Vinos de Madrid: Cadalso de los Vidrios y Aldea del Fresno
Dejar atrás el centro de Madrid en dirección a Gredos descubre paisajes en gran medida desconocidos para los madrileños más urbanitas. Escenarios con la montaña de fondo, salpicados de viñedos, donde el entorno natural va cambiando según se avanza en una ruta que serpentea por diferentes alturas.
Aldea del Fresno
Antes de adentrarnos en este sorprendente camino, hacemos parada en el último municipio adherido a Madrid Rutas del Vino de la subzona de Navalcarnero: Aldea del Fresno. Su casco urbano tiene atractivos destacables, como la Iglesia de San Pedro Apóstol -cuya torre es el único elemento que sobrevive de su construcción original de 1752- y la noria árabe, levantada a los pies de la iglesia en la orilla del río Perales.
Noria árabe en Aldea del Fresno / Gtres
Sin embargo, la gran riqueza del municipio es su entorno natural, que puedes descubrir a través de diferentes rutas, bien a caballo, en bici o a pie. Además, Aldea del Fresno cuenta con dos grandes atractivos de entretenimiento para toda la familia; la playa del Alberche, un lugar de baño y recreo perfecto para refrescarse en los días de más calor, y Safari Madrid, donde descubrir cómo se comportan las especies animales más exóticas.
Cadalso de los Vidrios
Seguimos la ruta y nos adentramos de lleno en la subzona de San Martín de Valdeiglesias (una de las tres en las que se subdivide la D.O. Vinos de Madrid) para coger rumbo a Cadalso de los Vidrios, la localidad que hoy centra nuestra atención. Es uno de los últimos municipios madrileños antes de Ávila y tiene la sierra de Gredos como telón de fondo. Allí nos reunimos con Antonio, un malagueño enamorado del vino, que encontró en esta zona su proyecto más personal: “En los años 90 ya se hablaba de un potencial especial”, nos cuenta. Buscó finca y se embarcó en una “locura” llamada Aumesquet.
Bodega Aumesquet
“¡Aquí se ha perdido tanto viñedo viejo! Estamos en una de las zonas vinícolas más antiguas y durante siglos se ha vivido de la vid, pero en los años 90 se abandonó el viñedo”, lamenta Antonio, quien, además de dedicarse a la producción de vino, se ha unido a la labor de recuperación de variedades autóctonas. Por un lado, la garnacha, tinta propia de esta tierra, y por otro el albillo, una uva “que ofrece vinos muy interesantes” y con la que lanzará un blanco próximamente.
Antonio es malagueño, pero encontró en esta zona de Madrid un lugar por el que apostar / Gtres
Desde una construcción moderna perfectamente pensada para la producción de vino, con una planta bajo tierra, Antonio llena y embotella de forma manual los diferentes vinos que elabora. “Soy un gran defensor del vino joven”, confiesa, tanto que es el que más venden. Vinos donde se distingue la fruta, sin maderizar, con gran reflejo de la tierra, como Finca Mariscalas, con 9 meses en depósitos de acero sobre sus lías. Ya con madera, Aumesquet cuenta con dos referencias, Mariscalas 4 y Mariscalas 8, cuyos nombres hacen alusión a los meses durante los que reposa en barrica. Todas ellas se pueden adquirir en la misma bodega, donde, además, organizan animadas y didácticas actividades enoturísticas, también orientadas a los pequeños de la casa.
Cooperativa Cristo del Humilladero
En pleno centro de Cadalso de los Vidrios se encuentra la cooperativa de vino del municipio, fundada en 1957. “Hemos pasado de ser productores de granel durante 50 años a apostar por un vino embotellado, lo más natural posible y sujeto a altos estándares de calidad”, comenta Ricardo, Presidente de la Cooperativa, orgulloso del gran reto al que han hecho frente. Trabajan la garnacha y el albillo, variedades autóctonas, pero también otras como tinta de toro o merlot, con una producción total de 400.000 kilos, que nada tiene que ver con los 4 millones de hace 20 años.
Ricardo, Presidente de la Cooperativa de Vinos Cristo del Humilladero / Gtres
Además, están recuperando variedades locales pre-garnacha, generando sinergias con otros profesionales del vino de la zona, avanzando en tecnología y sacando adelante referencias elaboradas con mimo y a precios más que competitivos. Hasta 13 son los vinos que se producen en la Cooperativa Cristo del Humilladero, un claro ejemplo de cómo una estructura clásica de socios puede modernizarse y conseguir excelentes resultados. ¿Lo próximo? Sala de catas y hasta cafetería. De momento, pueden presumir de hacer llegar sus vinos a un buen número de países, como Finlandia, EEUU o Japón.
Bodega Alberto Ayuso
Sin salir del casco urbano, hacemos parada en otra bodega, donde Alberto nos recibe entusiasmado con su proyecto. “Desde 1780 hemos sido todos bodegueros y viticultores en mi familia. Mi padre, que no era de esa rama, era enólogo y, a partir de ahí, tanto mis hermanos como yo somos enólogos”. Allí tiene su ‘laboratorio’, donde trabaja sus vinos desde la parte más técnica. Sin embargo, confiesa que con lo que más disfruta es con la gente: “Enseñando cómo se elaboran los vinos, explicando como se cata…”. Y es que han hecho del enoturismo un gran valor dentro de la bodega, con diferentes planes que incluyen desde visitas turísticas por el municipio a rutas a caballo.
Alberto Ayuso pertenece a una familia de bodegueros y viticultores que se remonta a 1780 / Gtres
Cuentan con dos familias de vinos: Valdehuseros y Fuente Ladrona. De la primera elaboran blanco seco (albillo real), blanco semi (el nuevo de la familia, un albillo real con un ligero toque dulce), rosado (garnacha y merlot) y tinto (garnacha y tempranillo). La segunda está enfocada a los tintos con crianza, un monovarietal merlot y un coupage de garnacha y tempranillo. Con un syrah en camino, tienen, además, vinos de estrujón y vermut.
Qué ver en Cadalso de los Vidrios
La Plaza de la Corredera, punto de encuentro de los locales, la fachada de la Casa de los Salvajes, con sus blasones sobre la piedra, la fuente de los Álamos o la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVI, son algunos de los lugares de interés que ofrece Cadalso de los Vidrios.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Cadalso de los Vidrios / Gtres
Por supuesto, sin olvidar el Palacio de Villena -que solo se puede disfrutar por fuera pues es privado- y cuyos jardines exteriores albergan un gran estanque donde se llegaron a escenificar batallas navales. Gastronómicamente hablando, la localidad cuenta con diferentes locales donde disfrutar de buena cocina y, como no podía ser de otra manera, vinos de la zona.
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