El duro mensaje de Loli Pozo a Isabel Pantoja
Era una de las personas más importantes en su vida y siente que ahora la está ‘matando’; su amiga, alguien a quien admiraba profundamente y quería de verdad. Es la historia de Loli Pozo, la octogenaria ex regente de un quiosco en Sevilla e Isabel Pantoja. Siete años después de que le prestara todos sus ahorros y tras dos intentos fallidos de citarla judicialmente, le lanza un duro mensaje.
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Isabel Pantoja sigue incomprensiblemente sin devolver el dinero a su amiga Dolores Pozo, hoy jubilada y necesitada. 76.000 euros para su desgracia y, entiendo, para vergüenza de Pantoja. Siete años de deuda y lo que es peor, ni una explicación, ni una llamada: olvidada por completo, según narra la propia Dolores. Este martes alza la voz para lanzarle un mensaje a la cantante. Necesita ayuda en casa, contratar a alguien que la asista. Isabel “tiene el dinero, el mío, el que me hace falta”.
Cuando hablo con Loli la encuentro triste y enfadada a la vez. Su voz delata el ánimo de esta mujer que vive sola y a quien le cuesta dormir pensando qué va a ser de ella si no cuenta con el dinero que necesita para seguir adelante. “Estamos esperando a que la jueza la vuelva a citar y si no se presenta, lo siguiente es la denuncia. No hay manera, ni con palabras, ni con escritos ni por teléfono ni nada. Se ríe de mí y de la Justicia. Estoy muy cansada. Me va a enterrar”.
Dolores Pozo habló hace unas semanas en ‘El programa de Ana Rosa’ / Telecinco
La mujer se contiene como puede. Me cuenta que pensaron en instalar un elevador en la escalera para que pudiera salir a la calle cuando lo necesitara. “Bajo muy poco. Me cuesta mucho moverme. Pido las cosas para que me las traigan, pero al médico no tengo más remedio que ir”. Sin embargo, no está claro que puedan instalar el elevador, que ya tenían presupuestado en unos 6.000 euros, “porque parece que, al ser la escalera muy antigua, no cabe. Ahora, lo que sí necesito es alguien que me ayude en casa y podría pagarla perfectamente si Isabel me devolviera el dinero. “Las piernas me duelen, tengo lumbalgia constante y encima bronquitis asmática. Los ojos me lloran y sola como estoy desde que murió mi marido no puedo hacer las cosas de casa. Me cuesta una barbaridad, duermo mal. Esto es muy duro. Y que no sea capaz ni de llamarme. Cuando iba a entrar en la casa grande – como Loli llama a la cárcel- me dijo que necesitaba el dinero. No tuvo ni que moverse. De banco a banco. Se lo dejé a corazón abierto. ¡Qué desengaño más grande!».
Isabel Pantoja ha optado por ignorar a quien fuera su amiga, Dolores Pozo, que no dudó en prestarle una gran cantidad de dinero / Gtres
Se revuelve en mitad de la conversación porque dice que no le gusta hablar de esto “me cansa siempre la misma historia, pero es mi realidad. Si me pagara, nadie sabría de mí. Me está haciendo sufrir lo que no hemos padecido en una familia de 6 hermanos”. Y se le llena “la boca de gloria” cuando cuenta orgullosa haber podido dar todas las atenciones a sus padres gracias a su trabajo de tantas horas y años al frente del quiosco. Entre sus clientes asiduos de los libros que vendía, además de la prensa del día, el exvicepresidente del Gobierno socialista de Felipe González, Alfonso Guerra. Recuerda esos años de duro trabajo con mucha nostalgia.
Conoce a Isabel Pantoja desde que se casó con Francisco Rivera Paquirri. Adoraba al desaparecido diestro. “Si él viviera, ya te digo yo que nada de esto y otras muchas más cosas hubieran ocurrido. No lo hubiera permitido”. Loli regentaba junto a su marido un quiosco en el barrio donde Paquirri se instaló cuando se casó con Carmen Ordóñez. Muchas fueron las veces que lo vio salir para torear. Francisco y Cayetano solían merendar con ella si su tata iba a algún recado. Era como de la familia. Después congenió con Isabel. La conoció por su hermano, recientemente fallecido. Loli e Isabel fueron ganando confianza. Me recuerda al otro lado del teléfono cuantas veces se quedó con sus hijos. Fija en Cantora y de la casa de La Moraleja en Madrid, Loli Pozo era como de la familia. “Cuando Isabel se iba por trabajo prefería que además del servicio y Dulce me quedara yo también”. Guarda intacto el afecto que siente por Kiko y por Isabelita, como ella la llama. “Los dos me han llamado. Saben que tengo razón y se ponen de mi lado. Con Kiko hablé hace poco. Venía de la playa con su mujer y sus niñas. Me gusta hablar con ellos de vez en cuando. Con eso me conformo porque a ella no la conozco. ¡Con todo lo que le ha pasado! Esta mujer no escarmienta”.