Vicky Martín Berrocal inaugura el verano con el bañador que ‘promete’ adelgazar dos tallas
Moldea, estiliza y realza sin esfuerzo: el bañador perfecto existe y la diseñadora lo ha encontrado
Favorece a todo tipo de cuerpos: su copa con relleno ligero eleva, su forro interior modela, y su línea clásica estiliza
A mediados de junio, cuando el calendario empieza a rozar las vacaciones con los dedos y los días se alargan como una promesa, muchas ya sentimos el verano a flor de piel. Hay quienes huyen del bochorno refugiándose en el verde del norte, pero incluso las más reticentes al calor acaban sucumbiendo a una escapada entre piscina, solera y días de playa. Y con eso, llega uno de los momentos más temidos (y menos hablados) de la temporada: elegir traje de baño. El dilema es conocido. El bikini, pequeño y revelador, puede convertirse en el espejo más implacable, exponiendo todo aquello que a menudo preferimos disimular. En el otro extremo está el bañador: más elegante, más discreto, más amable con el cuerpo que ha vivido, sentido y cambiado. No es casual que muchas mujeres, sobre todo a partir de los 50, opten por él. No se trata de esconderse, sino de encontrar una silueta que acompañe y realce sin exigir explicaciones.
Este año, una mujer que sabe de eso es Vicky Martín Berrocal. A sus 52, la diseñadora y empresaria ha hecho una declaración de principios: “Este verano me prometí una cosa: gustarme mucho más y compararme mucho menos. Y por supuesto encontrar piezas que me hagan sentir bien”. Esa pieza es, precisamente, un bañador de Calzedonia que se ha vuelto viral no solo por su estética, sino por lo que representa. Con un diseño sobrio, pero magnético, el modelo ‘Timeless Diva’ combina la elegancia clásica con recursos de estilización casi quirúrgicos. Según la web de la firma, se trata de un bañador entero con copas con relleno ligero (sin aros), escote adornado con un sofisticado accesorio dorado y un tejido efecto seda, brillante y ultrasuave. Está completamente forrado, tiene tirantes extraíbles y un corte de braguita clásica.
Pero más allá de la descripción técnica, su efecto visual es lo que lo ha convertido en objeto de deseo. ¿Promete adelgazar dos tallas? En el sentido literal, no. Pero en el espejo, sí hay una magia evidente: recoge el pecho y lo eleva, alarga ópticamente el tronco, disimula el abdomen gracias a la estructura de las costuras y suaviza las caderas y glúteos.
Todo sin oprimir, sin disfrazar, sin mentir. Está disponible en azul noche (como el de Vicky) y rojo fuego, por 69 euros. “Haced zoom, guardadlo y haceos con el vuestro”, anima ella en Instagram.
Nosotros ya lo hemos hecho. Porque este verano se trata menos de encajar en la talla y más de encontrar esa pieza que nos devuelva el poder y la sonrisa frente al espejo.
Vicky Martín Berrocal rompe el tabú del cuerpo femenino
Durante años, la sociedad ha proyectado sobre las mujeres un ideal de belleza que, más que aspiracional, ha resultado opresivo. Tallas, kilos, medidas: todo bajo la lupa de una cultura que ha confundido estética con valía. Vicky Martín Berrocal lo sabe bien. Su relación con el cuerpo ha sido larga, difícil y profundamente condicionada por esos cánones ajenos. “He llorado por una talla 40”, ha confesado con crudeza, revelando hasta qué punto la presión estética puede calar hondo.
En su libro ‘La felicidad ni tiene talla ni tiene edad’, narra cómo pasó gran parte de su vida a dieta, atrapada en un ciclo de exigencia, culpa y frustración. Una analítica le confirmó lo que su cuerpo ya intuía: padecía obesidad. Aquello marcó un punto de inflexión. Con ayuda profesional, cambió hábitos y perdió veinte kilos. Pero lo más importante no fue el número en la báscula, sino el cambio de mirada. Hoy, desde su experiencia como diseñadora y mujer, reivindica la necesidad de romper con los tabúes: “Llevo 18 años vistiendo mujeres. Las he visto en probadores, vulnerables, sinceras. Y todavía no me he cruzado con una sola que esté en paz con su cuerpo”. Su voz, lejos de juzgar, acompaña. Porque entender que la belleza no puede reducirse a una talla es, quizás, el primer acto de libertad.