Nicole Kidman: "Trabajo porque es mi pasión, no porque lo necesite"
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A punto de cumplir medio siglo, Nicole Kidman es una mujer renovada. Segura de sí misma y con unas prioridades muy claras, la actriz ha dejado atrás la imagen de rubia superficial centrada en su carrera artística para dar paso a una mujer mucho más sensata y volcada en su familia y en aspectos menos conocidos del mundo del cine. Casada en segundas nupcias con el músico australiano Keith Urban desde 2006, Kidman sabe muy bien lo que es luchar para que un matrimonio salga adelante.
Pese a lo que se pueda pensar, la vida no ha sido un camino de rosas para ella. Es cierto que sobre la alfombra roja todo parece idílico, pero de puertas para adentro las cosas son muy diferentes. Su primer matrimonio con Tom Cruise no fue nada fácil, debido en gran parte a la obsesión del protagonista de la saga «Misión Imposible» con la Iglesia de la Cienciología. Sin embargo, el amor llamó de nuevo a su puerta y junto al músico Keith Urban ha logrado formar una preciosa familia.
Aunque muchos culparon a Kidman del divorcio de Cruise porque incluso sus hijos adoptivos quisieron quedar bajo la custodia del actor, ella tiene la conciencia tranquila y con el paso de los años ha logrado recuperar el afecto de los niños, que a día de hoy son adultos. La actriz nunca ha querido renunciar a su carrera, pero es consciente de que a veces puede pasar factura a nivel familiar, tal como reconoció a la revista Entertaintment Weekly en una entrevista. Pese a esto, no puso remedio a la situación hasta la repentina muerte de su padre en 2014. Esto supuso un punto de inflexión en su carrera que le hizo replantearse sus prioridades.
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Nicole se ha vuelto muy selectiva con los papeles que interpreta y las películas en las que participa e intenta compaginar la vida profesional con la familiar y con otros proyectos solidarios como su papel como embajadora de Naciones Unidas contra la violencia de género, algo que le resulta muy gratificante. Pese a ser una estrella de fama internacional, se siente cómoda en su Australia natal, en vaqueros, botas y rodeada de los suyos, porque pese a la sofisticación que luce en cualquier alfombra roja la naturalidad sigue siendo su consigna.
No tiene grandes proyectos en mente, pero sigue siendo uno de los rostros más cotizados en el mundo publicitario y en las grandes citas cinematográficas, como el reciente Festival de Cannes. Su nivel de exigencia a la hora de elegir proyectos la han vuelto muy selectiva y solo acepta aquellos que considera lo suficientemente buenos o que valgan la pena, aunque a veces se equivoca, como en el caso del biopic sobre Grace Kelly, que fue un auténtico fracaso.
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En su última aparición en Cannes, la australiana ha asegurado que «continúa trabajando porque es su pasión, no porque lo necesite» y ha prometido que «rodará cada dos años con directoras para promover el auge del género femenino en la profesión».