en la película, María, rey de los escoceses.

Sin embargo, las intrigas palaciegas volvieron y el cardenal Beaton retomó la regencia para  romper el tratado proponiendo otro con Francia. Es interesante entender que esto, al margen de intereses políticos, estaba perfectamente fundamentado en lo religioso. El cardenal Beaton era católico y Francia, también, mientras que Inglaterra, no. Francia tenía también un heredero perfectamente viable para los intereses de Escocia, el delfín Francisco, hijo del rey Enrique II. Finalmente y tras muchas tensiones se rompió el tratado y María fue enviada a vivir a Francia, concretamente a Valois y con la familia de su madre, los Guisa.

Infancia en la corte francesa de los Valois

María arribó a Francia con cinco años y vivió una infancia ajena a todas las disputas que en su nombre se hacían y fuertemente custodiada para evitar que la matasen envenenada. Fue educada conforme al futuro que de ella se esperaba, el de reina, por lo aprendió música, poesía, equitación, cetrería y,  desde luego, varias lenguas: francés, italiano, español y griego, además de su inglés y escocés. La hermana de su prometido, Isabel de Valois, fue su gran compañera de juegos. Por cierto, Isabel terminaría siendo reina consorte de España por su matrimonio con Felipe II, tras María Tudor.

Boda y viudedad con el delfín de Francia

El 24 de abril de 1558 y a la edad de 16 años, María se casaba en la catedral de Notre-Dame de Paría con el delfín de Escocia que fue automáticamente proclamado rey de Escocia. Días antes de la boda María había firmado un acuerdo secreto en el que legaba Escocia y su reclamación de Inglaterra a la Corona Francesa si moría sin descendencia.

Cartel de María, reina de los escoceses. María Estuardo (izd) protagonizada por Saoirse Ronan e Isabel (dcha), interpretada por Margot Robbie.

Ese mismo año en noviembre moría María Tudor, la última reina católica de Inglaterra y el damero del continente europeo con sus constantes intrigas comenzaba a desestabilizarse. María no había tenido hijos y la única legítima heredera era de nuevo, una mujer, Isabel, la hija de la desgraciada Ana Bolena que había sido decapitada por su padre. Isabel era, por tanto, media hermana de María Tudor y había subido al trono con el nombre de Isabel I.

Isabel se negó a casarse, de hecho se le apodó «la reina virgen». Las razones no se han documentado pero es fácil suponer que jamás quiso compartir su poder con un marido que, con toda probabilidad, le hubiese quitado todas sus atribuciones en una época donde ser mujer no era importante salvo para dar hijos. Este hecho presentaba un problema en caso de fallecimiento de la reina, una circunstancia que en el siglo XVI no era en absoluto descabellada. Esta es la principal razón por la que en las monarquías el hecho de la descendencia era la cuestión más urgente e importante.

María Estuardo era la segunda en la sucesión del trono inglés si su prima Isabel moría sin hijos. Era una petición legítima que se remontaba a los hermanos Enrique VIII y Margarita Tudor quien había estado casada con Jacobo IV de Escocia, el abuelo de María. Pero, de nuevo la cuestión religiosa. María era católica y por tanto vista como un peligro (estaba muy reciente el reinado de María Tudor, apodada la sanguinaria por su persecución a los protestantes). Por si este asunto fuese poco importante, en Francia, el rey Enrique II proclamó a su hijo y nuera reyes de Inglaterra, hecho que no sirvió de mucho ya que los Estuardo habían sido excluidos del trono inglés por el testamento de Enrique VIII. La fricción entre las primas fue una constante en sus vidas que terminó muy mal para la escocesa.

Vuelta a Escocia, cuestión protestante y nueva boda

A los dos años de su matrimonio María se quedó viuda con 18 años y a petición de los nobles escoceses volvió a su país donde las cosas se estaban empezando a complicar. Era hora de ejercer su reinado y solucionar que el parlamento escocés hubiera declarado como religión oficial el protestantismo. Era el año 1560.

