Urdangarin, paso atrás en el cumplimiento de su condena
A punto de cumplirse dos años desde su entrada en prisión, Iñaki Urdangarin ha perdido algunos de los beneficios que le habían sido concedidos
Hace dos meses y medio pensaba en Urdangarin, más solo que nunca en la cárcel de Brieva. El estado de alarma decretado por el gobierno el 14 de marzo pasado agravó de manera súbita su confinamiento y quedaba completamente aislado en el módulo de hombres de la prisión de Brieva (Ávila). La infanta Cristina, que lo ha visitaba regularmente cada mes, desde que ingresara en junio de 2018, se veía también incomunicada en su casa de Ginebra con sus dos hijos menores. No podría viajar a España para ver a su marido. Este viernes, Irene, la benjamina de la casa, cumplía 15 años. Imposible ver a papá. La Audiencia de Palma de Mallorca acababa a primeros de abril con su pretensión de salir 2 fines de semana al mes y la Covid 19 infectaba gravemente, además, su calendario de salidas. Vuelta atrás: aguardar de nuevo la concesión de un permiso, el cambio de clasificación a tercer grado y la reanudación de las comunicaciones en Brieva.
¿Qué es eso de tener dos findes libres al mes? El alto tribunal balear le dijo que no al estimar el recurso presentado por la Fiscalía, en contra de la decisión del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria 1 de Valladolid que sí le concedió la posibilidad disfrutar de fines de semana alternos fuera de prisión. Ya tenía planes y dos cumpleaños familiares pendientes: el de su hijo Miguel, el 30 de abril, y el de Irene, este pasado viernes. Las pretendidas salidas supondrían, según el auto de la Audiencia de Palma “el paso del penado a un régimen abierto, propio del tercer grado que todavía no tiene” y añadía que tampoco tendrían por finalidad “atender obligaciones laborales (que tampoco constan) u otro tipo de obligación similar” ni que sean la solución a algún problema de salud que, al menos, “conste que tenga”. La fiscalía entiende, por su parte, que el régimen del que estaba disfrutando constituye “un agravio comparativo al crearse una situación de desigualdad con el resto de los internos de idéntica situación clasificatoria”. Paso atrás, Iñaki.
En septiembre de 2019, Urdangarin comenzó un voluntariado fuera de prisión en el hogar Don Orione de Pozuelo de Alarcón, dónde atiende a personas discapacitadas, a casi 100 kilómetros de Brieva. Algunos datos, sitúan a la reina Sofía como artífice de esta actividad, que contó con el permiso del juez de Vigilancia, y que permitió a su yerno salir del recinto penitenciario, cambiar de aires y abandonar la soledad del módulo en el que cumple condena en solitario. El pasado 14 de mayo, el Ministerio el Interior reanudaba en todas las prisiones españolas las comunicaciones y los permisos que se suspendieron en marzo, una vez decretado el estado de alarma. La desescalada llega también a la celda de Urdangarin, para alivio del devastado cuñado de don Felipe. Se recuperan las salidas que ya estaban concedidas antes del confinamiento. El marido de la infanta Cristina disfrutó de su último permiso del 14 al 20 de febrero, hace relativamente poco tiempo. La pandemia le confinó después en el centro penitenciario sin solución.
Probablemente, cumplir la sentencia que le impuso la Audiencia de Palma en 2017 de seis años y tres meses en ese modulo solitario, ha sido un error del que ya se haya dado cuenta. Por aislarse del resto de internos que en circunstancias normales podrían complicarle la vida, Iñaki prefirió ser un hombre solo. Eligió la prisión de Brieva, cuyo módulo de hombres se sabía deshabitado. Nadie le vería, ni a él, ni a la infanta cuando fuese a visitarlo. Así no podrían hablar ni contar. ¿Con otros presos? No, rotundamente, no. Nada de mezclarse. Y así fue: solo, pero destruido. El monstruo de la soledad casi lo devora en los durísimos primeros meses. Su constante contacto con su mujer – “My kid”, la incondicional- y con su familia materna, le dieron soporte emocional los primeros 15 meses hasta que llegó su primer permiso la pasada Navidad. Toda España le vio llegar a la casa familiar de Vitoria, donde vive su madre, y disfrutar de cuatro días junto a los suyos.
El pasado 14 de febrero, la infanta Cristina lo recogía de nuevo a la salida del Hogar Don Orione, al término de su jornada de voluntariado, para poner de nuevo rumbo a Vitoria y los 6 días concedidos en su segundo permiso reglamentario. Un mes después, el 14 de marzo era la infanta Elena la que lo visitaba en Brieva. La Covid 19 arrasaba el mundo. España en estado de alerta. La hija mayor del rey Juan Carlos conducía hasta el centro penitenciario para ver a su cuñado, por última vez, antes de que fuera imposible salir de la Comunidad de Madrid. Era sábado y lo hizo, entiendo, sobre todo por su hermana Cristina. Sus hijos estaban fuera de Madrid y fue a hacer lo que creyó que debía.
Solo, más aislado que nunca, Urdangarin ha pasado uno a uno, probablemente los días más duros desde que llegara a Brieva aquella mañana de junio de hace casi dos años. La pandemia acababa con la vida de muchos miles de españoles, casi medio millón en todo el mundo. Preso, solo, aislado. No lo veo consultando recetas, ni aplaudiendo a las ocho, ni siguiendo clases por YouTube; no puede, aparte. Ahora, de nuevo, pendiente de un permiso penitenciario. Clasificado en segundo grado, Iñaki puede disfrutar de hasta 36 días al año. Paso atrás en su condena. Tendrá que esperar.