Iñaki Urdangarin ‘vuelve’ a casa
Urdangarin vuelve a casa, o casi, después de que la Secretaría de Instituciones Penitenciarias haya autorizado su traslado a la cárcel de Zaballa -Álava-. ¿Contento de estar con su madre los fines de semana? ¡Claro!, contestó con una sonrisa casi olvidada para las cámaras en los últimos años. Probablemente sea la única respuesta que estaba dispuesto a responder Iñaki Urdangarin cuando una reportera le preguntó este jueves en su penúltimo día como voluntario en el centro Don Orione de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Se espera que este lunes ingrese en la prisión alavesa.
Tras 2 años y ocho meses de cumplimiento en la cárcel de Brieva -Ávila-, el marido de la infanta Cristina vuelve a su tierra para terminar de cumplir condena en régimen de tercer grado. La noticia y todos los detalles los adelantó este miércoles la periodista Cruz Morcillo en el diario ‘ABC’. En casa de la infanta ya lo celebraban, confiados de que este nuevo paso le lleve ya más cerca de la libertad. Han sido unos años muy duros y para su familia, una pesadilla que se resistía a acabar. Especialmente para el propio Urdangarin, quien ha pasado los últimos 2 años y medios de su vida en un solitario módulo de una cárcel. Él lo eligió así. En la familia estaban de acuerdo. Cumplir en soledad. Sin compañía que se tornara curiosa, sin testigos. Solo los funcionarios. Las visitas, privadas. Fue condenado y está pagando. No se puede decir ya nada en su contra. Su mujer, sus hijos y la familia, no la Real, sino la real, la que nunca ha dejado de tener relación con él y nunca ha dejado de apoyarlo, han sido su único antídoto a la condena de 5 años y 10 meses por el caso Noos, que pesa como una losa.
Este marzo será más liviana. Hasta hace un mes no le concedieron el tercer grado pese haber cumplido la cuarta parte de su condena meses atrás. Fue entonces, a finales de enero, cuando lo trasladaron de la cárcel de Brieva al Centro de Inserción Social de Alcalá de Henares, donde regresaba solo a dormir. Este lunes, tras autorizarlo Instituciones Penitenciarias, Urdangarin ingresará previsiblemente en la cárcel alavesa de Zaballa, tras disfrutar del fin de semana libre. Seguirá cumpliendo condena, pero en casa; en Vitoria, cerca de su madre. Ya en régimen de tercer grado, podrá salir cada día a trabajar y solo tendrá que regresar a la cárcel a dormir, a una sección especialmente reservada para internos en tercer grado -en Álava no hay Centro de Inserción Social-. Puedo imaginar la alegría inmensa de esa madre que ve como su hijo ‘vuelve’ a casa. Vivirá con ella los fines de semana después de trabajar de lunes a viernes en un despacho de abogados. Era todo lo que necesitaba para progresar a régimen de tercer grado, además de haber cumplido una cuarta parte de la condena: arraigo, su casa natal y un trabajo, el que han conseguido en un bufete.
Ser quien es, o más bien quien fue, le valió para conseguir negocios millonarios a dedo, en la Zarzuela o en una pista de pádel en Marivent. Su cercanía y parentesco con la Familia Real fueron clave en sus logros junto a su socio Diego Torres y el Instituto Noos. Después, su batalla con Instituciones Penitenciarias para acceder a los beneficios que cualquier reo obtiene, ha sido también más dura, probablemente, por ser vos quien sos o quien fueres. Pese a que la Junta de Tratamiento de Brieva acordó por unanimidad la progresión al tercer grado de Udangarin en septiembre pasado, tanto la fiscalía como la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias se opusieron. Iñaki recurrió la negativa y el Juez de Vigilancia Penitenciaria de Castilla y León revocó el escrito de 30 de diciembre pasado por entender que se le denegaba el beneficio penitenciario sin argumentos y con una respuesta estereotipada, además de destacar que “otros condenados en la misma causa que el recurrente (Urdangarin), en clara a alusión a su socio en Noos Diego Torres, gozan desde hace meses del régimen de vida que él reclamaba”. Tras conseguir el tercer grado, el traslado a Vitoria fue autorizado sin problemas con la única condición de que además, se sometiera al programa de reeducación para delincuentes económicos “para reforzar su tratamiento penitenciario”.
Nada fácil
El 17 de junio de 2018 hacía su último viaje en libertad desde su casa de Ginebra. A la mañana siguiente ingresaba en la cárcel de Brieva en el módulo de hombres, deshabitado hasta su llegada. Su defensa ya pidió entonces el tercer grado. La Junta de Tratamiento del centro lo denegó. Pasó esa primera Navidad aislado, lejos de los suyos y de todos los lujos y privilegios vividos por ser vos quien sos o quien fueres. No sería hasta un año después cuando le concederían el primer permiso. Volvía 4 días a casa por Navidad. A las 8.40 del día 24 de diciembre, abandonaba la prisión en el mismo coche que lo llevaba cada martes y jueves al hogar Don Orione en Pozuelo de Alarcón -Madrid-, donde acudía desde septiembre de 2019. El juez de Vigilancia Penitenciaria entendió que la soledad lo estaba matando y autorizó que saliera 2 días a la semana para realizar trabajos de voluntariado. «Una actividad en el exterior es más positiva para reducir o eliminar la desocialización y deshumanización”. Así lo argumentó en un auto en el que también señaló que la destrucción del individuo por la soledad absoluta a la que se le había sometido iba en contra de fomentar la autoestima, algo esencial en cualquier programa de tratamiento. La fiscalía, contraria al criterio del juez, señaló, por su parte, que Urdangarin ingresó voluntario y eligió el centro de Ávila con conciencia plena de las condiciones. No, no se lo iban a poner nada fácil.
El febrero siguiente disfrutó de 6 días más de permiso. Sólo él sabe cómo pasaba realmente el tiempo. Trascendió su dedicación diaria a la limpieza de su celda, a un rato de deporte y la bicicleta estática que tuvieron que cambiarle para que se ajustara a su altura; sus libros, las llamadas de 5 minutos, las visitas de los suyos y charlas con un sacerdote. Nada más volver de su segundo permiso, solicitó el siguiente, pero la pandemia y el estado de arma lo anularon. Tremendo revés. Doblemente aislado. La infanta no pudo viajar durante semanas. Siempre que podía se escapaba a verlo. Covid. La nada y él, dentro. Solicitó entonces el tercer grado. Denegado una vez más. En verano, el 23 de julio llegaría por fin el permiso anulado. De nuevo a Vitoria, a casa; 5 días.
Tras pelearlo con varios recursos y peticiones, Iñaki Urdangarin vuelve a casa, o casi. Es su tierra natal, el lugar que siempre le ha recibido, tras perder sus raíces en la vida que formó con la infanta Cristina. Allí está su madre, incondicional, como su mujer, la infanta. Es un hecho. Ha sido su mejor apoyo. Hasta donde sé, doña Cristina no tiene planes de mudarse desde Ginebra por ahora, al menos hasta que la menor de sus hijas acabe este año el curso escolar. Los tres varones ya viven fuera. Verá con más facilidad a su marido, pero el anonimato que disfruta en la ciudad suiza le anima a seguir así, aunque viaje con mayor frecuencia y libertad para estar con él los fines de semana. Le queda algo más de la mitad de la condena, pero el tercer grado es otro mundo y quedan más beneficios por obtener. De momento esta vuelta a casa es la felicidad de toda la familia, la real.