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Isabel Pantoja y Francisco Rivera, más conocido como Paquirri, vivieron una historia de amor que no tuvo un final feliz. Se vieron por primera vez en la primavera de 1980. “Fue la historia de amor más bonita que imaginarse pueda”, relataba la tonadillera en su paso por Supervivientes. La chispa del amor saltó cuando ella acudía a una corrida de toros invitada por José María Manzanares. Fue ahí cuando el destino hizo de las suyas. «Francisco hizo un gesto con la montera, y cuando se cruzó esa mirada suya con la mía, yo no sé lo que me entró por el cuerpo», explicaba la cantante todavía con brillo en los ojos.
Al terminar de torear, la artista acudió al hotel donde estaba hospedado el torero. Desde entonces, se hicieron inseparables. Comenzaron los encuentros, las veladas románticas que terminaron en una gran boda celebrada el 30 de abril del 83. Isabel se quedó embarazada de su primer y único hijo biológico, Kiko Rivera. Lo que parecía un cuento de hadas terminó convirtiéndose en un verdadero infierno para la intérprete de Marinero de luces porque el 26 de septiembre de 1984 se cumplía el peor de los presagios: Paquirri moría en la localidad cordobesa de Pozoblanco. Nadie pudo hacer nada por salvar al amor con el que siempre había soñado tener. Una vida familiar, de éxitos que se vio truncada aquel día que marcó para siempre a Isabel Pantoja
Desde entonces, hay dos fechas señaladas en el calendario de la artista: el día de su muerte y el de su cumpleaños. Este 5 de marzo el torero hubiera cumplido 74 años. Eso se traduce en que Isabel Pantoja mandará al Cementerio de San Fernando -Sevilla-, un ramo de flores en su nombre tal y como venía haciendo todos estos años en los que Paquirri no está. Sin embargo, hay un pequeño cambio que trastoca la jornada desde hace un año y medio. Si bien con anterioridad, la cantante y Kiko Rivera mandaban un adorno floral conjunto, desde que se desatara la guerra mediática entre ambos en octubre de 2020, este gesto en homenaje a la figura del torero se hace de manera individual.
El 18 de octubre de 2020 fue el origen del distanciamiento entre madre e hijo. El DJ había acudido al Deluxe para sincerarse y contar en directo que padecía depresión y que no estaba atravesando su mejor momento. Una inesperada llamada de Isabel Pantoja, sentenció la relación con el marido de Irene Rosales.
«No quiero que sigas hablando de esos temas, te hace mal y me hace mal. Piensa que estamos sanos, hay una pandemia en el mundo, lo que tú estás pasando no es importante. Han fallecido millones de personas, eso sí es importante. Lo tuyo se puede curar. Tienes que tener el valor de decirle a tu mujer, a tu madre, que estamos aquí pendiente de vosotros. Tardo cero coma en llevarte a donde te tenga que llevar. Me lo tenías que haber contado antes porque me has dejado trastornada. ¿De qué estás triste tú? ¿Por qué no hay trabajo? A ti no te va a faltar un plato de lentejas», dijo la tonadillera. Palabras que no sentaron nada bien al cantante y que desataron una guerra familiar que dura hasta el día de hoy.
Después llegó lo inimaginable. Kiko Rivera se convertía en el protagonista de Cantora: la herencia envenenada. Especial en el que cargó duramente contra su madre. Durante su intervención, que no dejó indiferente a nadie, salió a la luz que Isabel todavía tenía en Cantora los trastos de torear de Paquirri, enseres que le pidieron sus hijos, Francisco y Cayetano y que nunca llegaron a ver por un supuesto robo. Era Jorge Javier Vázquez quien sacaba a la luz este pasado oscuro de Isabel.
Durante todo este tiempo la cantante ha optado por la misma fórmula: el silencio y encerrarse a cal y canto en Cantora mientras su hijo no paraba de acaparar titulares en diferentes medios de la crónica social de nuestro país echando por tierra su papel como madre.
El 28 de septiembre su historia dio un giro e 180 grados al morir doña Ana tan solo unos días antes del enlace entre Anabel Pantoja y Omar Sánchez. En el momento en el que ocurrió el triste desenlace de la madre de Isabel, Kiko se encontraba junto a su mujer, sus hijas y el resto de los invitados a la boda en la isla La Graciosa. Sin pensárselo dos veces cogió el primer vuelo rumbo a Cantora, la casa que le vio crecer para enterrar el hacha de guerra, dar el último adiós a su abuela y apoyar a su madre.
«Cuando empiezo a llegar a la casa veo de lejos a una persona en el patio, me acercaba nervioso con el corazón saliéndoseme por el pecho y me doy cuenta de que es mi madre (…) Nada más vernos nos abrazamos y nos tiramos quince minutos abrazados, sin hablar, no había nada que decir, lo único que ella hizo fue, mirando al cielo, darle gracias a mi abuela diciendo ‘Gracias mamá, has tenido que morir para que mi hijo venga a verme’ (…) En ese momento volvió a ser mi madre, durante esos quince minutos era mi madre, la que yo necesitaba y habría matado para que esos quince minutos hubieran durado una eternidad», relató Kiko en Sábado Deluxe tras el encuentro que parecía que nunca se podruciría. Pese a ese acercamiento, han vuelto al punto de partida, ya que no han vuelto a mantener el contacto que podría haberse iniciado tras la partida de la matriarca del clan.
Finalmente, Isabel ha optado en esta ocasión por mandar el ramo de flores a la tumba de su difunto marido haciendo referencia a su hijo, en un gesto que muchos han entendido como un acercamiento entre ambos.