Diez años de la muerte de la duquesa de Alba

Cayetano Martínez de Irujo: "Los últimos años de mi madre sentí su amor y eso me llenó para siempre"

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Gema Lendoiro

Libre, peculiar, muy moderna para su época, pero a la vez una gran defensora de las tradiciones que atesoraba todo su linaje. Apasionada de Sevilla, del flamenco y de los tres maridos que tuvo. Vivió una vida de película y, como en los guiones cinematográficos, el largometraje de su existencia estuvo marcado por las alegrías pero también por las tristezas. La más profunda, quizás, fue perder a su madre siendo ella una niña, con el agravante de que los dos últimos años ni siquiera pudo acercarse a ella en una drástica medida para evitar ser contagiada (padecía tuberculosis). La infancia es un periodo fundamental en el cerebro de un ser humano y la falta de amor materno, la ciencia lo corrobora, genera muchas carencias a nivel afectivo que en la edad adulta pueden aflorar de muy diversas maneras, una de ellas, repetir el patrón y ejercer esa maternidad con los propios hijos. Hoy se habla mucho de esto y es una suerte que alguien con gran proyección mediática como su hijo Cayetano, lo exprese sin tapujos por la ayuda que a otros puede ofrecer su testimonio.

María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva nació el 28 de marzo de 1926 en el Palacio de Liria (Madrid), santo y seña, junto al de Dueñas (Sevilla), de la familia Alba. Fue la primera y única hija de Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba y de su esposa, María del Rosario de Silva y Gurtubay, X marquesa de San Vicente del Barco. Aunó en su persona tantos títulos nobiliarios que llegó a ser la persona con mayor número de ellos en el mundo. Al ser la única hija del matrimonio heredó el ducado siendo la tercera duquesa de Alba por derecho propio en la historia de la dinastía cuyos orígenes se remontan al siglo XIV. Se casó tres veces. Con su primer marido, Luis Martínez de Irujo, tuvo a sus seis hijos: Carlos, actual duque de Alba, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia. Se quedó viuda en 1972 tras 25 años de matrimonio. Se volvería a quedar viuda de su segundo marido, Jesús Aguirre, un ex jesuita con el que hizo una pareja de lo más peculiar. Tan peculiar como su forma de ser que la llevó a pasar por tercera vez por la vicaría a la edad de 84 años con Alfonso Díez, su viudo.

Cayetano Martínez de Irujo, Duquesa de Alba

Cayetano Martínez de Irujo con su madre, la duquesa de Alba en Madrid. (Foto: Gtres)

Cayetano Martínez de Irujo fue, según muchos allegados a la duquesa, su hijo favorito, algo que ella llegó a reconocer en público. Lo que sí es una evidencia es que era el que más se le parecía a ella en carácter.

Pregunta: ¿Qué recuerdos tiene de aquel 20 de noviembre de 2014? ¿Estabas con ella? ¿Lo esperaban?

Respuesta: La verdad que no, fue inesperado. Surgió un imprevisto de salud que aceleró las cosas. Recuerdo estar hablando con ella en el hospital, en Sevilla y que lo que más quería era irse a casa, es decir, a Dueñas. Me presenté en el hospital y recuerdo que ella estaba con un médico al que le dijo llena de orgullo: «¡este es mi hijo Cayetano!», y se le iluminó la cara, fue algo muy bonito. Recuerdo que le dije que estaba todo listo para irnos a casa, preparamos la ambulancia, le pusimos el oxígeno y ya nunca más habló. En el hospital dijo sus últimas palabras. Se quedó dormida y ya nunca más volvió a hablar. Al día siguiente por la mañana su asistente personal nos llamó a todos y recuerdo que fui corriendo, llegué a su cuarto coincidiendo con Eugenia y Genoveva y ahí, con nosotros delante, dio sus últimas respiraciones y se marchó.

P: ¿Les esperó?

R: Sí, así es.

P: ¿Recuerda la última conversación que tuvo con ella a solas que fuera trascendental?

R. Yo despachaba con ella a diario porque me puso al frente de todo su patrimonio. Recuerdo una de las últimas veces de aquellas reuniones que manteníamos. Había que hacer una modificación. Ella quería dejarle el Palacio de las Dueñas a su nieto Fernando. Tenía en la cabeza que a Carlos no le gustaba mucho Sevilla. Algo que no es así porque sí le gusta. A lo mejor no tanto como a mí o a Eugenia pero sí le gusta. Yo no quería hacer un cambio, hicimos modificaciones en la herencia por cuadrar la legítima y todos los aceptaba. Pero este a mí este no me parecía bien, creía que no estaba bien que le cediera un palacio, que además no estaba en la Fundación Casa de Alba (ahora sí lo está) a su nieto saltándose a su padre y así se lo hice saber.

P: ¿Y qué le dijo?

R: Pero, ¿por qué? Y le expliqué que no estaba bien saltarse una generación. «Es que no le gusta Sevilla», me dijo. Y le tuve que decir que no, que eso no era así (se ríe recordando la anécdota). Y no dijo nada y lo aceptó. Me hizo caso.

P: A lo mejor es que no le gustaba Sevilla tanto como a ella

R: Jajaja, eso es evidente.

P: ¿Cómo era Cayetana en el tú a tú?

R: Fuera de casa era muy sociable pero dentro, con nosotros, era implacable. En disciplina fue como la educaron a ella, como una familia real inglesa, con un toque británico importante, como su padre la había educado a ella.

P: ¿Le hablaba su abuelo en inglés?

R. Sí, la mayoría de las veces, sí. Además vivieron muchos años en Londres. (El anterior duque de Alba fue en la posguerra embajador de España en Reino Unido).

