Las grandes contradicciones detrás del título al que se aferran Enrique y Meghan
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Desde que el príncipe Harry y Meghan Markle anunciaran por sorpresa su deseo de abandonar sus obligaciones como miembros senior de ‘La Firma’ y comenzar una nueva vida independiente han sido muchos los frentes abiertos a los que la pareja ha tenido que hacer frente, pero también los propios integrantes de la Familia Real.
A pesar de que la pareja ha arremetido duramente contra ‘La Firma’ y contra la prensa, sobre todo en la docuserie que se acaba de estrenar en la plataforma Netflix, lo cierto es que, más allá de que la Reina les retirara algunos honores tras su marcha, aún conservan uno de sus títulos más importantes y parece que se resisten a no utilizarlo, a pesar de que, por ejemplo, no se les permite el tratamiento de Alteza Real.
Cuando el príncipe Harry se casó con la actriz norteamericana, la Reina Isabel le otorgó un título nobiliario, al igual que hizo con su hermano, el príncipe Guillermo o con la mayoría de sus propios hijos. En este caso, a Harry y a su nueva esposa les concedió el título de duques de Sussex, además del de condes de Dumbarton y barones de Kilkeel. El Ducado de Sussex era uno de los pocos títulos que estaba vacante cuando Harry y Meghan se casaron y su origen se remonta a comienzos del siglo XIX, a la etapa del Rey Jorge III (1738-1820).
El primer duque de Sussex fue el príncipe Augusto Federico, barón Arklow y conde de Inverness, sexto hijo del mencionado Jorge III. Un príncipe fuera de lo común, muy en la línea con la actitud del propio Harry. Se casó en dos ocasiones y sus dos bodas fueron en contra de la Ley de Matrimonios Reales de 1772. Por este motivo, su descendencia fue considerada ilegítima.
Sin embargo, más allá de las posibles ‘similitudes’ entre el primer -y último- duque de Sussex, lo cierto es que este título tiene un pasado que entra en clara contradicción con una de las cuestiones de las que más se ha quejado la pareja: el racismo. Desde que salieron de la Familia Real, uno de los temas de los que más han hablado Harry y Meghan es de haber recibido un trato racista, por parte de la prensa y de algunos miembros de la Familia Real. Incluso, han llegado a decir que había cierta alarma por el posible color de la piel de su hijo mayor.
A pesar de que en ningún momento han dicho claramente por parte de quién han recibido un trato racista -aunque sí que han dejado claro que nunca fue por parte de la Reina Isabel-, la pareja no ha tenido reparos en mantener el título que les dio la anterior soberana. Algo que, al margen de quienes consideran que deberían retirárseles directamente por su nuevo estatus, resulta un tanto llamativo.
Y es que no hay que perder de vista que el monarca que creo originariamente el Ducado de Sussex, Jorge III apoyó durante décadas el trabajo de esclavos en los países del Caribe que formaban parte del Imperio Británico a través de la London Society of West India Planters and Merchants. Es cierto que en 1807 Jorge III firmó la orden que abolía el comercio de esclavos, pero lo hizo en un momento en el que ya estaba aquejado de una enfermedad mental, a lo que hay que sumar que la esclavitud no se prohibió como tal hasta el año 1833.
Primera duquesa de Sussex
Dada la situación del primer duque de Sussex, el príncipe Augusto Federico, ninguna de sus esposas recibió el título de duquesa de Sussex. Su segunda esposa, sí que ostentó el título de duquesa de Inverness, pero el ducado de Sussex retornó a la Corona al morir Augusto Federico en 1843.
Ni Augusta, primera esposa de Augusto – e hija del IV conde de Dunmore –, cuyo matrimonio fue anulado, ni Cecilia -su segunda esposa e hija del conde de Arran- pudieron usar el título que sí lleva ya Meghan. Esto la ha convertido en la primera duquesa consorte de Sussex de la historia. Ninguna de las dos esposas de Augusto Federico fueron aceptadas en la Familia Real Británica, aunque a la segunda sí que se le permitió vivir en el palacio de Kensington.