Alejandra Silva esculpe su figura por 65 euros la hora en un exclusivo gimnasio de ‘La Moraleja’
Copiar la rutina fitness de la filántropa gallega cuesta más de lo que imaginas, pero promete resultados de portada
La empresaria ha encontrado en un estudio boutique de entrenamiento de fuerza su santuario personal
Alejandra Silva: empresaria, filántropa y musa de las redes, ha demostrado que la maternidad y la rutina benéfica —esposa de Richard Gere y madre de Albert (12), Alexander (6) y Jamie (5)— no están reñidas con un físico de infarto. Instalados en un fastuoso chalet de La Moraleja, ella y el actor icono del cine mantienen un frenético activismo en HOGAR SÍ, donde, desde 2015, defienden con pasión una causa social que les llevó a incorporarse oficialmente al patronato este pasado abril.
Más allá de sus causas solidarias y de los saraos de la ‘jet’, Alejandra recarga pilas cada día con el entrenamiento de fuerza. A su lado está Crys Dyaz, fisioterapeuta y entrenadora personal de cabecera para media lista ‘VIP’: actrices como Blanca Suárez y Sara Sálamo, presentadoras como Lara Álvarez y influencers del calibre de Laura Escanes y María Pombo confían en ella para sudar la camiseta.
El protocolo comienza con un ejercicio que ya de por sí despierta el instinto de poder: sentadillas profundas con el balón pegado a la cadera, generando una tensión continua en glúteos y muslos mientras el abdomen se convierte en el epicentro del equilibrio. Ese momento, capturado en sus stories, muestra a la madre de familia concentrada, clavando la mirada en un punto fijo y dominando la postura. En un espacio, equipado con lo último en maquinaria, las sesiones individuales salen a 65 euros, o 55 si contratas un bono de 10 clases. Además, ofrecen asesoría nutricional y un club de running para quienes quieran ir un paso más allá.
A continuación, el siguiente acto es puro glamour musculado: un press de pecho tumbada sobre un cajón, elevando dos mancuernas como si alzara dos copas de champagne. La espalda, siempre alineada sobre el box, simula el gesto de quien brinda por cada éxito, sin permitir ni un ápice de curvatura que delate debilidad.
Pero el clímax llega al pivotar hacia las cintas TRX: jalones en suspensión que replican la sensación de escalar un precipicio interior. Cuerpo sujeto únicamente por dos tirantes, manos firmes, hombros echados hacia atrás y el core en llamas. Cada repetición revela su disciplina. Para cerrar, un estiramiento dinámico con el balón medicinal.
Y es que, lejos de ser un capricho estético, el trabajo de fuerza a partir de los cuarenta se convierte en una auténtica tabla de salvación: frena la pérdida natural de masa muscular, previene la fragilidad ósea y refuerza la postura, reduciendo el riesgo de dolores crónicos. Además, dispara el metabolismo, ayuda a mantener el peso y aporta una sensación de empoderamiento físico y mental que trasciende el espejo.