El Bernabéu resucita a Cristiano
Repetía Zidane la confianza en los muchachos que, si no brillaron, al menos corrieron ante el Levante. Borja y Lucas, que tienen nombres con poco glamour, relegaban al banquillo a futbolistas de los que suelen estar en la gala del Balón de Oro y de los que cuestan una millonada. James, que sigue confundido por la noche, podía echarse un sueñecito en el banquillo, mientras que Bale, por prescripción médica, tenía que esperar al segundo tiempo para volver al equipo con los cuidados del enfermo que ha estado tiempo convaleciente.
Casi molaba más el banquillo que el once. Marcelo, Varane, Bale o James, cuatro futbolistas llamados a ser titulares, se ponían el peto de los suplentes. Ramos y Pepe formaban la vieja pareja de centrales, como Katharine Hepburn y Henry Fonda en El estanque dorado. También el dúo de mediocentros era nuevo y dinámico. A falta de Kroos y Modric, fundidos y lesionados, entraban Casemiro y Kovacic, ese muchacho que se merecería cinco partidos seguidos de titular para saber si es un proyecto de jugadorazo o un bluf, que diría Rajoy.
El Bernabéu ejercía de jurado popular deseando escuchar los argumentos del Real Madrid antes de emitir su veredicto. Los de Zidane salieron activos y furiosos, como si tuvieran lombrices. Presionaban arriba, muy, muy arriba. Carvajal y Danilo abrían mucho el campo, mientras Kovacic y Lucas, ubicuos, multiplicaban su presencia en el juego. El Celta no se arrugaba y tácticamente era un equipo de Play Station: dinámico y bien situado.
A los 9 minutos Danilo filtró un pase a Cristiano, que dribló a su par en el área y fue derribado. La jugada pareció penalti, pero Gil Manzano se abstuvo y ni el Bernabéu ni Cristiano lo protestaron. Respondió el Celta a los 13 con un dribling de Nolito que rompió a la zaga madridista. La jugada acabó en la otra banda y con un cabezazo de Iago Aspas que repelió la cruceta para respiro de Zidane y de todo el madridismo. El rechace volvió a salvarlo Keylor. Al Madrid se le aparecía la Virgen de la Paloma.
Nolito gobierna
Bajo la batuta de un inspirado Nolito –cómprenlo por 18 millones, es una ganga– el Celta empezó a crecer. Sufría (otra vez) el Madrid hasta que apareció Cristiano para soltarse un zapatazo que desvió a córner Rubén. De ese córner nació la mejor ocasión para los blancos. A Isco le quedó la pelota a un metro de la portería, sentó a su par, pero su disparo, más propio de Paquirrín que de un jugador profesional, lo sacó bajo palos el portero céltico.
El Bernabéu empezaba a hartarse y mostró su enfado con Sergio Ramos, que falló una entrega fácil que pudo costarle cara al Madrid. Era el primer aviso. Los de Zidane estaban atascados. Como no tiene ningún Nolito que elimine rivales, ataca siempre en embudo y sus jugadas son previsibles y fáciles de defender por los rivales. Si el contrario, ademas, sabe defenderse como el Celta de Berizzo, todavía se complica más la cosa.
Pasaban los minutos y el Celta se sentía más cómodo que Pablo Iglesias en Venezuela. Lo intentó Borja Mayoral a los 38 minutos, pero su centro no encontró rematador. Luego fue Casemiro, quien cabeceó para que volara Rubén, se adornara y despejara a córner. Ese córner curó los males del Real Madrid. Isco lo botó y Pepe lo cabeceó desde muy lejos. Al meta del Celta le pilló a contrapié y no pudo llegar. El Madrid encarrilaba el partido a cinco minutos del descanso cuando más difícil se le había puesto.
En la reanudación apretaba el Celta en busca del empate, mientras el Madrid trataba de ponerle dormidina al partido. Borja Mayoral, hiperventilado, evitó un gol sin querer a disparo de Lucas. El joven delantero se movía bien entre los centrales olívicos, pero tenía demasiada prisa por meter un gol. Calentaba Bale y aplaudía el Bernabéu.
No conviene enfurecer a la bestia
A Cristiano le ocurría lo contrario. El Bernabéu le ha cogido la matrícula y el portugués empezaba a poner caritas. Los pitos espolearon al Bicho, que cogió un balón suelto a 30 metros de la portería y se sacó un zapatazo maravilloso que se coló con folha seca incluida en la portería de Rubén. Su celebración, echándose la mano a la oreja, fue un desaire a la afición. Un «pitadme ahora si tenéis huevos».
En la siguente jugada, Lucas tuvo el tercero en boca de gol. El Celta estaba desarbolado y el Madrid, desatado. Cristiano seguía picado. Los pitos le habían inyectado adrenalina al luso, que las pedía todas. En el 57 tuvo una falta de esas que tiene en cada partido. Ronaldo completó su ritual: tres pasos atrás, piernas en triángulo, soplido, carrerita… y golazo. Sí, golazo de falta. Golazo de Cristiano, esta vez sin mensaje al Bernabéu, que se rendía por enésima vez a su ídolo. Era el 3-0 y Cuchi, en el palco, besaba a su padre, Florentino Pérez, que por fin respiraba tranquilo.
O al menos eso creía. Porque en el 61 una contra de Iago Aspas pilló durmiendo la siesta a los dos centrales del Real Madrid, así que el 9 del Celta se plantó solo ante Keylor y le batió con una vaselina llena de clase y estética. El Celta intentaba meterse en el partido, pero era un intento vano y sobreactuado como la investidura de Pedro Sánchez.
Dos minutos después, Cristiano sellaba su hat-trick tras una buena jugada entre Lucas Vázquez e Isco, que había ido de menos a más en el partido. Ronaldo sellaba el armisticio con el Bernabéu. Con el 4-1 en contra el Celta renunciaba definitivamente al partido, aunque pudo marcar el segundo si Gil Manzano no se hubiera comido un penalti por manos de Danilo tras el remate de Guidetti.
El póker de Cristiano
Cristiano, mientras tanto, quería más. Y consiguió su póker a la salida de otro córner. El luso se elevó, mal defendido por el Celta, se quedó suspendido en el aire como si tuviera alas y cabeceó a la red el quinto de la tarde. El Madrid, con viento a favor, volvía ser un vendaval.
El sexto de la tarde lo anotó Jesé después de una buena jugada individual marca de la casa. Quizá era un aviso a Zidane de que puede ser un jugador útil. Con el Celta descosido como una mochila vieja, el Madrid abusaba sin piedad con espacio para correr y sin presión de los rivales.
Después llegó el séptimo. Lo marcó Bale, que ha vuelto por donde solía. El galés tuvo latifundios para correr sin que nadie le saliera a saludar si quiera, condujo el balón pegado al pie, se fue escorando hacia su zurda soberbia y marcó. Buena noticia para el galés y buena noticia también para el Real Madrid, que le necesita para lo que se le viene encima en la Champions.
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