El especial vínculo entre los Borbones y los nuevos emperadores de Japón
En 1986, la infanta Elena hizo un viaje al País del Sol Naciente que supuso el inicio de la historia de amor entre Naruhito y Masako.
No fue una historia de amor fácil, pero dicen que si no cuesta, no merece la pena. Los comienzos entre los que ahora se confirman como nuevos emperadores de Japón resultaron harto complejos y en ellos tuvo un papel muy especial la Familia Real Española. Corría el mes de octubre del año 1986 cuando la entonces Casa del Rey anunciaba un viaje privado de la infanta doña Elena al País del Sol Naciente. Seis días en los que la hija de don Juan Carlos apenas presidiría dos actos, por un lado, una exposición dedicada a El Greco y una recepción organizada por el emperador Hiroito en la que doña Elena podría disfrutar de la tradicional ceremonia del té. Esta última cita era, sin embargo, la más interesante.
Aunque doña Elena no lo sabía, al encuentro se iba a invitar a varias jóvenes con el objetivo de que el entonces príncipe Naruhito pudiera conocer a mujeres solteras y elegir una esposa, una cuestión que, a sus entonces veintiséis años, resultaba de vital importancia. Pese a que en la lista inicial no se encontraba la hoy emperatriz Masako, dicen que alguien se encargó de incluirla, y fue entonces cuando se obró el milagro: Naruhito quedó absolutamente prendado de ella. Masako era una joven brillante. Hija de diplomático, había viajado por muchos lugares gracias a la profesión de su padre, lo que le había permitido no solo aprender varios idiomas, sino desarrollar una sensibilidad especial.
Sin embargo, pese a la insistencia de Naruhito, ni Masako ni la corte aprueban su relación. Por un lado, el padre de la joven no cuenta con un historial ‘limpio’, y por otro, Masako no ha desarrollado la totalidad de su vida y su carrera en las fronteras del país, lo que la convierte en una mujer poco apropiada para un emperador. A esto hay que sumar su origen plebeyo.
Aunque los cuentos de hadas hoy en día no existen, lo cierto es que en el caso de los emperadores de Japón, al final, el amor triunfó sobre las demás barreras. No sabemos si por la insistencia de Naruhito, las renuncias de Masako o porque estaba así escrito, pero lo que no se puede negar es que si no fuera por el papel de los Borbón -y más en concreto de doña Elena- quizás está unión no se habría producido.