Harald y Sonia de Noruega: el polémico amor que condicionó el destino de la Reina Sofía
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Sonia Haraldsen tenía solo quince años cuando conoció al príncipe Harald -de la misma edad- en un campamento de verano en el fiordo de Hardanger. Ella era una aspirante a diseñadora de moda, la cuarta hija de un comerciante de tejidos, pero, en ningún momento se le había pasado por la cabeza que podría convertirse en reina consorte. Sin embargo, el destino tenía otros planes para su futuro.
Entre Sonia y el hijo del entonces monarca, el flechazo fue instantáneo. No obstante, la joven no quiso pensar en lo que podría ocurrir si comenzaba un romance con él. Un matrimonio morganático podría resultar fatal para la monarquía, pero a veces es muy complicado ponerle freno a los sentimientos. Ya lo decía Blaise Pascal, «el corazón tiene razones que la razón no entiende». Quizás algo así fue lo que sucedió entre Harald y a Sonia de Noruega es quizás una de estas.
El entonces príncipe heredero y la aspirante a diseñadora optaron por empezar una relación que llevaron en secreto durante casi una década y que fue posible gracias al apoyo y la complicidad de sus amigos más íntimos, que les facilitaban el envío de cartas, las citas clandestinas o las llamadas.
Si bien el flechazo entre los dos adolescentes fue inmediato, al principio Sonia se negó a tener más que una buena amistad con Harald. A pesar de saber que un posible matrimonio morganático haría peligrar la monarquía, se embarcaron en una relación que llevaron en secreto durante 9 años gracias a la complicidad de sus amigos más íntimos, quienes facilitaban el romance a través de cartas, llamadas o citas.
Una vez que Harald cumplió la mayoría de edad, el Príncipe tomó una decisión que para él no tenía vuelta atrás. Decidió confesarle a su padre el romance con Sonia. Sin embargo, el monarca se negó en rotundo a aceptar la relación, es más, obligó a Harald a terminar la relación y buscar una posible novia que cumpliera con los requisitos que él consideraba necesarios.
Ante esta situación, Sonia fue enviada a Lausana a continuar sus estudios de diseño, que compaginó con otras disciplinas, mientras que Harald ingresó en la Universidad de Oxford. En este tiempo, se plantearon varias posibles candidatas a futura reina de Noruega, entre las que se encontraban Desirée de Suecia o la Reina Sofía. Mientras que con la primera no hubo mucha relación, con la madre de Felipe VI sí que entabló una especial amistad desde que se conocieron en una fiesta en el Castillo de Fredensborg, donde formaron pareja de baile.
Tanto los padres de Harald, como los reyes Pablo y Federica de Grecia estaban de acuerdo con esta relación, es más, se cuenta que doña Sofía estaba encantada con el príncipe noruego, aunque finalmente, no pudo ser. Harald dio un golpe en la mesa al conocer que Sonia había amenazado con suicidarse si se casaba con doña Sofía -algo que nunca se ha confirmado oficialmente, pero que es vox populi- y puso contra las cuerdas al rey Olav.
El Príncipe dijo que o se casaba con Sonia o renunciaba a sus derechos dinásticos, por lo que al monarca no le quedó otro remedio que aceptar sus condiciones. Olav era plenamente consciente de que la renuncia de Harald habría supuesto el final de la joven dinastía Glüscksburg de Noruega, ya que no tenía más hijos.No obstante, hay otra teoría que dice que lo que ocurrió en realidad fue que la dote ofrecida por los padres de doña Sofía era escasa para los estándares de Noruega, por lo que el compromiso no salió adelante
Finalmente, 29 de agosto de 1968 las campanas de la Catedral del Salvador de Oslo repicaron como nunca en la boda del príncipe Harald de Noruega y Sonia Haraldsen. La ciudad se engalanó para la ocasión con banderas y flores, así como con fotografías de los novios con sus respectivos monogramas. Oslo se convirtió en escenario de una de las citas más importantes de las últimas décadas, una boda real que, en otro tiempo habría sido imposible y que fue la primera piedra de un matrimonio que ahora cumple 55 años, con dos hijos y cinco nietos. El propio Harald quiso expresar en el banquete lo feliz que le hacía haber llegado a este punto: Sabes mejor que nadie lo que siento y mejor que nadie entiendes lo que este momento significa», le dijo a Sonia. Una prueba clara de que siempre merece la pena luchar por lo que uno quiere y que nunca hay que dejar de intentarlo.