La 14 es Real
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No digan que fue un sueño: la 14 es Real. Real Madrid, digo. Suya, más emocionante y bella que ninguna. Fue un Courtois sobrenatural, con una actuación memorable e histórica, el que sostuvo al Madrid y le llevó hacia su decimocuarta Champions, la más bella jamás contada.
La Champions de las remontadas, de los héroes, de los imposibles, de la resistencia, de la emoción, del corazón. La Champions número 14, la que ya tiene sitio con letras de oro en las vitrinas del Bernabéu. El enorme portero del Real Madrid, candidato firme al Balón de Oro, encarriló el triunfo blanco en Saint Denis y lo abrochó Vinicius con su gol en la segunda mitad. El Liverpool lo intentó hasta el final pero volvió a toparse con el peso de la historia y con una realidad: nunca es fácil derribar a una leyenda.
«Un, dos, tres… catorce». Como Bono cuando se arrancaba a cantar Vértigo en los conciertos de U2 puede contar ya el Real Madrid todas sus Copas de Europa. Cada día cobra más sentido la reconstrucción del Bernabéu porque ya no caben más Champions. Mira lo que te estás perdiendo, Mbappé.
Al menos se ahorró el bochorno del comienzo del partido, retrasado una y otra vez como si fuera la final del torneo de una urbanización. Los aficionados del Liverpool, unos con y otros sin entrada, se agolpaban a las puertas de Saint Denis sin poder entrar mientras los responsables (o irresponsables) de la UEFA se daban a los canapés en el palco como si no hubiera un mañana. La Superliga no sólo es conveniente sino inevitable, porque la UEFA es un hatajo de inútiles expertos en mangonear pero incapaces de organizar una competición como la Champions.
Última estación, París. El Real Madrid afrontaba el capítulo final de esa serie de ciencia ficción, con más ficción que ciencia, que ha protagonizado esta temporada en la Champions. Remontada a remontada, gesta a gesta, pétalo a pétalo, la flor de Ancelotti se había ido deshojando hasta llegar a la gran final ante el Liverpool. Pocos lo esperaban (esperábamos). Casi ninguno. Pero ahí en la cuneta yacen los cadáveres del PSG, el Chelsea y el City sin saber siquiera por dónde les vinieron los tiros.
El Bernabéu había asistido como templo y testigo al más difícil todavía, a cómo un equipo hacía trizas la palabra imposible y convertía los milagros en rutina como quien se lava los dientes. Sin explicación futbolística sino como una liturgia rayana en el esoterismo y con un conjuro de cuatro palabras: «Esto es el Madrid».
El retorno del rey
Y sí, amigos, el Real Madrid había vuelto a una final después de las tres consecutivas que ganó con Zidane entre 2016 y 2018, que tampoco ha llovido tanto. Ancelotti tenía la alineación decidida desde hacía un mes. O más. Fede Valverde se había quedado en propiedad con la camiseta de titular desde Stamford Bridge y Alaba habría sido titular aunque hubiera tenido que jugar con una pierna amputada. Además del once tenía hasta decidido el plan B con los Rodrygo, Camavinga, Nacho o Lucas Vázquez para insuflar piernas al Madrid cuando fuera necesario.
Por resumir consignaremos los once elegidos para la gloria: Courtois; Carvajal, Militao, Alaba, Mendy; Casemiro, Kroos, Modric; Valverde, Vinicius y Benzema.
Enfrente el Liverpool, equipo creado a imagen y semejanza del mítico Jurgen Klopp, el entrenador favorito de quien esto escribe. Una debilidad. El niño de mis ojos. Un tipo que aúna conocimientos, carácter, liderazgo y carisma. Para el técnico alemán (y para varios de sus jugadores) la final ante el Real Madrid era el plato frío de la venganza de lo que ocurrió en Kiev hace cuatro años.
Klopp resolvió sus dudas y puso a jugar a todos los tocados: Van Dijk, Fabinho, Thiago y Salah. Medio equipo, vamos. El resto, los que se esperaban. Así que este era el once de gala que presentaba el Liverpool en Saint Denis: Alisson; Arnold, Konaté, Van Dijk, Robertson; Fabinho, Henderson, Thiago; Salah, Mané y Luis Díaz.
Y nos dieron las nueve pero no comenzó la final. Los incidentes con la entrada de los aficionados del Liverpool provocaron que se retrasara más de media hora el inicio del partido. Fue un esperpento por el que alguien debería responder. Y pagar. Así que la final se hizo esperar. Pero dieron las 21.37 y comenzó a rodar la pelota en Saint Denis. Por fin arrancaba la final de la Champions.
Bochorno y retraso
El Liverpool apretó mucho al Madrid de salida. En dos minutos los de Klopp pegaron un par de sustos al área de Courtois. A los de Ancelotti les costaba sacar la pelota lo mismo que a Pedro Sánchez decir una verdad: la vida. Poco a poco resistió el Madrid y se tomó algún respiro con la pelota. Pero el inicio del partido pintaba en rojo. Y tenía mucho ritmo.