P. ¿Hubo una gran diferencia entre la Cayetana de los tres primeros hijos con respecto a la de los otros tres?

R. No, entre los tres primeros, no.  Los dos primeros, el tercero y después los dos últimos que somos Eugenia y yo. Y digo el tercero porque Jacobo (sonríe con cariño) ha sido el «eslabón perdido de los hermanos». Vamos, en mi opinión.

P. Es usted el entrevistado, así que, obviamente, su opinión es la que quiero escuchar. Pero sí, Jacobo es, de los hijos de la Duquesa, el más diferente. 

R. Llamémosle «extravagante».

P. Buen gusto literario tiene, desde luego

R. (Asiente mientras sonríe y continúa). Creo que lo que sí hubo fue una diferencia entre Cayetana madre de los chicos y Cayetana madre de Eugenia. Supongo que porque era chica, claro. Con ella hubo una diferencia absoluta. Lo que sí, los 3 mayores tuvieron nannies inglesas, a nosotros nos tocó una austriaca y una española que fue horrorosa porque nos pegaba, nos maltrataba psicológicamente, llevaba a rajatabla el programa de actividades. La verdad es que cuando nació Eugenia, Fernando y yo estábamos muy abandonados. Fue una época muy triste la verdad hasta que con 15 años me rebelé.

Cayetano Martínez de Irujo, Duquesa de Alba

Cayetano Martínez de Irujo con su madre, la duquesa de Alba en Sevilla. (Foto: Gtres)

«La tarea de mi madre era ser duquesa de Alba»

P. Ha contado muchas veces ese dolor que le provocó tener una madre que, de manera inconsciente porque no sabía hacerlo de otra manera, fue tan fría con usted. ¿Pudo perdonarla? ¿Hizo el proceso de hablar con ella para contarle cómo se sentía?

R. Sí. Cuando tenía unos 35 años hablé con ella y me escuchó pero no me entendió. Yo sí la entendí a ella. Como he dicho muchas veces ella era una «emperatriz», heredó un imperio, se quedó huérfana de madre muy niña, no tenía hermanos, su padre había sido muy estricto con ella en educación, muy peculiar, muy antiguo. Todo eso forjó su carácter pero sobre todo el reconstruir Liria desde las cenizas, que se había quedado destruido tras la guerra civil española. Todo eso hizo de ella una persona que no preguntaba, ordenaba. Pero yo le respondía, la perseguía, teníamos el mismo carácter y por eso chocábamos. Cuando le expliqué mi trauma no me entendió. Lo hablé con ella abiertamente y la pobre me escuchaba pero no entendía, pero porque siempre nos educó siguiendo la hoja de ruta aprendida. Lo que ella consideraba que era ser madre. Pero siempre fue, por encima de todo, duquesa y excelente esposa de sus maridos. Su primera  obligación era ser duquesa de Alba, por encima de madre.

«Tuve un gran desequilibrio entre lo emocional y lo racional hasta que fui a terapia»

P. ¿Cómo resolvió estos traumas? ¿Ha acudido a terapia?

R. Sí, he ido a muchas y con 50 me di cuenta del enorme desequilibrio que tenía entre la inteligencia emocional y la racional. Unos vaivenes tremendos. En julio de 2014 me fui a Estados Unidos y durante seis semanas, gracias a esa experiencia y esa terapia soy lo que soy actualmente.

P. ¿Esto lo ha hablado con sus hermanos?

R. No. En mi casa se habla poco. Desde que murió mi padre, que fue la gran pérdida de la casa, se perdió mucho. A nivel humano porque él venía de una familia con muchos hermanos. Con su marcha se desmoronó todo, la parte humana y la gestión de la Casa de Alba.

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Cayetano Martínez de Irujo en los premios Telva Solidaridad. (Foto: Gtres)

«He sido un padre presente, guía y amigo»

P. Con este aprendizaje como hijo, ¿cómo ha sido como padre? ¿Es usted un padre que escucha, presente, que los ha bañado, que ha jugado con ellos?…

R. Lo contrario de lo que han sido conmigo. Tengo una gran confianza con ellos, hablo mucho con ellos. He sido un padre, un guía y un amigo y estar siempre para ellos. Igual que su madre.

P. ¿Y padre que si venían malas notas se mostraba implacable?

R. Sí, pero no a la vieja usanza y, de hecho, siempre les he dicho «no os quejéis que soy un 25% menos estricto de lo que fueron conmigo».

P. Volviendo con su madre: ¿Qué es lo que más echa de menos de ella’ ¿le pasa lo que a muchos, de decir, «voy a llamar a mi madre…» y cae en la cuenta de que ya no está?

R. Sí, sí, y hablo mucho con ella y con mi padre. Lo que más echo de menos es ese cariño de madre que tuve sobre todo al final de su vida. De adolescente me sentí muy mal haciendo una base emocional nefasta pero los últimos años sí note su amor de madre y con eso me quedo porque me llenó mucho.

P. Para terminar, Cayetano, le voy a dar dos palabras y quiero que me defina lo que siente. 

R. De acuerdo

P: Eugenia

R. Pues fue siempre la niña de mis ojos (se emociona)…y tristemente ya no me necesita y algún día espero poder hablar con ella y retomar con ella lo que siempre tuvimos.

«Bárbara es la mujer de mi vida»

P. Bárbara

R. Es la mujer de mi vida y puedo decir que hemos «crecido» juntos. Ella, por edad y yo porque fui a terapia y de ahí nació lo que ahora soy. Es una mujer tremendamente generosa, la adoro, con ella he aprendido a querer y a dejarme querer. Es de una grandeza absolutamente alucinante. Nunca he conocido una mujer como ella, no tiene complejos, es abierta, tiene una madurez increíble con 29 años. Tiene todas las cualidades habidas y por haber. Y, desde luego, tiene una enorme afinidad conmigo.

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