María Estuardo vivió toda su vida en una constante alerta por no ser despojada de su corona y por conservar su vida.

María arribó a las costas escocesas para enfrentarse a un país en el que no había vivido desde los cinco años y con un problema enorme: Escocia estaba fuertemente dividida entre las facciones católicas y protestantes siendo ella una ferviente católica, hecho que le granjeaba no pocos enemigos, incluida su prima Isabel, la reina de Inglaterra.

María Estuardo tuvo una intensa relación epistolar con su prima en la que se profesaban mutua desconfianza. (Fotograma, María, reina de los escoceses).

Al llegar a Escocia María comenzó decepcionando al bando católico al asumir la supremacía protestante, un hecho que según la historiadora Jenny Wormald, fue un ejemplo de que sus intenciones eran claramente alcanzar el trono inglés. Enseguida se dispuso a buscar marido para poder dar continuidad dinástica a su persona, siendo el elegido un primo suyo, Enrique Estuardo (los dos eran nietos de la hermana de Enrique VIII, Margarita Tudor). Esta boda se hizo sin la dispensa papal (eran primos) aunque la lograron más tarde y sin que él, súbdito inglés, hubiera pedido permiso a Isabel I lo que enfureció a la reina.

Dos reinas con destinos muy diferentes. (Fotograma de María, rey de los escoceses).

A un mes de cumplirse el primer aniversario de su boda, María daba a luz a su único hijo y futuro rey de Escocia (y de Inglaterra), Jacobo VI. Un año más tarde, el padre y rey consorte moría asesinado, posiblemente por una trama dirigida por el amante de la reina y futuro esposo de esta, James Hepburn, IV conde Bothwell.

Una vez casada con James Hepburn comenzaron las constantes luchas internas entre católicas y protestantes que configuraron todo su reinado. Además ninguna de las partes veía bien que se hubiera casado con el presunto asesino de su segundo marido. Pronto comenzaron los problemas entre la pareja, mientras que las tensiones con los pares escoceses, que acusaban a María de adúltera y asesina, llegaron a tal punto que la encerraron y obligaron a abdicar en favor de su hijo que tenía sólo un año. Su marido fue enviado al exilio donde murió poco después. Comenzaba el principio del fin de la reina.

Prisión, condena a muerte y ejecución de María

En un principio la reina Isabel I se mostró indignada por el trato que los nobles había dado a su prima quien consiguió escapar de su prisión huyendo a Inglaterra para buscar el cobijo de su prima porque así se lo había ofrecido en cartas. Se equivocó. Nada más llegar a suelo inglés fue puesta bajo arresto domiciliario. El apoyo que buscaba se convirtió en una reclusión que auguraba un triste final.

María pidió ser recibida por la reina quien argumentó que no podía ser vista con una mujer acusada de adulterio y asesinato. Pero sabía que no podía retenerla sin motivos así que encargó a sus fieles escuderos que buscaran algo para incriminarla. Seguía siendo una amenaza y más ahora que estaba en suelo inglés. Finalmente interceptaron unas cartas que interpretaron como mensajes en clave para conspirar contra Isabel. Habían encontrado un motivo para acusarla de traición y los gritos y quejas de María no sirvieron de nada. Conspirar contra la reina era un delito de traición castigado con la pena de muerte y así sucedió. No obstante María permaneció 19 años encerrada porque la reina se resistía a firmar su ejecución. Algo que finalmente hizo.

María fue ejecutada el 8 de febrero de 1587 y eligió para su último día unas ropas que recordaban a los mártires católicos, un vestido rojo bajo su capa negra. El verdugo tuvo que alzar hasta tres veces la espada para dar finalmente muerte a una reina que murió, probablemente, víctima de casi todos los que la rodearon desde el día que había nacido. Está enterrada en la Abadía de Westminster.

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