El Real Madrid había salido como Marco buscando a su mamá: con el mono puesto. Defendían todos en campo propio, a excepción de un Benzema que era una suerte de liberado sindical en el repliegue. El Liverpool atacaba sin descanso y presionaba con ahínco. Atrás Konaté y Van Dijk trazaban una valla electrificada imaginaria que nadie se atrevía a traspasar.
En el 15 tuvo Salah el 1-0 en sus botas. Era un remate franco a menos de dos metros de la portería. Tiró colocadito y raso pero ahí apareció la mano incorrupta de Courtois para evitar que el Madrid tuviera que remontar desde tan pronto. El Liverpool empezaba a merecer el gol ante un equipo blanco entre acogotado y reservón. Digamos que era un chorreo del equipo de Klopp. Ancelotti mascaba chicle.
Mangazo del VAR
En el 20 otra vez la mano de Courtois salvó al Madrid, ayudado por la flor de Ancelotti, que hizo que su despeje retobara en el palo y dejó a Mané con las ganas de abrir el marcador. Seguíamos sin rastro de Kroos, ni de Modric, ni de Vinicius, ni de Benzema. Al Real Madrid le dolía la final como una cefalea y no encontraba el ibuprofeno redondo que es la pelota. La presión del Liverpool era conmovedora.
Vinicius se asomó al área del Liverpool en el 35 con un caño a Konaté que quedó en nada. El Madrid seguía sin tirar a puerta. No como el Liverpool, que metía el miedo en el chalequito de Ancelotti en cada jugada. En el 42, casi sin quererlo, marcó Benzema en un lío que se hizo el Liverpool en defensa propia. El colegiado, como no había dos defensores por detrás, lo anuló, pero el VAR debió corregirle porque la pelota venía de un contrario: Fabinho.
Con suspense y sin justicia el gol del Real Madrid se quedó sin subir al marcador. Tardaron una enormidad, unos minutos que parecieron lustros, y encima decidieron mal: no podía haber fuera de juego de Benzema porque la pelota venía de un contrario. Era gol legal. El tufo de Ceferin se expandía por Saint Denis. Con la sospecha nos fuimos al descanso.
Del que volvimos con la misma indignación. O mayor. El Liverpool volvió a apretar de salida. Calcaba Klopp el planteamiento de la primera parte. Respondió el Real Madrid con algo más de firmeza y algún respiro con la pelota. Militao y Casemiro sostenían al equipo de Ancelotti, con un Carvajal metidísimo. Nos acercábamos a la hora final y el 0-0 lucía en lo alto de Saint Denis.
Vinicius de mi vida
Percutió en el 57 el Liverpool con un disparo dentro del área de Salah que despejaron entre Alaba y los atributos masculinos de Mendy. Y en la jugada de vuelta, ¡zas!, gol del Madrid. Fue una acción por la banda derecha que condujo Carvajal, dejó para Casemiro, que asistió a Valverde. El uruguayo se asomó al área y sacó un centro-chut cruzado que acabó en los pies de Vinicius, que ganó la espalda a Alexander-Arnold en el segundo palo. Golazo. Y valioso como los pendientes de la reina de Inglaterra.
El tanto asentó al Real Madrid, que se adueñó de la pelota. Klopp masticaba una respuesta inmediata. Armamento le sobraba: Diogo Jota, Firmino… En el 63 de nuevo Courtois metió una de sus manos salvadoras para desviar el disparo envenenado de Salah. El portero belga volvía a agigantar su figura por enésima vez en esta Champions.
Klopp metió a Jota por Luis Díaz en el 65. El Madrid resistía como si estuviera hecho del material de las garras de Lobezno. Imponente el desempeño de Militao en defensa. Y qué decir de Courtois, que no sólo hacía milagros con las manos, sino también con los pies, como el que le sacó a Diogo Jota en el 69. Lo del portero del Madrid en esta Champions es majestuoso.
‘San Courtois’
En el 75 Casemiro se confundió en la elección y decidió pasar cuando sólo tenía que rematar para hacer el 2-0. Esta vez se salvaba el Liverpool. Klopp metió a Firmino y Keita por Henderson y Tiago. Los reds pasaban al 4-2-4 a la desesperada. Ancelotti pasaba palabra.
Courtois en el 79 sacó otra mano soberbia después de corregir un disparo de Salah. Y de nuevo en el 82 Courtois salvó al Real Madrid, porque San Thibaut nuca falla. En el mano a mano ante Salah se sacó otro paradón. También el Madrid perdonó en la contra porque no se entendieron Benzema y Vinicius. Pero la actuación de Courtois estaba siendo soberbia a un nivel jamás visto en una final de la Champions.
En el 84 metió Ancelotti su primer cambio: Camavinga por un acalambrado Valverde. Seguía resistiendo el Madrid. Ceballos por Modric en el 89. Y aguantaban los blancos. Apretó el Liverpool hasta el final pero no pudo con el entramado defensivo (y con el corazón) de un Real Madrid que ha ganado, posiblemente, la Copa de Europa más emocionante de su historia.