¿Qué puede provocar un gran incendio como el de Madrid?
Las primeras investigaciones apuntan a una colilla como causante del incendio
Más del 95% de los fuegos son provocados por el ser humano, según las ONG

Una colilla pudo ser el origen del incendio forestal originado en Méntrida (Toledo), que ya ha calcinado más de 3.000 hectáreas entre Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid, según apuntan las primeras investigaciones.
Al parecer, los restos del cigarro cayeron en un terreno que estaba siendo desbrozado, justo en un punto en el que todavía no se habían realizado dichos trabajos. Esta hipótesis, basada en testimonios de vecinos de la zona, no ha sido confirmada todavía de forma oficial.
Lo que sí que sabemos es que detrás de un gran incendio como el que están sufriendo las provincias de Madrid y Toledo suele encontrarse el factor humano, ya sea de forma intencionada o por pura negligencia, como podría ser en este caso si se ratifica la hipótesis de la colilla.
Provocados
Según Greenpeace, más de un 96% de los incendios con causa conocida en España son ocasionados por el ser humano. Un porcentaje muy similar al que ofrece WWF, que señala que el 95% de los fuegos responden a causas humanas. Existe por tanto un claro consenso que no duda en señalar nuestra responsabilidad directa en este tipo de eventos catastróficos.
Una vez más tenemos que insistir en que no es lo mismo provocado que intencionado, en el sentido de que se puede provocar un incendio sin tener dicha intención. Si hablamos de fuegos claramente intencionados, WWF da una preocupante cifra: «el 53% de los siniestros son intencionados, lo que da idea de la existencia de graves conflictos sociales y económicos que continúan sin ser resueltos desde hace décadas».
Puede haber muchas motivaciones para querer provocar un incendio, desde una quema controlada para regenerar pastos que se va de las manos, hasta puros actos de vandalismo o venganza motivados por conflictos sobre la titularidad o el uso de las tierras, pasando por la búsqueda de beneficios económicos, como la bajada de la madera o el despeje de un terreno para facilitar la caza.
Éxodo rural
Otra posible causa, en la que también está detrás la mano del hombre es la matorralización de las masas forestales relacionadas con el éxodo rural, sostienen desde Greenpeace.
Según un estudio de dicha ONG: «El despoblamiento del campo y la reducción de la actividad agrícola y ganadera han convertido tierras útiles para el cultivo en un espacio lleno de maleza y matorrales altamente inflamable agravando el riesgo de propagación de los incendios».
WWF también apunta en la misma dirección: «El fuerte despoblamiento y envejecimiento rural, el cese de actividades agrarias tradicionales, la ausencia de aprovechamientos forestales y de políticas serias que gestionen el territorio han transformado drásticamente el territorio: han contribuido al aumento de la superficie forestal y a la pérdida del paisaje en mosaico»,
Más superficie forestal
Podría parecer contraintuitivo, pero el hecho es que el abandono del campo ha provocado el crecimiento de la masa forestal, a pesar de que también se haya incrementado el número de incendios al mismo tiempo.
Como dice el informe ya comentado de Greenpeace: «Entre 1970 y 2018, en España, hubo más de 628.000 incendios que afectaron a más de 8 millones de hectáreas. A pesar de ello, es el segundo país con más superficie forestal de la Unión Europea por detrás de Suecia. El 55,2% de la superficie total nacional (27,9 millones de hectáreas) está compuesta por montes, de los cuales, más del 66% son bosque».
El problema es que son masas forestales mal gestionadas, o directamente abandonadas, que se acaban acumulando como combustible debido a los procesos de matorralización, que generan las mejores condiciones para que aparezca el fuego.
Viviendas en el monte
La elevada actividad constructora que ha experimentado nuestro país durante las últimas décadas no ha respetado ni las zonas de alto riesgo de incendio forestal, en las que han proliferado viviendas, urbanizaciones e insfraestructuras de todo tipo.
«La población que vive en el medio natural no tiene percepción del riesgo y no conoce sus deberes y responsabilidades en materia de prevención y autoprotección de sus bienes. Se prioriza salvar casas vacías e infraestructuras por encima del bosque, incluso cuando personas propietarias de estos bienes no han elaborado planes de autoprotección», lamenta Greenpeace.
De hecho, el 90% de las urbanizaciones no disponen de plan de prevención o autoprotección, a pesar de que la normativa lo exige, señala WWF, que asegura que «la aplicación de planes de autoprotección puede transformar una zona de alto riesgo en una clara oportunidad para parar un incendio».
Cambio climático
Por último, hay que reseñar la influencia del clima en el número y la intensidad de los incendios. «El cambio climático está debilitando y estresando a los bosques, aumentando la cantidad y continuidad de vegetación seca y, por ende, su inflamabilidad y combustibilidad», aseguran desde WWF.
«Las olas de calor hacen que el monte tenga estrés hídrico y sea más vulnerable a los incendios. El resultado es un paisaje seco, continuado e inflamable. Un incendio en este paisaje, al tener vegetación continuada, será rápido y devastador», aseguran desde Greenpeace.
Prevención
En este contexto, la prevención se convierte en la mejor estrategia posible, a través de medidas como la recuperación de la gestión forestal, la dinamización del mundo rural, la lucha contra el cambio climático y una planificación urbanística razonable.
Cuestiones a las que habrá que sumar, desde la esfera individual, la adopción de comportamientos responsables y conscientes que eviten que un hecho, en apariencia banal, como tirar una colilla, provoque un incendio como el originado en Méntrida.