Los ‘incidentes’ que marcaron la boda de la Reina Isabel y Felipe de Edimburgo
Se cumplen 76 años del enlace de la Reina Isabel y el duque de Edimburgo.
La boda fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX.
La celebración estuvo llena de anécdotas y curiosidades.
La Reina Isabel falleció el 8 de septiembre de 2022, pero su recuerdo continúa muy presente entre los británicos y también en el resto del mundo. Mucho más que nunca en este mes de noviembre, que se cumplen 76 años de su boda con Felipe de Edimburgo. La entonces princesa Isabel no podía imaginar aquel 20 de noviembre de 1947 que apenas unos años después, tras la muerte de su padre a consecuencia de una enfermedad, ella se convertiría en jefa del Estado, cuando era aún muy joven. La madre del rey Carlos III tuvo que decir adiós a la tranquilidad y a una de las etapas más felices de su vida de manera abrupta y repentina, pero su compromiso con la Corona estaba por encima de cualquier otra cosa. Algo que demostró a lo largo de sus más de nueve décadas de vida.
Aquel 20 de noviembre, las cosas no fueron tan idílicas como cabría haber esperado, al menos, no del todo. Cualquier otra novia en el lugar de Isabel II habría pensado que todos los contratiempos que se sucedieron eran el presagio de algo malo, pero en realidad, la pareja no solo disfrutó de una vida longeva, sino de un matrimonio largo y estable. Es más, el declive de la Reina Isabel comenzó cuando, en abril de 2021, perdió a Felipe, su roca, como ella solía decir. Pocas imágenes tan tristes como la de la monarca, de negro y con mascarilla, sola en un banco de la Capilla de San Jorge en el funeral de su esposo, por las restricciones de la pandemia.
Los imprevistos de una boda histórica
Aunque se trató de uno de los acontecimientos más esperados del siglo pasado y que todo se planificó al milímetro, lo cierto es que el enlace no estuvo exento de algunos altercados. El primero de ellos tuvo que ver con la tiara de diamantes que la abuela de Isabel II, la reina María de Teck, le prestó y que se rompió apenas unas horas antes. Un detalle que pudo solucionarse gracias a la habilidad del joyero de la Familia Real, ya que Isabel no quería, en ningún caso, cambiar de joya. En tiempo récord, el joyero reparó la pieza en su taller, aunque en las fotografías se nota que fue una reparación de emergencia.
El problema de la tiara no fue el único que tuvo que afrontar la futura jefa de Estado. Y es que Isabel se olvidó en el Palacio de St. James un collar de dos hileras de perlas que sus padres le habían regalado por la boda. La joya se había quedado entre otros regalos y tuvo que ser su secretario el que se trasladara lo más rápido posible a recogerlo. El asistente de la Reina Isabel tuvo que requisar el coche del rey de Noruega y hacer parte del trayecto a pie, por los cortes por la cantidad de gente que se concentró en la calle. Por suerte, al final, Isabel tuvo su collar sin mayores incidencias. Además, también hubo problemas con el ramo de novia, de hecho, hace unos años se reveló que los novios tuvieron que repetir semanas después las fotografías oficiales con una réplica del bouquet.
Un vestido pagado con cupones
Para su boda con Felipe, Isabel II confió en el diseñador Norman Hartnell, que elaboró un espectacular modelo en color marfil cargado de detalles especiales. Fue confeccionado por 25 costureras y diez bordadores, que trabajaron, como es lógico, bajo cláusulas de confidencialidad. El vestido estaba adornado con motivos florales tanto de Reino Unido como de los territorios de la Commonwealth en hilos de oro y plata, lentejuelas y perlas, algo que ha sido habitual en otras novias royal británicas posteriores. La entonces princesa pagó una parte del vestido con cupones de racionamiento que había ahorrado y otros que recibió de parte del Gobierno para este gran día.
Anécdotas para el recuerdo
La boda fue un gran acontecimiento mundial y, como era de esperar, había una gran expectación. Además de los más de 2000 invitados de diferentes partes del mundo, la BBC retransmitió el enlace en directo a través de la radio, a lo que hay que añadir que fue la primera boda royal que se televisó.
Entre las anécdotas que trascendieron, por ejemplo, la emoción del rey Jorge VI, que le dijo al arzobispo que era mucho más emotivo entregar a su hija en matrimonio que casarse uno mismo. También la rebeldía del duque de Kent, que entonces tenía 13 años y que no quiso posar para las fotos oficiales.
Tras la ceremonia, se ofreció un desayuno (almuerzo) en el Palacio de Buckingham, en el que el menú consistió en Filet de Sole Mountbatten, Perdreau en Casserole y Bombe Glacée Princesa Isabel. Un menú austero debido a la época que culminó con una espectacular tarta de casi tres metros de alto y cuatro pisos. Esta tarta fue elaborada con ingredientes de diferentes partes del mundo y estaba decorada con los escudos de armas de las dos familias. El matrimonio la cortó con la espada del duque de Mountbatten, que había recibido de manos del rey como regalo de bodas.
Pese a que fueron muchos los invitados al enlace, también hubo destacadas ausencias. Las más significativas, las tres hermanas del novio, por sus matrimonios con hombres a los que se relacionaba con el nazismo y, por supuesto, los duques de Windsor, el que fuera Eduardo VIII y su mujer, Wallis Simpson.
No hubo una exclusiva Luna de miel, sino que la pareja prefirió pasar las primeras semanas tras su enlace entre Hampshire y Balmoral, en compañía del corgi favorito de la Reina Isabel, Susan. Eso sí, la pareja recibió más de 2500 regalos, incluidos algunos tan especiales como un cordón de algodón bordado por Gandhi,un caballo de carreras, una cabaña en Kenia o un diamante rosa de 54.5 kilates sin tallar.