La cara B de Juan Carlos I en Sangenjo: cena en batea con Irene Urdangarin y la ausencia de Laurence Debray
La gran sorpresa fue la llegada de Irene Urdangarin, recién soltera tras su ruptura con Juan Urquijo, que viajó desde Oxford
A su lado estuvieron la infanta Elena, con su estilo práctico y desenfadado, y Simoneta Gómez-Acebo, sobrina del emérito

Sangenjo volvió a ser, una vez más, el escenario elegido por el rey Juan Carlos para reencontrarse con el mar. Con gorra, gafas de sol y un paso tranquilo, reapareció para disfrutar de una de sus pasiones de siempre: la vela. Esta visita, la quinta del año y la primera tras el verano, coincidió con la X Regata Rey Juan Carlos I – El Corte Inglés Máster, que reunió a más de un centenar de embarcaciones de once países.
El emérito aterrizó en el aeropuerto de Alvedro, en A Coruña —el mal tiempo le impidió hacerlo en Vigo—, y se trasladó por carretera hasta la casa de su amigo Pedro Campos, en Nanín, donde suele alojarse. Allí lo recibieron el alcalde de la ciudad, Telmo Martín, y Alfonso Martínez, presidente del Consorcio de Empresarios Turísticos, en un encuentro distendido.
Simoneta Gómez-Acebo, habitual en Sanxenxo, conversa con su tío Juan Carlos I en el muelle. (Gtres)
La sorpresa de Irene Urdangarin
Más allá de las regatas, lo que realmente llamó la atención fue la llegada inesperada de Irene Urdangarin. La joven de 20 años, que acaba de romper su relación con Juan Urquijo, viajó hasta Galicia para acompañar a su abuelo. Su visita fue una sorpresa, ya que actualmente cursa segundo año del grado en Gestión de Hostelería, Turismo y Eventos en Oxford y aprovechó un descanso académico para compartir un fin de semana en familia. Para la ocasión eligió un traje de chaqueta oversize azul marino con raya diplomática en mostaza, una camisa blanca clásica, un bolso negro al hombro y botines de tacón. Un look sobrio, sencillo y muy de entretiempo, que combinaba comodidad con un aire elegante y moderno.


Llegada tranquila de Irene Urdangarin, con su traje de chaqueta azul marino, junto a Simoneta Gómez-Acebo. (Gtres)
La infanta Elena, siempre más práctica, apostó por un estilo deportivo y relajado: camisa de rayas verdes, gabardina corta en color beige, vaqueros azules rectos, zapatillas grises cómodas y una gorra roja que aportaba el toque informal. Un conjunto pensado para un día de puerto y regatas, cómodo y sin pretensiones.


Elena e Irene, junto al coche, mientras saludaban a don Juan Carlos I. (Gtres)
También se dejó ver Simoneta Gómez-Acebo, sobrina del emérito, hija mayor de la infanta Pilar de Borbón, y habitual en Sanxenxo cada vez que su tío compite. Fiel seguidora de las regatas, volvió a mostrar su cercanía y apoyo, integrándose en ese círculo familiar que acompaña a su tio en sus escapadas gallegas.
La “bomba de humo” de Laurence Debray


El barco-batea. (Gtres)
Mientras la familia acaparaba flashes en el pantalán, en paralelo se hablaba de Reconciliación, las memorias del emérito escritas por Laurence Debray. Algunos medios apuntaron que el libro quedaba en suspenso por discrepancias con la editorial, lo que provocó titulares y rumores. Sin embargo, la propia autora se apresuró a desmentirlo: “Todo falso”, aseguró a Vanity Fair, confirmando que la publicación sigue adelante y verá la luz la primera semana de diciembre. En Sanxenxo no se la vio, al menos en fotografías, pero la escritora franco-venezolana es igualmente una de las figuras más comentadas del fin de semana, tanto por su cercanía con el padre de Felipe VI como por el revuelo que rodea a su libro.
La versión más exclusiva de la ruta del mejillón


La infanta Elena, Irene Urdangarin y Simoneta Gómez-Acebo disfrutan de la velada en la batea. (Gtres)
El sábado, con la luz del día apagándose sobre la ría como un telón discreto, llegó la cita más esperada: una cena en batea. Nada de manteles de papel ni colas de turistas con pulsera fluorescente: aquí el menú era mejillones recién sacados del agua, buen vino gallego y conversaciones largas, de esas que saben mejor cuando nadie tiene prisa y el protocolo se queda en tierra firme.
Las imágenes hablan por sí solas: Irene, la infanta Elena y Simoneta Gómez-Acebo compartiendo mesa como si aquello fuera un salón privado en medio del mar. Y no, no era la típica excursión de 25 euros en catamarán con guía explicando cuerdas y moluscos. Aquí hubo camareros atentos, copas de cristal verde, vajilla de más categoría y un ambiente reservado en el que lo importante no era aprender el ciclo vital del mejillón, sino disfrutar de las confidencias, las risas y el juego de miradas familiares.
La batea, pintada en rojo brillante con toques de blanco y amarillo, recordaba en parte a su función original de barco de trabajo, aunque reconvertida en comedor flotante improvisado. Los laterales transparentes resguardaban del viento sin robar las vistas, las mesas vestidas de blanco daban un aire casi solemne, y las guirnaldas de luces colgantes aportaban un punto festivo que rozaba lo cinematográfico. En cubierta, unos de pie charlando, otros sentados brindando, y el mar de fondo, paciente, como testigo de una escena que mezcla lo marinero con lo VIP.


El look de Irene Urdangarin para ir en batea. (Gtres)
¿Un detalle? Cuando fueron a disfrutar de la experiencia en la batea, el sol ya había caído e Irene llevó un modelito más abrigado: chaqueta tipo bomber en gris oscuro, jersey claro debajo y un foulard suave al cuello, práctico y cómodo para la brisa de la ría.