Champions: Real Madrid - Milan

Este Madrid es intolerable

Otro partido desastroso y sonrojante del Real Madrid de Ancelotti, que cayó con estrépito ante un Milan que ni siquiera hizo un buen partido

El Madrid volvió a ser un equipo huérfano de juego, de talento, de carácter y de liderazgo dentro y fuera del césped, que naufragó otra vez y empieza a demandar soluciones drásticas y no paños calientes

Otro partido desastroso y sonrojante del Real Madrid de Ancelotti, que cayó con estrépito ante un Milan que ni siquiera tuvo que hacer un buen partido para golear en el Bernabéu. Lunin evitó un mayor destrozo y una goleada histórica. El Madrid volvió a ser un equipo huérfano de juego, de talento, de carácter y de liderazgo dentro y fuera del césped, que volvió a naufragar y que empieza a demandar soluciones drásticas y no paños calientes. Puede que entre ellas esté un nuevo inquilino para el banquillo y un exorcista para Mbappé.

Volvía la Champions al Bernabéu. Y qué. La insoportable sensación de levedad que nos ha dejado el apocalipsis en Valencia pone al fútbol en su sitio. Expresiones como “es un partido a vida o muerte” o “nos vamos a dejar la vida en el campo” parecen ahora vacías, fútiles y estúpidas. Pero la vida continúa y el show también, así que ahí teníamos al Real Madrid, que volvía a ponerse de largo en su querida Copa de Europa después de que el paso del Barcelona por la casa blanca le dejara hecho trizas.

Ancelotti eligió a Modric. Juntarle con Tchouaméni era el enésimo experimento del técnico italiano para buscarle un centrocampista de acogida a la orfandad que ha dejado la retirada de Kroos. Sin novedad en el resto de una alineación en la que volvía a faltar el ángel de la guarda Courtois y en la que se mantenían los mismos del Clásico atrás (Lunin, Lucas, Militao, Rüdiger y Mendy) y adelante (Vinicius y Mbappé), igual que repetían los intocables Fede Valverde y Bellingham, que aún no sabe si es mediapunta, mediocentro, interior derecha o medio estorbo.

Enfrente el Milan de Morata, silbado por el Bernabéu para no perder la costumbre, con viejos conocidos en su alineación como Theo Hernández y jugadores venenosos como Reijnders, Rafael Leao o Pulisic. Un equipo de esos de los que no conviene fiarse, menos aún cuando el Real Madrid ya la lio con su derrota inesperada ante el Lille. Un tropiezo en el Bernabéu situaría al equipo de Ancelotti al borde de quedarse fuera de los ocho primeros y, por tanto, tener que jugar una eliminatoria extra por si no tuviera ya el calendario más cargado que los camellos de los Reyes Magos.

Aprieta el Madrid

Antes de comenzar el duelo saltaron ambos equipos con camisetas de apoyo a los damnificados por la terrible DANA que asoló Valencia y luego estalló un ensordecedor minuto de silencio que el Bernabéu lloró por dentro con el corazón encogido. Luego el Real Madrid salió a mandar con una presión alta que sorprendió al Milan. A los tres minutos y había tenido Mbappé un disparo cruzado dentro del área que se marchó mordido a la derecha de Maignan.

Pero este Real Madrid es un experto en pegarse tiros en los pies hasta cuando sale motivado. A los 12 minutos el Milan se encontró casi sin querer con el 0-1. Lo marcó Thiaw a la salida de un córner en el que fallaron Tchouaméni y los dos centrales en la marca, pero en la que falló sobre todo un Lunin que se confinó bajo los tres palos y decidió no salir a una pelota que era muy clara para el portero.

Luego Mbappé, que necesita un exorcista para hacer gol, desperdició un mano a mano ante Maignan con un tiro al muñeco. Tampoco acertó Vinicius en la jugada posterior. El Bernabéu comenzaba a morderse las uñas. El equipo había acusado el gol del Milan con un duro sopapo. La pelota circulaba con exasperante lentitud.

