Cayetano Martínez de Irujo, cumpleaños confinado y abandonado por su familia
Siempre pensé que era engreído y chulo o, al menos, lo parecía. Hace cinco meses vomitó su dura realidad en un libro que dinamitó la imagen de su noble estirpe, la familia Alba. Cayetano Martínez de Irujo, quinto hijo de la duquesa de Alba y de Luis Martínez de Irujo, narra en un desgarrador testimonio su triste infancia y juventud en el Palacio de Liria que le ha costado la ruptura definitiva con toda su familia. Este sábado cumple 57 años, confinado temporalmente, como todos, por el Covid-19, pero más solo que nunca, apartado del Palacio de Liria y enfrentado a sus hermanos, quienes no le perdonan que destapase secretos ocultos de los Alba.
Dicen que los primeros años en la infancia de una persona suele marcar el resto de su vida. En el caso de Cayetano Martínez de Irujo lo hizo a fuego despiadado y lento, según narra en su autobiografía publicada el pasado noviembre, ‘De Cayetana a Cayetano’ (Ed. La esfera de los libros). Con la publicación de la que dice “nadie se puede ofender; solo falta que te veten la posibilidad de expresar tu vida, tus sentimientos y de gestionar tu dolor”, sacudió, sin embargo, los cimientos de la familia con más títulos nobiliarios de España. Sus tres hermanos mayores, Carlos, Alfonso y Jacobo, y Eugenia, la única chica, le han dado la espalda y mantienen una guerra pública que sonrojaría a la matriarca de la familia, Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba. El único que se ha mantenido a su lado, según el propio Cayetano, es Fernando. Se siente abandonado.
Contó, entre lágrimas, en ‘Aquellos Maravillosos Años’, programa de Telemadrid que presentó hasta diciembre pasado la periodista Toñi Moreno antes de dar a luz a su hija Lola, cómo en su último ingreso hospitalario (ha sido intervenido varias veces en los últimos años por problemas de estómago) ninguno fue a verlo y ni siquiera le enviaron un mensaje telefónico. “Tengo un hermano de verdad que es Fernando. Hay otros cuatro que me quieren hacer culpable hasta de mi propia vida”.
Los problemas estallaron contra los muros de Liria, corazón de la Casa de Alba, cuando el 20 de noviembre de 2015, fallece en Sevilla la madre de los seis hermanos Martínez de Irujo. Desde ese día, Carlos, el primogénito, es el nuevo duque de Alba (el nombramiento oficial tardó unos meses) y anuncia en su primera entrevista, publicada por el diario ‘El País’, que su gestión “será muy activa en todos los frentes: cultural, económico cívico y con una importante proyección social”. Todo cambia radicalmente, la gestión y los objetivos, pero el hecho que trasciende casi de inmediato es que Cayetano, que había vuelto a casa de su madre tras separarse de su mujer, Genoveva Casanova, tiene que dejar Liria.
Su hermano le echa, bueno, imagino que le invitó a salir y que entendiera amablemente la situación, tal y como explicó en la mencionada entrevista: “Liria es la residencia oficial del duque de Alba y de su familia. Es natural que yo tenga espacio tanto para mis hijos como para mí. Mis hermanos pueden venir cuando deseen, pero cada uno tiene su casa, como es lógico”. ¡Puerta, hermano! Impactantes aquellas imágenes de Fernando saliendo de la enorme puerta vallada del palacio, ubicado en la madrileña calle de La Princesa, con un cuadro a cuestas. De todo, menos noble. La duquesa aseguró en su biografía “Lo que la vida me ha enseñado” (Ed. Espasa) que Carlos lo haría bien: “Es conservador y protegerá el título”. Entiendo que esas palabras no incluían la aprobación del cisma familiar, sin embargo, hay quien opina que el actual duque de Alba no hace más que lo que debe y que los cambios son necesarios en una gestión del siglo XXI.
Si las cosas se pusieron ya feas para Cayetano, apeado también de sus funciones laborales y sin ingresos, según él mismo explica, la publicación de su libro en el que detalla cómo vivían ajenos a la realidad, cómo se sintió abandonado cuando su nanny empezó a cuidar a su hermana recién nacida, Eugenia, y la siguiente niñera que le adjudicaron le pegaba y trataba mal, sin que nadie interviniera, empeoró la situación aún más. Desvelar la generalizada falta de atención materna o su terrible relación con Jesús Aguirre, segundo marido de su madre, unido a confesar que con la donación que les hizo la duquesa antes de casarse en terceras nupcias con Alfonso Díez, se ahorraron una considerable cantidad de millones de euros, hirieron de muerte la relación.
Digo que siempre me pareció chulo y engreído porque así se mostraba normalmente con la prensa. En ocasiones, agresivo, incluso. Lo conocí en persona en una fiesta, hace más de veinte años, cuando cubría el verano en Marbella. Allí estaba él: guapetón, vestido impecable y con la altivez que se le presupone a un aristócrata que das por niño consentido. Era el hijo de la duquesa de Alba, pero no era ni exquisito ni agradable en el trato. Pobre niño rico, pensaba yo. ¡Qué pena ser tan privilegiado y tan poco generoso! Años más tarde, después de volver de Holanda donde marchó para entrenar y dedicarse a la hípica, su verdadera pasión, protagonizó un sonado romance con la exmodelo Mar Flores a finales de los noventa que terminó como el Rosario de la Aurora, con urgencia hospitalaria incluida. Dio varias portadas y su nombre encabezaba lista patria de solteros de oro hasta que en 2001 conoció a la mexicana Genoveva Casanova, con quien tuvo mellizos. Cuatro años más tarde se casaron, pero él no pudo ser ni comportarse como un buen compañero. No es cosa mía, él mismo lo ha confesado. Nunca se ha sentido maduro para mantener una relación de pareja. Los malos recuerdos de las nannys, las carencias de amor materno e incapaz de ser fiel. Cada uno gestiona sus vivencias a su manera y según su capacidad. Ya cumplidos los 40, enfrentó a su madre a una conversación dura en la que le reprochó todo su sufrimiento. La duquesa lo entendió, se perdonaron mutuamente y se abrazaron hasta el último día.
Ese pobre niño rico, nunca fue lo segundo, al menos en cariño. Ahora descubro que tras su altivez escondía una infancia palaciega, pero desgraciada, una juventud desquiciada de principito que vivía la noche a tope hasta confundirse y una realidad falsa que le rompía el corazón en cada ausencia materna. El año pasado decidió escribir, contarlo todo. Pan y catarsis. No, no era simplemente chulo y engreído. Cayetano, Conde de Salvatierra, Duque de Arjona y Grande de España, era un chico desgraciado que aún hoy no ha encontrado su sitio en el mundo. Ahora dice haber perdonado todo y a todos para seguir adelante y quizá esta terrible pandemia haga entender a la saga que, más que nunca, hay que estar unidos.