Las palabras premonitorias de Llull a OKDIARIO justo antes de la Final Four
El día antes de la semifinal de la Final Four entre el Real Madrid y el Barcelona, los jugadores y los cuerpos técnicos de ambos equipos coincidieron en la pista del Zalgirio Arena. Juntos, pero no revueltos, blancos y azulgranas se ponían a disposición de los medios, un ejército de cámaras y grabadoras preparados para pescar lo que se pusiera a tiro. Un sálvese quien pueda muy bien organizado por la Euroliga, pero sálvese quien pueda al fin y al cabo.
Sentado sobre el parqué en mitad de la cancha, Llull se levantó para atender la petición de OKDIARIO y mostrar sus impresiones sobre el Clásico que se venía encima sobre el eterno rival. Cómo imaginar en ese momento que el balear estaba a cuatro días de meter la canasta más importante de su larguísima y exitosa carrera. «La experiencia en este tipo de partidos es un punto a nuestro favor. Intentaremos hacerla sentir», decía. Vaya si lo hicieron.
Porque fueron el propio Llull y Sergio Rodríguez, desatado en los dos partidos y convertido en el escudero ideal del MVP Tavares, los que anotaron las dos canastas que permitieron al Madrid remontar una diferencia de cuatro puntos en el último minuto de la final y levantar su undécima Copa de Europa. Junto con Rudy Fernández, «tres piezas de museo que todavía funcionan», como tan gráficamente los definió Chus Mateo en su emotiva comparecencia posterior a la final.
Justo antes de que sonara la bocina en aquel día de atención a medios, y de que todos los periodistas tomaran el túnel de vestuarios para dejar a los equipos entrenar sin ojos indiscretos, Llull dejó unas palabras que ahora suenan premonitorias. «Estoy preparado para ayudar al equipo, ya sea desde el banquillo o como titular. Intentaré ayudar al equipo como intento hacer siempre y sobre todo me dejaré la piel en la cancha, como el resto de mis compañeros», decía.
A la tercera fue la vencida
En la final, y después de 39 minutos y 57 segundos de final, de los que Llull había disputado 12 minutos y 45 segundos con un 0/2 en el tiros a canasta hasta ese momento, el balear se elevó por encima del enorme Moustapha Falla y lanzó el mandarinazo de su vida. Una vez más, había cumplido con su encargo, el de un asesino a sueldo que no falla cuando tiene la única oportunidad de ejecutar a su enemigo. Imposible llamarle traidor: ya había avisado.
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