El Madrid se mete… en la boca del lobo
Dos goles de Rodrygo y otro de Bellingham dieron al Real Madrid un previsible triunfo ante el Brest y el pase a la eliminatoria previa a octavos
Los blancos, penalizados por su decepcionante y gris primera fase, se las verán en ese 'playoff' a doble partido con el Manchester City de Guardiola o con el Celtic de Glasgow
¿Cuál sería el rival del Real Madrid en octavos de la Champions?
Un doblete de Rodrygo y un gol de Bellingham dieron al Real Madrid la victoria ante el Brest como era previsible. Los blancos se metieron… en la boca del lobo. Habrá que esperar al sorteo del viernes pero los de Ancelotti podrían vérselas en la eliminatoria previa a octavos ante el Manchester City de Guardiola. Si tiene suerte, su rival sería el Celtic de Glasgow, que no juega ni al mismo deporte. En octavos, si llega, el Madrid se las podría ver con el Atlético, que sí hizo los deberes y acabó la primera fase entre los ocho primeros, o con el Bayer Leverkusen de Xabi Alonso, que casi es peor.
Último episodio de la decepcionante Champions del Real Madrid. El rey del patio europeo o no ha querido o no ha sabido leer este nuevo formato de falsa liguilla. El rendimiento del equipo de Ancelotti ha sido discreto e insuficiente para meterse entre los ocho primeros y eso en el club de las quince Copas de Europa sólo se define con una palabra: fracaso. Lo bueno para el Real Madrid es que está a tiempo de enderezar una Champions torcida siquiera sea a costa de meterse el calentón de la eliminatoria telonera de los octavos.
Ancelotti sabía que no había lugar al que al Real Madrid le tocara el milagro de las mil carambolas, así que roto ante el Brest. Cambió de laterales y también metió a Modric por Ceballos para darle al croata una de sus últimas titularidades en Champions. Repetía Tchouaméni de central y arriba, otra vez sin Vinicius por su vicio con las tarjetas, entraba Brahim y se desplazaba Rodrygo a la izquierda.
Y jugaban estos once: Courtois; Lucas, Tchouameni, Rüdiger, Mendy; Valverde, Modric; Brahim, Bellingham, Rodrygo; y Mbappé. En los prolegómenos del estadio del Guingamp se convirtió en la ribera del Támesis. Las puñeteras bengalas, toleradas por la UEFA del inepto y sibilino Ceferin, provocaron tal humareda que hubo de retrasarse el inicio del partido, lo que adulteraba la idea primigenia de que todos los partidos de la última jornada de la Champions comenzaran al mismo tiempo.
El Madrid manda caminando
Disipado el humo arrancó el Brest-Real Madrid. Raudo dominaron los visitantes, que buscaban a Rodrygo en el costado siniestro para percutir el área francesa. Respondió el Brest con un defectuoso disparo de Doumbia que se fue a ninguna parte. Fue el primer aviso de un equipo que no iba a regalar a los de Ancelotti los tres puntos. Pronto el Madrid volvió a sus viejos vicios: presionar poco (y mal), tocar lento (y mal) y replegar desordenadamente (y mal). Así que no había más remedio que esperar a que la pelota les llegara a cualquiera de los de arriba para que resolvieran el tema por su cuenta.
Los blancos se tomaban el partido con más calma que un itamae, el cocinero que prepara el sushi. Sabían que el partido iría inclinándose, aunque fuera por inercia, hacia el área del Brest. Tocaba el Real Madrid sin inquietar ni descolocar a los locales, que rascaban cuando hacía falta. La grada silbaba a Mbappé, que les había vacunado en varias ocasiones cuando militaba en el PSG. El juego del equipo de Ancelotti volvía a ser insulso, triste e insípido como unas acelgas cocidas.
Una galopada de Mbappé al cuarto de hora culminada con un tiro a las nubes fue el primer aviso blanco. Poco, mejor dicho, nada de Rodrygo, Brahim y Bellingham. El partido era un poco piedra. Ninguno de os dos equipos era capaz de asomarse al área rival y sólo había una insoportable sucesión de pases que acaban muriendo en los pies del rival.
