El Panathinaikos se creció en su propio infierno y tumbó al Real Madrid para proclamarse campeón de Europa 13 años después (80-95) . El rey de la competición perderá temporalmente su corona, alargándose hasta 57 la cifra de años sin ser capaces de revalidar una Euroliga que habría sido la Duodécima. Su mala segunda parte de sólo 26 puntos condenó a los blancos en el Uber Arena de Berlín tras un magnífico arranque de partido en el que se llegaron a poner 14 arriba. Kostas Sloukas se cobró su venganza con una monumental final en la que anotó 24 puntos, recogió dos rebotes y repartió tres asistencias para llevarse el MVP.
Dzanan Musa se quedó sin lo único que quería, el título, y también sin el premio a mejor jugador de la Final Four en un día en el que volvió a ser el mejor de su equipo, con 15 puntos, cinco rebotes y cuatro asistencias. El final fue de mucha dureza para los blancos, que se dejaron ir en la recta final de un último parcial anticompetitivo en el que se quedaron sin ideas. Panathinaikos y sus miles de hinchas griegos que empujaron como titanes desde la grada celebraron como nunca su séptimo trofeo.
El reto del Real Madrid era mayúsculo. Los de Chus Mateo debían luchar contra la maldición del ser primero en la fase regular, ya que desde que se cambió el formato a grupo único en 2016 nunca un líder ha ganado la Euroliga, contra el plantillón de Panathinaikos y también contra toda una afición teñida de verde que no paró de animar a los suyos en ningún momento de la tarde en el Uber Arena. Había que sobreponerse a todo ello y además a su racha de 56 años sin ganar el título dos años seguidos, que suma uno más.
El entrenador madrileño copiaba el quinteto de Kaunas con la excepción de Facundo Campazzo por el fugado Williams-Goss. El resto (Musa, Mario Hezonja, Eli Ndiaye y Walter Tavares) eran los mismos que en la última final, incluido el canterano, talismán de Mateo y autor de los ocho primeros puntos del Real Madrid, con dos triples y una canasta en un minuto y 37 segundos. El ritmo del senegalés lo frenaron dos faltas seguidas de Tavares, la segunda muy dudosa que provocó un enfado tremendo del técnico blanco, obligado a meter a Vincent Poirier antes de lo esperado.
Gran inicio blanco
Por mucho que lo negara, Musa quería aparecer y prolongar su campaña por el MVP. Y vaya si lo hizo. El bosnio se puso por encima de Ndiaye con una decena de puntos antes de sentarse en un primer cuarto en el que la tensión era tal que el árbitro tuvo que lanzar la pelota al aire dos veces sin contar la del principio. Se estaba viviendo una guerra a escasos metros del muro de Berlín en la que los espartanos de Atenas no le iban a conceder ni una al rey de Europa.
Los compases finales de un primer parcial en el que la anotación del Real Madrid superó la treintena (36-25) sirvieron para que el Chacho Rodríguez luciera su muñeca y los menos habituales tuvieran su momento después de un aluvión de intensidad en el que a los blancos se le puso el partido muy de cara. Mateo juntó a los tres veteranos españoles durante buena parte del segundo cuarto, unos minutos en los que Rudy Fernández dejó una de las imágenes salvando una pelota imposible en su última final de Euroliga.
Es más, gracias a sus dos robos se pudo convertir en el líder de todos los tiempos en la Final Four con 25, superando a JR Holden. La efectividad de la tripleta hispana se agotó a 5:27 del descanso, cuando Mateo quitó de un plumazo a Rudy y al Chacho para que Campazzo y Hezonja refrescaran la sequía atacante y surtieran de pelotas a Poirier. Panathinaikos se acercaba y la grada ardía cuando Vildoza redució la ventaja a un punto.
Musa, que se había cargado con tres personales, y Campazzo, aliviaron la situación con dos triples consecutivos a 19:5 segundos del descanso. Sloukas les imitó con otro más sobre la bocina (54-49) y la primera parte se saldaba con victoria blanca gracias a una resurrección tardía de los de Chus Mateo. Juancho Hernangómez fue la gran apuesta de Ergin Ataman y le salió bien. El español acumuló 12 minutos sólo en la primera parte y puso a los suyos a uno del Real Madrid, siendo Nunn el que con un triple pondría por delante a Panathinaikos por primera vez en la contienda.
Paliza tardía de Panathinaikos al Real Madrid
La pólvora del Real Madrid se había secado por completo. Sólo tres puntos en 6:18 minutos de puro sufrimiento, de pocas posesiones y de varias pausas, es decir, todos los ingredientes para generar un ambiente de tensión irrespirable en el Uber Arena. El pabellón de Berlín se venía abajo con la afición helena, que veía como su equipo daba pasos por el título en el tramo final de un tercer parcial de imponentes defensas y que dejaba todo en el aire para el último (61-64).
Real Madrid o Panathinaikos, sólo podía quedar uno y la diferencia entre ambos no era mayor a tres puntos tras 10 minutos en los que la anotación cayó a plomo, especialmente en el bando madridista, que se quedó sin ideas en la pintura y falló todos sus intentos de tres. No como Juancho, que ponía en pie a todo el pabellón con un triple que significaba la máxima de Panathinaikos a 7:57 minutos del final (65-71).
La agrandó Grant con otra canasta que obligaba al Real Madrid a una misión muy complicada, que comenzaron Hezonja y Llull con tres puntos cada uno. El de Mahón se batió en duelo con el máximo anotador provisional, Sloukas, que estaba siendo un cuchillo para Panathinaikos. A los de Ataman les salía todo y eso hizo que creciera el agobio de los blancos, que trasladaron esa pérdida de claridad en el ataque a la defensa.
La forma en la que se perdió fue muy dura. Realmente difícil de asumir para un Real Madrid que no ofreció resistencia ante los de Ataman y pagó cara su frustración en los últimos minutos. Prueba de ella fue la expulsión de Campazzo al final en un mal día del argentino. Como contra Anadolu Efes en 2022, los de Chus Mateo, que no entraba entonces, se volvieron a estampar contra el técnico turco, que pese a toda la polémica que le rodea volvió a demostrar ser un genio del baloncesto.