Intercambio de golpes

Y así fue hasta que Tomori hizo un penalti tan obsceno como estúpido sobre Vinicius. Sólo Morata, que vive en su mundo, protestó la jugada. La pena máxima la ejecutó Vinicius con paradinha y a lo Panenka para disfrute del Bernabéu y alivio de Ancelotti. Pero el Milan seguía buscando el lado débil del Real Madrid, que era el costado de Lucas Vázquez al que buscaba con descaro el veloz Rafael Leao.

Una buena mano de Lunin a Reijnders a la media hora de juego abortó el 1-2. Y otra vez fue protagonista el meta del Real Madrid al salir a despejar un balón aéreo (casi por primera vez en su carrera) y chocar con Thiaw. Pidió penalti al unísono el banquillo del Milan pero no había tal. Nos íbamos aproximando ya al descanso sin que el equipo de Ancelotti emitiera señal alguna de mejoría.

Vinicius celebra el 1-1 del Real Madrid ante el Milan. (EFE)

De hecho, la cosa fue a peor. La culpa fue de Tchouaméni, que perdió una pelota fácil en el mediocampo en un pase que no habría dado un jugador del infantil B. El Milan abrió el regalo y llevó la pelota al área de cualquier manera. El disparo de Rafael Leao lo rechazó Lunin mal y al medio, pero nadie fue capaz de ir al rechace, así que Morata lo aprovechó para marcar a placer. Lo que no haría dos minutos después en una gran galopada Mbappé, convertido en la escopeta de feria del Real Madrid.

Se descose el Madrid

Pues nada. Otra vez por detrás al descanso previa pitada (no muy grande) del Bernabéu a sus jugadores cuando enfilaban el túnel de vestuarios. Ancelotti, que fumaba chicles en pipa, puso a calentar a Camavinga y sacó la guillotina de cercenar cabezas. Rodaron por el suelo las de Tchouaméni y Fede Valverde para que entraran al césped Camavinga y Brahim. El Real Madrid pasaba a una suerte de 4-3-3.

Los cambios, al menos de salida, no mejoraron en nada al equipo de Ancelotti, que pudo encajar el 1-3 en un cabezazo de Leao que sacó con una magistral parada bajo palos Lunin. Cada contra del Milan era un drama para un Real Madrid partido en el que algunos no querían bajar (Vinicius o Mbappé) y otros sencillamente no podían (Modric). El Bernabéu se desesperaba y se temía lo peor porque la remontada no terminaba de llegar.

Estaba más cerca el 1-3 que el 2-2, sobre todo porque Mbappé tenía el punto de mira apuntando a la M-30. En el 62 por fin Ancelotti se quitó de encima a Modric para meter, en lugar de Güler, a Ceballos. A Carletto se le está empezando a poner cara de ex entrenador. Y su equipo goles no, pero amarillas se llevó tres en un pispás: Lucas, Militao y Vinicius.

Un Madrid ruinoso

El 1-3 que se veía venir desde hace tiempo por fin llegó en el 76 en una jugada individual de Rafael Leao, que trituró a Lucas Vázquez y a Militao, que llevó la pelota al área para que allí Reijnders batiera entre las piernas a Lunin. Ancelotti quitó entonces a Bellingham y Mendy para meter a la desesperada a Rodrygo y Fran García. El Real Madrid era un equipo dramático sumido en un abandono intolerable.

Frisábamos el 80 y el Bernabéu, más que irritado, estaba adormecido, resignado, petrificado en un inexplicable ejercicio de tancredismo en la grada. Cuando tu equipo pierde, lo mínimo exigible es enojarse. Tuvo el Real Madrid un arreón (o arreoncillo) de remontada con un balón al área de Ceballos que despejó a ninguna parte Maignan. La pelota cayó en los pies de Rüdiger, que voleó a la red. Lo celebró para intentar espabilar al Bernabéu, pero el VAR se lo anuló con suspense. Lo celebraban los milanistas en el gallinero del estadio.

Pasaron con más pena que gloria los minutos finales y esta vez no funcionó ni la épica. El Real Madrid firmó su tercera derrota del curso, la segunda consecutiva en el Bernabéu, una más de las que cosechó en toda la temporada pasada. Y las sensaciones son de un equipo que, más que en construcción, se encuentra en fase de autodestrucción. La pregunta ahora es saber hasta cuándo va a durar la paciencia de los que mandan en el club con un Ancelotti cuyo futuro, más que en blanco, pinta cada día más negro.

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