El Real Madrid hizo la imposible ante el CSKA de Moscú. El brote de coronavirus dejó el partido de Euroliga al borde de la suspensión, con sólo cinco jugadores para Laso del primer equipo, completada por otros tres del filial. Ni los mejores pronósticos apuntaban a una victoria de los blancos en casa frente al siempre complicado conjunto ruso, pero si hay algo que lleva el equipo madridista en su ADN es el luchar y tratar de sobreponerse a los peores momentos, lo que les llevó a llevarse el partido por 71-65. Una auténtica heroicidad.
No han sido días sencillos en Valdebebas. A lo largo de la semana, al igual que ha sucedido en la sección de fútbol, los positivos por coronavirus se han ido sucediendo. El último en caer, en los prolegómenos del partido fue Adam Hanga, dejando a los madridistas en cuadro, con sólo Tavares, Taylor, Vukcevic, Williams-Goss, Rudy Fernández y Llull disponibles. Por no estar, no estaba ni Laso, quedándose al frente del equipo Chus Mateo, que llamó a Sediq Garuba, Baba Miller y Urban Klavzar para completar la convocatoria.
Complicadísima tarea la que tenían, por tanto, los madridistas en el Wizink Center. Los blancos se medían a uno de los fijos de las rondas finales de la competición, un histórico del baloncesto continental que, en este tipo de situaciones, no suele perdonar. Sin embargo, el Real Madrid salió lanzado. Sin complejos salieron a por el CSKA, liderados en ataque por Tavares (siete puntos en el primer cuarto) y por Garuba en defensa.
Sorprendió el desparpajo del joven jugador de la cantera madridista. Entró en el cinco inicial y supo contener a los moscovitas durante los cinco primeros minutos, en los que estuvieron sin anotar. En ese tiempo, los madridistas se marcharon de 11 puntos, asegurándose un importante colchón que llegó a ser de +14. Y, es que, si Garuba estuvo fino en defensa, salió igual de lanzado Klavzar, que mandó el balón adentro de tres en su primera intervención.
Redujeron, como era de esperar, la diferencia los rusos, pero aún así, los madridistas se iban con un importante 24-14 al término del primer cuarto. Regresaron al parqué y poco a poco el partido se fue pareciendo más al esperado. El CSKA se empezó a tomar en serio el encuentro, al haberles quedado claro que no iba a ser un paseo. El bloqueo del Madrid en ataque durante este cuarto y un gran Milutinov llevaron a los rusos a recuperar el vuelo y marcharse por delante en el marcador.
En un minuto consiguieron darle la vuelta al partido los visitantes, con un parcial de 13-0 que les llevó a ponerse cinco arriba. Evitó que la diferencia fuese esa Sergio Llull, con una bandeja sobre la bocina que ponía al descanso un 37-40 que se correspondía más a lo que se esperaba de primeras.
Pero si hay algo que le sobra a este Real Madrid es personalidad y fe. Pasaron por vestuarios y reactivaron el dominio de los primeros minutos. De nuevo Tavares tomó las riendas, acompañado de un gran Williams-Goss. Los dos fueron fundamentales para que los madridistas firmasen un parcial de 19-15 en el tercer acto, que les devolvía la ventaja y que hacía que el Palacio se viniese abajo.
Crecido el conjunto madridista tras un gran tercer cuarto, en los últimos 10 minutos volvió a verse una gran solidez defensiva. Los blancos entendieron desde el primer momento que para tener opciones debían llevar el partido a un ritmo anotador más bien bajo, teniendo en cuenta que apenas disponían de jugadores, alargar las jugadas y defender lo mejor posible. Como sucedió en el primer cuarto, lograron que CSKA no anotase en los cinco primeros minutos, permitiéndoles únicamente hacer 10 puntos de parcial en el cuarto.
Tampoco anotaron mucho los madridistas, pero fue suficiente para llevarse el partido. Llull apareció como siempre en el tramo donde más se le necesitaba. Dos triples suyos y otro de Klavzar dieron a los blancos una renta más que suficiente para gestionar sin excesivos problemas los últimos minutos. Williams-Goss desató la locura y puso la guinda a su espectacular partidazo con seis puntos con los que se confirmó el milagro y la victoria inesperada del Real Madrid, que contaba sólo con nueve jugadores: seis del primer equipo y tres del filial que debutaron ante el CSKA.