Cómo reducir el impacto de las olas de calor en las ciudades
El 2022 fue el año más cálido de la serie histórica en España con una temperatura media de 15,3 ºC, lo que supuso que tuvimos unos registros con un valor de 1,6 ºC por encima del promedio normal y con olas de calor más intensas que impactaron en las ciudades.
Según la AEMET, este periodo fue la primera vez que un año supera los 15 ºC de temperatura de media anual desde que hay registros, 365 días que fueron calificados como “extremadamente cálidos”.
También fue el año en el que por primera vez dos estaciones consecutivas dentro de un mismo año, el verano y el otoño, fueron las más cálidas de la serie desde que hay registros meteorológicos y sufrimos uno de los diez años más secos desde 1961.
Un siglo de subida de temperaturas
Y la perspectiva no es más halagüeña para el futuro que nos espera, sobre todo en las grandes ciudades en las que temperaturas en las ciudades españolas no han dejado de subir en las últimas décadas por unas olas de calor cada vez más frecuentes.
Echando la vista atrás, desde el siglo XX, la temperatura media de las capitales de provincia se ha elevado prácticamente un grado, según se desprende del informe Evolución temperaturas en 59 ciudades españolas 1900-2018 realizado por el Observatorio de la Sostenibilidad.
Las temperaturas han aumentado 1,31 ºC entre 1900 y 2018 en 59 ciudades españolas donde habitan 16,5 millones de personas. Las poblaciones donde más aumentaron fueron Córdoba con 1,99 ºC, Linares con 1,98 ºC y Cuenca alcanzó los 1,88. Grandes urbes como Barcelona o Madrid aumentaron sus temperaturas en torno a los 1,6 ºC.
El aumento considerable de la temperatura a nivel global, que ha provocado que cada vez vivamos veranos más largos y calurosos, con episodios de calor más extremos ha hecho que se replanteen más las formas de gestionar las ciudades, de configurarlas y de vivir en ellas.
Decálogo contra las olas de calor
Es por ello que Arup, firma global de desarrollo sostenible, haya elaborado una lista de diez consejos para reducir el impacto sobre la salud de las personas por las altas temperaturas y las olas de calor en las ciudades y que los planes urbanísticos se desarrollen teniendo en cuenta distintas variables.
En primer lugar destaca que es clave contar con una buena previsión meteorológica, monitorear y preparar una rápida respuesta a los diferentes acontecimientos climáticos que puedan suceder y así garantizar un suministro mínimo de agua y energía para fortalecer la respuesta ante las altas temperaturas.
Además, en el listado también se pone en relevancia el papel de la educación y la preparación. con campañas educativas que brinden recomendaciones y protocolos durante períodos climáticos extraordinarios.
Planificación urbanística
Según la firma, también es necesaria una planificación urbanística con perspectiva climática implementando «intervenciones en el entorno urbano que eviten la exposición directa a la radiación solar, con la incorporación de elementos que proporcionen sombra, como cubiertas, toldos o árboles».
Para evitar contra las olas de calor en las ciudades se recomienda el evitar superficies duras y oscuras porque actúan como acumuladores de energía térmica que se vuelve a emitir por la noche, incrementando el efecto de isla de calor, y evitando el tan necesario enfriamiento nocturno para evitar temperaturas extremas durante el día. El uso de colores claros y superficies permeables naturalizadas es una estrategia óptima para mitigar este efecto.
Asimismo, el decálogo propone mejorar el aislamiento de las fachadas y cubiertas de los edificios para optimizar su eficiencia energética, para así minimizar la transmisión térmica de los cerramientos y evitar que aumente la temperatura en los espacios cerrados reduciendo a su vez la necesidad del uso del aire acondicionado.
Más vegetación y menos aire acondicionado
La vegetación en el entorno urbano es un elemento imprescindible que aporta beneficios ambientales y consiguen una alta capacidad de regulación de la temperatura y de mantenimiento de la humedad.
Las personas, a través de nuestras actividades, tenemos un impacto directo en el incremento de temperaturas urbanas, principalmente ligado al uso de equipos que expulsan calor para su operación, como pueden ser los equipos de generación de frío o equipos de combustión (automóviles, calderas…) por lo que se recomienda el reducir la liberación de calor proveniente de vehículos y sistemas de climatización.
Todas las medidas enumeradas anteriormente por Arup «contribuyen a la creación de condiciones microclimáticas que eviten el uso del aire acondicionado, consiguiendo el doble efecto positivo de enfriamiento activo y reducción de emisiones térmicas».
Refugios climáticos y áreas de enfriamiento
Por último, también se contemplan aspectos como el crear áreas de enfriamiento en zonas urbanas para la población general y permitir la continuación de la actividad en un entorno seguro para sobrellevar las olas de calor.
Se recomienda potenciar las zonas verdes y restaurar las áreas fluviales con el objetivo de crear refugios climáticos, como plazas con fuentes o parques en el río, una tendencia que se está imponiendo en los nuevos diseños de espacios urbanos.
«Nuestro decálogo es una herramienta excelente para que administraciones, empresas y la sociedad civil en general, tenga una guía de qué medidas eficientes pueden tomar para paliar las consecuencias negativas de las olas de calor, un fenómeno cada vez más común y frecuente», apunta Susana Saiz, directora cambio climático y sostenibilidad de Arup en España.