Derrota inesperada e inmerecida del Real Madrid ante el Espanyol, que además de tres puntos perdió a Rüdiger por lesión en el primer tiempo. Vergonzoso arbitraje de los paisanos de Louzán, los colegiados Muñiz Ruiz e Iglesias Villanueva, que perdonaron una escandalosa expulsión a Romero por una entrada violenta a Mbappé en el 62, para que el lateral acabara marcando el gol del triunfo perico. El Atlético se queda a un punto de los blancos en vísperas del derbi del Bernabéu y el Barcelona podría ponerse a cuatro este domingo. Esta es la Liga que quieren Tebas y Louzán. Aunque esté (un pelín) adulterada.
Volvía Vinicius. Palabras mayores. El brasileño, incisivo y gruñón, es la piedra sobre el que se levanta el babélico edificio del Real Madrid de Ancelotti. Sus compañeros le buscan en la salud y en la enfermedad porque saben que cuando la tiene Vini siempre pasan cosas. Generalmente buenas. El retorno del rey desplazaba a su compatriota Rodrygo, que es más de izquierdas que Pablo Iglesias, a la derecha. Mbappé se mantenía centrado y dispuesto a recuperar los goles perdidos.
Al once de Ancelotti también regresaban Fran García, que se reparte el 3 con Mendy, y Ceballos, el jugador que permite al Real Madrid tener cierto criterio en su fútbol, así que el equipo blanco salía de naranja a Cornellá para vérselas con el Espanyol con un once formado por: Courtois; Lucas, Rüdiger, Tchouaméni, Fran García; Valverde, Ceballos; Rodrygo, Bellingham, Vinicius; y Mbappé. Otra vez los cuatro fantásticos, demasiada artillería para que los pericos pudieran resistir. Al menos eso pintaba sobre el papel, que no siempre es igual en el verde.
Al trantrán (como tantas veces) salió el Real Madrid en Cornellá. Replegaba el Espanyol bien colocadito como los cajones de una farmacia. El objetivo de los pericos era no dejar espacios a los venenosos delanteros blancos. La pelota era en exclusiva del equipo de Ancelotti. Dominio feo e insulso. Consumían tiempo los blancos mientras los cuatro de arriba se intercambiaban las posiciones como en el juego de las sillas pero la música no paraba de sonar.
Rüdiger deja un socavón
En el 13 Rüdiger dijo basta. Su bíceps femoral reventó después de casi 2.993 minutos jugados sólo con el Real Madrid. Normal. Y eso no es culpa de Ancelotti sino de la cabezonería del club en no fichar un central. Llámale cabezonería, llámale temeridad. En el pecado llevarán la penitencia. El equipo se quedó en shock con la lesión del alemán al que suplió el canterano Asencio que tan poco gusta a Ancelotti.
En el 20 Vinicius logró un golazo en una acción individual desde la izquierda. El tanto lo anuló el colegiado porque Mbappé, que forcejeaba con Pol Lozano, se lo quitó de encima con un braceo. En la acción hubo falta primero del jugador del Espanyol pero el colegiado se quedó sólo con la acción del madridista. El tanto habría sido balsámico para un Real Madrid que no encontraba resquicios en la zaga perica.
El Real Madrid jugaba tan mal como (casi) siempre. Lento, como una hormigonera subiendo un puerto de montaña, e igual de feo. Ni una ocasión que llevarse a la boca desde el gol (rigurosamente) anulado a Vinicius. Un falta directa mal ejecutada por Rodrygo fue la única vez que el Madrid rondó la portería de Joan García. Y era ya el 44. Se cumplió el añadido por la lesión de Rüdiger sin nada de interés y nos fuimos al descanso con 0-0. Lo que le faltaba al equipo de Ancelotti antes del derbi: pinchar ante el Espanyol.
Del bloqueo al robo
Menos mal que la segunda parte nació de otra manera. Primero la tuvo Romero para el Espanyol en una incursión desde la izquierda. Vino después un disparo de Bellingham que rechazó como pudo Joan, igual que el ulterior rechace que remató Mbappé y desbarataron entre el palo y el meta del Espanyol.
Pero no se vengan arriba: fue un espejismo. La efervescente salida del Real Madrid pronto perdió gas. A su favor, que el Espanyol replegaba cada vez más atrás y que se jugaba ya casi todo el tiempo en el área perica. En su contra, que Tchouaméni seguía en sus trece de cometer tropelía va, tropelía viene. Pero para tropelía la entrada alevosa y violenta que le hizo Romero a Mbappé.
Era una de las rojas más claras de los últimos 20 años. Era una roja como la catedral de Burgos. Era una roja como todas las que le perdonaron a Mascherano. Era una roja que habría mostrado hasta Negreira. Pero ni Muñiz Ruiz ni su paisano Iglesias Villanueva, que ocupaba el VAR, quisieron dejar al Espanyol con diez. Paisanos de Louzán, el heredero de Villar y Rubiales en la Federación. La misma vergüenza. La misma competición adulterada de siempre.
Asedia el Madrid
Recuperó el pulso el Real Madrid y siguió atacando. Avisaron Bellingham y Vinicius con sendos disparos que se marcharon por poco. Después Rodrygo, más activo en la segunda parte, se topó con el palo de Joan García. Rondaba el gol el equipo de Ancelotti ahora sí de veras. Vendría después un maravilloso paradón de Joan García a un disparo imposible de Mbappé. Era el 76 y el Madrid comenzaba a abusar del Espanyol.
Vinicius trataba de hacer la guerra por su cuenta sin mirar a nadie. Lo quería resolver en solitario sin darse cuenta que es miembro de un grupo, no un solista. En el 79, así con tiempo, llegó el primer cambio de Ancelotti: Modric por Ceballos. Cinco minutos después llegó la catástrofe para el Real Madrid: Carlos Romero, el lateral del Espanyol que debió haber sido expulsado, logró el 1-0 que ponía al Madrid contra las cuerdas.
Lo intentó el equipo de Ancelotti en los minutos postreros del partido. No le quedaban fuerzas. Fue imposible para el Real Madrid lograr una remontada de un partido que no afrontó bien, pero que empezó a torcérsele de verdad cuando Muñiz Ruiz e Iglesias Villanueva, trencillas y residentes en Galicia como el presidente de la RFEF, decidieron prevaricar y perdonar la expulsión a Romero por su entradón a Mbappé. Luego, lo que son las cosas, el propio Romero acabaría marcando el gol del Espanyol que puede valer una Liga para el Barcelona o para el Atlético y quién sabe si un descenso para otro equipo.