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A mediados del pasado siglo, la historia de amor entre Grace Kelly y el príncipe Rainiero de Mónaco se convirtió en el paradigma de los cuentos de hadas. Una boda por todo lo alto en el año 1956 que acaparó la atención internacional y que suponía la llegada del glamour de Hollywood al Principado. Un romance que, según se ha contado siempre, empezó con un flechazo y terminó de una manera trágica, cuando la exactriz falleció en un accidente de tráfico.
A pesar de que no cabe duda alguna de que la historia de amor fue absolutamente real, lo cierto es que tras su enlace hubo algunos motivos de los que no se suele hablar. Al igual que en el caso del príncipe Alberto hace unos años, para Rainiero era fundamental asegurar una sucesión legítima al Principado pero, además, en esa época, Mónaco nada tenía que ver con el pequeño paraíso que es hoy, donde residen importantes fortunas y se respira lujo y exclusividad a todos los niveles.
En el momento del enlace, el Principado estaba aquejado de importantes problemas económicos a consecuencia de las deudas derivadas de la Segunda Guerra Mundial pero también había conflictos internos. Por ejemplo, la hermana de Rainiero conspiraba contra él porque ella tenía herederos.
En esta tesitura Aristóteles Onassis se convirtió en uno de los mejores consejeros para el Príncipe. De hecho, insistió en lo importante que era que se casara y encontrara a la mujer adecuada, capaz de devolver el esplendor a Mónaco. Y esto fue lo que ocurrió.
Según reveló el productor de cine Robert Evans en su autobiografía, Onassis estaba a cargo de la Sociedad Monegasca de Bancos y Metales, una entidad que controlaba el Casino de Montecarlo y otras propiedades y que se encontraba en bancarrota. De hecho, se había llevado por delante parte de la fortuna de Rainiero. Fue precisamente el armador quien tuvo la idea de darle bombo al futuro compromiso del Príncipe y que su boda se convirtiera en toda una atracción turística.
Onassis tenía claro que la elegida debía ser una actriz de Hollywood, cuya presencia atrajera a las grandes fortunas y provocara que Mónaco fuera el destino soñado para figuras destacadas. A pesar de que en un principio se pensó en Marilyn Monroe, pero su perfil no resultaba el más adecuado. Fue entonces cuando se pensó en Grace Kelly quien, al principio se mostró reticente a la idea.
El padre de Grace Kelly pagó dos millones de dólares de la época como dote y la unión de la pareja se convirtió en uno de los grandes temas del momento. De hecho, Mónaco no tardó mucho en ser el lugar elegido para pasar su tiempo de los más ricos del mundo. Una realidad que hizo que Rainiero saldara cuentas y con el paso de los años logró recuperar el control del banco y hacer que Onassis se marchara.