No hay lugar en el mundo como Nápoles. No hay un rincón en la faz de la tierra que venere con tanto fervor a una persona. Un futbolista. Un argentino. Un ser superior para muchos. Lo que Nápoles siente por Diego Armando Maradona es indescriptible. Posiblemente, exagerado, como todo lo que ocurre aquí para bien o para mal. Al astro argentino no le hizo falta ni nacer en esta tierra para ser lo más grande que tiene un pueblo que le ama por un motivo principal: por primera vez les permitió vencer al norte.
Nápoles es una localidad asentada en el sur de Italia que se siente maltratada por el norte. Donde está el dinero. Donde está la riqueza. Para los napolitanos son el gran enemigo. El mayor enemigo. No es raro escuchar que ellos son napolitanos cuando un foráneo les dice que son italianos. Son diferentes, se sienten a gusto así y se rebelan contra, el que es para ellos, el poderoso.
Nadie en su historia les ayudó tanto a vencerlos, aunque sólo fuese una vez, como Maradona. El argentino dejó el Barcelona en 1984 y durante siete años regó de gloria este suelo, como dice la canción La Mano de Dios de Alejandro Rodrigo. Posiblemente, el mejor homenaje hacia Diego que suena con fuerza en el Quarteri Spagnoli, el mayor santuario hacia El Pelusa.
Uno pasea por sus calles y respira Maradona. Todo lo que ven sus ojos hacen referencia al argentino. Es un homenaje único que por el día está lleno de turistas y por la noche, con la calma que da la luna, se puede vivir la Nápoles más pura. La más profunda. También, algo peligrosa. Pero siempre viendo a Maradona en todos los lados. En cada pared, en cada calle o en cada rincón. Diego es el protagonista.
Maradona, también en la Iglesia
Maradona reina en Nápoles, donde todo lo rodea su equipo de fútbol y la figura del argentino. En cualquier sitio se habla del deporte rey. Imagínense en las horas previas a un partido contra el Real Madrid. Uno no se debe extrañar por montarse en un taxi, que el taxista, en medio del caos que rodea cada calle de esta alocada ciudad, te escuche hablar español y te pregunte si Carvajal será lateral derecho, cómo está Mendy o si Rüdiger podrá dominar a los delanteros de Rudi García. Es su vida y no lo esconden.
No lo esconden en ningún sitio y, por su puesto, también está en una iglesia. En concreta, en la Basílica di Santa Maria della Sanità, donde se puede ver una enorme obra con Maradona celebrando en el Mundial de Rusia un gol de su Argentina contra Nigeria. Esta obra, desconocida para muchos de los paseantes de la ciudad, es de Elvis Spadoni y vive custodiada por unos jubilados que pasan las horas a la sombra tras una vida de trabajo y que al ser preguntados por Maradona son claros: «Es un milagro porque nos permitió vencer al norte». Todo rodea a lo mismo.