Comenzaba la segunda mitad de la final de la Supercopa de Europa y Thibaut Courtois, el de siempre, aparecía para sostener al Real Madrid. No hay final, se puede decir que no hay partido, sin que el belga demuestre que es el mejor guardameta del planeta. A los 47 minutos de partido, el belga realizó un vuelo sin motor sacado a Pasalic que, con un cabezazo, puso el balón en dirección a la portería, pero el portero del equipo blanco evitó que entrara con un manotazo espectacular. Un gol de la Atalanta en ese momento hubiese complicado mucho las cosas a los de Carlo Ancelotti, pero siempre se puede contar con él.
Courtois sigue demostrando que tras la grave lesión de rodilla que sufrió la pasada temporada sigue siendo el mejor. El belga disputó el pasado curso cinco partidos, cuatro de Liga y la final de la Champions League en Wembley contra el Borussia Dortmund, en la que también se exhibió y no recibió ni un solo gol. Esta temporada, ha vuelto como acabó la anterior. Otra vez dejando la portería a cero para llevar al Real Madrid a ganar un nuevo título: la Supercopa de Europa.
Si Ancelotti tomó la pasada temporada la decisión que tomó con Courtois, es porque no se puede prescindir del belga. No se le puede dejar en el banquillo. Da igual lo bien que lo estuviese haciendo Andriy Lunin, tenía que jugar el belga porque es el mejor portero del mundo y no se le puede dejar fuera de un partido como una final de la Champions. Obviamente, este curso no hay discusión.
Courtois será titular en Mallorca en el estreno liguero y mantendrá esa condición siempre y cuando el físico y las lesiones se lo permitan. La mejor noticia es que no hay ningún atisbo de recaída y, lo más importante, su nivel sigue siendo el mismo o incluso superior que antes de romperse el cruzado aquella mañana del 10 de agosto de 2023 en Valdebebas.
El descanso de Courtois
Además, Courtois tiene las manos y las piernas frescas después de no haber jugado la Eurocopa con Bélgica. El portero se quedó descansando y disfrutando de sus vacaciones después de ese 1 de junio, en el que se logró la decimoquinta Copa de Europa del club y fue de los primeros en aterrizar de vuelta en la Ciudad Real Madrid. Allí demostró que seguía siendo inmenso y lo confirmó este miércoles con un estreno brillante ante la Atalanta, salvando la única oportunidad de peligro real de los italianos que no se coló en la red por esa mano milagrosa.