Hubo que esperar al 25 para que el Real Madrid alumbrara su segunda ocasión. La cocinó Lucas desde la derecha y la cabeceó Rodrygo para que se luciera Bizot. Fue el preludio del 0-1, que anotó el citado Rodrygo en una certera acción individual. Partió de la izquierda y partió a su marcador con un regate de elástica. Se la cambió de pierna y batió por bajo al meta del Brest. Los blancos se ponían por delante y soñaban, aunque fuera de rebote, con el milagro de la octava plaza, que dependía de una pifia muy poco probable del Leverkusen de Xabi Alonso.
Rodrygo pica primero
El gol de Rodrygo desinfló las ilusiones de un Brest que empezaba a ver al Real Madrid como un gigante casi imposible de abatir. Mbappé volvió a asomarse al área de los franceses, pero siempre se topaba con un rival cuando iba a rematar. El tanto también había mejorado a un Madrid que puso cerco al área de Bizot. Se gustaban los de Ancelotti y eso tenía cierto peligro de caer en el síndrome de la madrastra de Blancanieves.
Rodrygo dio un susto en el 38 al quedarse tirado en el suelo tras el pisotón de un rival. Por suerte para Carletto se quedó en eso. El Brest recuperó el aliento y tuvo un ataque de vergüenza torera para intentar encerrar al Real Madrid. Los blancos jugaban con el cronómetro camino del descanso. Y se relamieron en una larguísima posesión en la que todos los jugadores participaron en un rondo eterno. Con esa jugada para la galería nos fuimos al descanso.
Del que regresamos con el mismo guión de partido: dominio insípido del Madrid y balas de fogueo del Brest. Como fue el remate de Mbappé en el 49 en el mano a mano ante Bizot. Vino luego el regalo nuestro de cada día del equipo de Ancelotti. Esta vez la jugada nació de una pérdida de Brahim, una torrija continuada de toda la defensa y un punterazo de Ajorque que se tragó Courtois al tirarse como Zubi en sus peores tiempos: lento y tarde.
Menos mal para el Madrid que el VAR anuló el tanto por fuera de juego. Superado el susto, se cumplió la ley del fútbol y llegó el 0-2. La jugada fue de Lucas Vázquez, que centró desde la derecha tras una contra vertiginosa, y la embocó Bellingham en el área pequeña después de que Mbappé no llegara a conectar con la pelota para marcar su golito. Bueno, pues el Real Madrid tenía resuelto el partido por la vía rápida… y sin hacer gran cosa.
Sentencia Bellingham
Los blancos miraban la calculadora y, con cada gol, les cambiaba el semblante de sus posibles rivales en los siguientes cruces. Un paradón de Courtois evitó que el Brest acortara distancias y complicara la vida a Real Madrid. Perdonó después Rodrygo después de una jugada propia de Messi en la que fue eliminando a cuantos rivales le salieron al paso. A Ancelotti se le había quedao sin batería el Nokia y no le sonaba la alarma para los cambios.
Le sonó en el 72 y metió a Güler por un desdibujado Brahim, deslucido en sus dos últimas titularidades gracias al iracundo Vinicius. Al Real Madrid le hacían falta tres goles para apuntarse a la lotería del milagro pero no insistían mucho. En el 77, casi sin querer, hizo el tercero Rodrygo, el segundo de su cuenta particular, al aprovechar una jugada individual de Mbappé que resolvió con un tiro al muñeco.
En el 81 entraron Alaba, Ceballos y Asencio y salieron Tchouaméni, Lucas y Bellingham. El partido estaba acabado y el Real Madrid había comprado todos los boletos para meterse en un lío de narices. En su camino merodea el Manchester City en la eliminatoria previa a octavos, la que ninguno de los dos equipos se imagino jamás disputar. También el Celtic, que sería otra historia. Pero luego en octavos, si los de Ancelotti pasan, esperan el Atlético de Simeone o el Bayer Leverkusen de Xabi Alonso. Casi nada.