Si Don Juan levantara la cabeza
Don Juan de Borbón falleció el 1 de abril de 1993, casi un mes después de que recibiera el último abrazo de su hijo, don Juan Carlos
Fue la primera vez que vimos llorar al rey Juan Carlos. Aquella imagen de dolor durante el entierro de su padre, en abril de 1993, le humanizó más que nunca. Se cumplen 27 años de la muerte de Don Juan de Borbón en este abril que comienza, azotado por la crisis sanitaria; un aniversario que llega días después de que el rey Felipe, su nieto, haya roto con su padre públicamente para vergüenza de la Familia Real.
Don Juan cedió sus derechos dinásticos a Don Juan Carlos, obligado por Franco, muy a su pesar. “Majestad, por España. Todo por España”. Fue en 1977, dos años después de la muerte del dictador, en una ceremonia sencilla en el palacio de La Zarzuela. Los motivos que han llevado a Don Felipe a tomar esta decisión histórica sin precedentes de desvincularse de su padre habrían roto de dolor a su abuelo, con gran sentido del deber institucional.
Don Juan Carlos se despidió de su padre casi un mes antes de su muerte. El 7 de marzo le dio el ultimo abrazo. Nadie, solo ellos, saben que se dijeron entonces. Al día siguiente entró en una agonía que le mantuvo inconsciente 24 días hasta su fallecimiento el 1 de abril de 1993. “No puedo decirles cuáles fueron las últimas palabras de don Juan. No las oí porque los médicos hemos sido muy respetuosos con la intimidad de la familia, pero sí vimos de lejos el entrañable abrazo de despedida que Don Juan dio al Rey el día en que comprendió que su vida se acababa”. Así explicaba el emotivo momento el doctor Rafael García Tapia, jefe del equipo médico que atendió a Don Juan en la Clínica Universitaria de Pamplona (Navarra) desde el 16 de septiembre de 1992. Desde ese día y hasta su fallecimiento seis meses después, tuvo varios ingresos. Dos años antes le habían diagnosticado de un cáncer de laringe en el Memorial Hospital de Nueva York.
Cuentan que se fue sabiéndose querido y respetado y reconfortado por la compañía de sus tres hijos – el rey Juan Carlos y las infantas Pilar y Margarita- hasta el final. El mismo doctor García Tapia desveló una anécdota que recogió el diario ‘El País’ tras la rueda de prensa posterior a su fallecimiento que transmitía su gran sentido del humor: “Al regresar del último acto público al que asistió, en el que se le impuso la medalla de Oro de Navarra, Don Juan comentó, no sin humor: “quizá esto ha sido un homenaje póstumo”.
Corona y tatuajes
Siempre supo de lo irreversible de su enfermedad, como un día descubrió que ya nunca sería Rey pese a ser legitimo heredero de su padre, el rey Alfonso XIII. Luchó, pero Franco hizo lo imposible para que no reinara, pensaban muy diferente, y la alternativa fue su hijo Juan Carlos, quien vino del exilio familiar a España para ser educado a las órdenes del dictador. El conde de Barcelona, único título que Don Juan ostentó desde que renunciara a sus derechos dinásticos en 1977, supo que su padre tuvo que retirarse tras el descalabro en las urnas en 1931.” Las elecciones celebradas el domingo revelan claramente que no tengo el amor de mi pueblo “. Así encabezaba el manifiesto del 14 de abril de ese mismo año en el que anunciaba que “suspendía deliberadamente el ejercicio del Poder Real y se apartaba de España, reconociéndola, así como única señora de sus destinos”. (Don Juan. Luis María Anson, editado por Plaza y Janes). Don Juan fue su heredero, pero en sus casi ochenta años de vida (murió un mes antes de cumplirlos) nunca fue Rey, pese a su profundo deseo y convicción.
El abuelo de Felipe VI siempre tuvo pasión por el mar, afición que nació durante sus veranos en el Palacio de la Magdalena, regalo de la ciudad de Santander a su madre, la reina Victoria Eugenia. Ingresó en la Escuela Naval Militar a finales de los años 20, pero tuvo que continuar su formación en Marina Real Británica, al proclamarse la Segunda República en 1931. Se sentía tan lobo de mar que incluso se hizo dos tatuajes. Navegó por el Océano Indico, el Golfo Pérsico y el Mar Rojo durante dos años. Fue entonces cuando el infante entonces se tatuó dos dragones: uno de origen hindú, en el brazo derecho y otro, con motivos chinos, en el izquierdo.
Su vida estuvo marcada por el exilio, la muerte de su hijo Alfonso -en el terrible accidente en el que a don Juan Carlos se le disparó un arma hiriendo mortalmente a su hermano- y su renuncia obligada a sus derechos dinásticos, tras designar Franco a don Juan Carlos su sucesor a título de Rey. En el año 1982 volvió definitivamente a España con su mujer y compañera de vida, doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans, y se instalaron en la distinguida urbanización madrileña Puerta de Hierro. A su muerte, el hijo por el que renunció al trono, le homenajeó con honores de Rey en su entierro y se le adjudicó una tumba en el panteón de Reyes en la Cripta Real del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, con la inscripción “Ioannes III, comes Barcelona”, por expreso deseo de don Juan Carlos.
La Historia ha querido que no viera caer a su hijo el Rey, que no presenciara la ruptura, el repudio público de padre a hijo; todo lo contrario que hizo él con don Juan Carlos. “Majestad, por España; todo por España”; que no supiera nada de su romance más letal y otras historias extramatrimoniales, ni de sus malos modos con la reina Sofía; tampoco de sus comisiones bochornosas, sus negocios ocultos y sus supuestas cuentas en Suiza; de su “lo siento mucho; me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Parece que ha vuelto a ocurrir. Si Don Juan levantara la cabeza.