El mundo se despide de Robert Redford, el ícono que hizo soñar al cine
Robert Redford ha muerto a los 89 años en su rancho de Utah
La muerte de Robert Redford ha provocado una ola de homenajes que atraviesa generaciones y continentes
Para muchos, Redford será siempre el seductor irresistible de 'Memorias de África'
La madrugada del 16 de septiembre de 2025 quedará marcada como el día en que el cine perdió a una de sus leyendas más grandes: Robert Redford. El actor, director y productor falleció a los 89 años en su rancho de Utah, mientras dormía. Su muerte, confirmada por su representante, ha provocado una oleada de reacciones que atraviesa generaciones, continentes y ámbitos tan diversos como la política, la literatura, la música o la crítica cinematográfica. La noticia ha caído como un golpe seco, aunque era sabido que el actor llevaba años alejado de la vida pública tras anunciar su retiro en 2018.
Con Redford se marcha no solo un intérprete icónico, sino también un símbolo de una época en la que Hollywood buscaba reinventarse y en la que él supo encarnar, con una mezcla inigualable de belleza, carisma y compromiso, al héroe imperfecto que conectaba con un público en transformación. Para muchos, Redford será siempre el seductor irresistible de Memorias de África, lavando el pelo de Meryl Streep en una de las escenas más íntimas de la historia del cine. La propia Streep, que recientemente recordaba entre risas cómo terminó «enamorada de él en la quinta toma», lo ha despedido ahora con una frase cargada de emoción, siendo una de las primeras reacciones a la triste noticia: «Uno de los leones ha fallecido. Descansa en paz, mi querido amigo». Un adiós que condensa la dimensión personal y artística de un compañero que trascendió la pantalla.
Desde Hollywood, Ron Howard lo ha recordado como «una figura cultural tremendamente influyente», subrayando no solo su trabajo como actor y director, sino también su decisiva apuesta por el cine independiente a través del Festival de Sundance, que ha transformado la industria. El escritor Stephen King, por su parte, lo ha evocado como uno de los rostros que marcaron el nacimiento de un Hollywood más audaz y comprometido en los años setenta y ochenta. Incluso Donald Trump, habitualmente parco en elogios, se ha sumado al coro de homenajes con un mensaje breve pero significativo: «Era grande». Un tributo que, viniendo de ámbitos tan distintos, confirma hasta qué punto la figura de Redford trasciende fronteras ideológicas, generaciones y sensibilidades culturales.
En Reino Unido, Piers Morgan lo ha llamado «una auténtica leyenda de Hollywood» y ha destacado varias de sus películas favoritas, mientras que en España el impacto se ha dejado sentir de inmediato en redes sociales. La soprano Ainhoa Arteta ha recordado un encuentro casual en un ascensor en Nueva York, hablando de «un señor con mirada de bondad». Miguel Ángel Revilla lo ha definido en Instagram como «todo un icono de una época que marcó el séptimo arte». La periodista Pilar Eyre se ha referido a él como «la sonrisa más luminosa de mi generación», y la actriz Maribel Verdú, jugando con títulos de su filmografía, lo ha despedido agradecida: «Lo que nos regalaste… La suerte de tenerte en tantas películas inolvidables». También Mercedes Milá ha expresado una tristeza profunda, asegurando que Redford ha sido para ella un referente personal y sentimental.
La crítica especializada se ha sumado a este coro de homenajes, destacando no solo su magnetismo en pantalla, sino también su compromiso con causas que trascendían el cine. Elena Sánchez, directora de Historia de nuestro cine en La 2, lo ha definido como «mi primer amor de cine», mientras que Jaume Ripoll, de Filmin, subraya que «pocos hombres han sido más influyentes en la historia del cine». Todos coinciden en que Redford combinó talento y lucidez crítica, apoyando el medio ambiente, defendiendo los derechos civiles y dando voz a cineastas emergentes, dejando un legado que va más allá de la actuación.
Su influencia se refleja en películas inmortales como Dos hombres y un destino, El golpe, Todos los hombres del presidente o Memorias de África, y en su labor como director, con títulos como Gente corriente, que le valió un Óscar en 1980. Pero quizá su mayor huella esté en Sundance, el festival que fundó en Utah, convertido en plataforma para generaciones de cineastas dispuestos a explorar nuevas formas de contar historias fuera de los moldes de Hollywood. Redford ha sido, como señala Ron Howard, «un punto de inflexión artístico· y una referencia cultural que seguirá inspirando a actores, directores y espectadores de todo el mundo. Su muerte marca el cierre de una era, pero su legado permanece vivo, grabado en cada pantalla y en la memoria colectiva del cine.