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Albert Rivera, 90 días de libertad

El expolítico Albert Rivera y la cantante Malú esperan un hijo para esta primavera. Un nacimiento que marcará el comienzo de su nueva vida

‘Está enamorado’ fue la respuesta de un amigo cuando le pregunté hace unos días por Albert Rivera. Coordinó su cerrar de ojos y una súbita subida de hombros para añadir: “Ya sabes… cuando uno está enamorado, no hay nada más”. Rivera abandonó la política el pasado 11 de noviembre tras el descalabro de su partido, Ciudadanos, en las últimas elecciones. Fue un fuerte varapalo, pero tenía un plan B y nuevas ilusiones en lista de espera. Este domingo cumple 90 días de ‘libertad’ junto a su nuevo amor, la cantante Malú. La pareja espera un hijo para esta primavera.

Albert Rivera en una imagen de archivo / Gtres

Tras trece años dedicado en cuerpo y alma a la política, decía adiós a la mañana siguiente del fracaso electoral del 10N. Tenía claro que debía asumirlo: “Nunca me he tapado la cara, siempre he sido valiente”, explicaba el día que presentó su dimisión como presidente de la formación naranja y renunciaba al acta de diputado. Así que Albert cogió sus bártulos y se fue a vivir otra vida. El hombre al que su exmujer le reprochó estar casado con la política y no dedicar tiempo a la familia, según me cuentan, daba un vuelco a su vida: “Ha llegado el momento de servir a mis padres, que dejen de sufrir lo que han sufrido y que me acompañen; de servir a mi hija a la que he dedicado menos tiempo del que debería y menos fines de semanas de los que me tocaban. A mi pareja, que ha estado a mi lado, aguantándolo todo, contra viento y marea, en todo momento. A mis amigos, que me veían por la tele y quiero que a partir de ahora me vean en una reunión, tomando un vivo y hablando”. Está claro que es muy difícil conciliar; lo sabemos bien quiénes tenemos una profesión absorbente y sin horarios tipo. El barcelonés estuvo casado doce años con Mariona Saperas, con quien tuvo una hija, a quien adora. Tras el tsunami vivido, se propone ser mejor hijo, mejor padre y también mejor pareja.

Así, la otra vida de Albert comenzó al día siguiente de su despedida. Objetivo: desaparecer. Cogió el coche y condujo hacia el este de España con la mujer que ha estado a su lado “contra viento y marea” en el último año y medio. Esa era la libertad: carretera y manta, su chica y donde nadie nos juzgue. Luego volvieron para celebrar su cumpleaños junto a sus íntimos en la casa que comparten a las afueras del noroeste de Madrid. Ya sabían que esperaban un hijo. Todo comenzaba a recolocarse lentamente. Llegaba el final de un 2019 difícil, asimilar el adiós con 40 años cumplidos se preparaba para el segundo tiempo del partido -que diría Antonio Banderas-, pero Albert ya sentía morriña de lo que había dejado atrás: “No ha sido fácil”, escribía en su cuenta de Twitter, en la que también confesaba que echaba de menos a mucha gente buena. Despedía el año dando la bienvenida a un 2020 “con ganas y sin miedo” dando las gracias a la vida por “permitirle ser feliz”.

Un buen conocedor de Rivera, de sus inicios, de su pasión por la política y de su inesperada caída me asegura que le extraña que se aleje para siempre de lo que más ama. No lo ve trabajando en otro sector, “es un animal político”. Con solo 26 años se puso al frente de un partido. Era su máximo deseo y por eso pidió una excedencia en la entidad bancaria para la que trabajaba como Letrado de la Asesoría Jurídica de los Servicios Centrales de la Caixa. Lo tenía muy claro y decidió jugársela, dejar su trabajo, su sueldo fijo y embarcarse en la aventura de las elecciones autonómicas de 2006. Un camino incierto pero que le emocionaba. El 1 de junio de ese mismo año se convirtió en presidente de Ciudadanos. Nueva cara, nuevo cuerpo (posó desnudo para la campaña de su candidatura a la presidencia de la Generalitat de Cataluña en 2006) y aire fresco para el panorama político, anclado en el bipartidismo. No soy experta en política, ni lo pretendo, pero cómo olvidar aquella campaña; fue rompedora. Albert Rivera, era el nuevo líder, prometía y mucho, aunque necesitaba algunos cambios. ¿Sabían que entonces no gustaba a las mujeres? Sí, como lo leen. Así lo explicaban José Alejandro Vara y Pablo Planas en “Entre Bambalinas. Albert Rivera. Una biografía” (Stella Maris). Las encuestas del partido y del CIS, según me confirma Vara, así lo cantaban. Nunca lo hubiera dicho, conozco a muchas partidarias del atractivo catalán, pero los datos son lo que son.

Muchos se preguntan qué hace ahora el exlíder de la formación naranja. De momento, disfruta de su libertad, de su tiempo; le gusta pasear, vive tranquilo, sin agenda, pero con decisiones por tomar en cuanto a su futuro profesional. Hace tan solo unas semanas ha rechazado ser candidato a presidente de la Federación Española de Fútbol, después de que se filtrara en los medios que estaba en conversaciones. Acaba de celebrar la victoria frente al tuitero que le llamó cocainómano, quien deberá indemnizarle con 2.000 euros y es un secreto a voces que habría firmado con una destacada agencia de conferenciantes, Thinking Heads. Muy pronto, tras estos 90 días de libertad, volverá bajo los focos. Será en la presentación de su tercer libro, que se publicará el 31 de marzo. “Un ciudadano libre”, no podía ser de otra manera. Le hicieron una oferta en firme a la semana de dimitir. Contará su historia, cómo vivió este último año, su salida de la política, su decisión. Será dos semanas después de que los suyos celebren la Asamblea General de Ciudadanos. Me dicen que para no interferir. Nadie suelta prenda sobre si habla o no de Malú. Me gustaría saber si ese ciudadano libre, es feliz. Seguro que sí, que habla de ella, digo. La felicidad llegará en primavera.

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