5 trucos para no tener agujetas o para aprender a convivir con ellas
Las agujetas son esas indeseadas compañeras de viaje cada vez que realizamos una práctica deportiva intensa. ¿Qué hacemos con ellas?
Las agujetas, ese temido y tedioso síntoma que hace acto de aparición unas horas después de hacer ejercicio. Y es que quién no ha experimentado alguna vez esos pinchazos al día siguiente que impedir realizar movimientos con fluidez y que afectan hasta al estado de ánimo. Ahora que hemos empezado a salir a correr a la calle y que (quizás) hemos aumentado la intensidad de nuestro entrenamiento, es muy posible que se dejen notar. Aunque suene a utopía, es posible reducir su aparición, pero antes de saber cómo hacerlo es necesario comprender de dónde vienen.
Estas indeseables compañeras del día día responden a un dolor muscular variable (desde ligeras molestias a casos de inmovilidad de una zona concreta), causadas por microrroturas del soporte interno de la célula. Para entenderlo todos: son pequeñas roturas causadas por una falta de rodaje del músculo en cuestión o por llevar bastante tiempo sin actividad física. Suelen aparecer entre las 24 y las 48 horas después de la práctica y pueden extenderse hasta cuatro o cinco días después en el peor de los casos.
En el argot fitness se dice que tener agujetas es señal de un trabajo bien realizado. Y así es, pero esa complacencia no elimina el punzante dolor que en ocasiones producen. Pero no está todo perdido. Es posible prevenir las agujetas. ¿Cómo? Te vamos a dar cinco claves que te ayudarán a no sufrirlas o -por lo menos- a reducir considerablemente sus desagradables efectos.
Lo primero va a sonar a tópico pero es la base piramidal de cualquier ámbito de la salud: tener unos hábitos de vida saludables, especialmente una buena nutrición. Otro consejo importante es graduar la intensidad del ejercicio físico. Esto es el «ir poquito a poco» de toda la vida y darle tiempo al organismo para asimilar de manera progresiva el esfuerzo que le estamos pidiendo. Calentar correctamente para activar el cuerpo y estirar al finalizar la práctica también es esencial para prevenir las agujetas. De ese modo evitaremos la rigidez muscular y prevendremos lesiones musculares en el futuro. Una vez de vuelta en casa, ayuda mucho una ducha de agua fría para regular el ritmo cardíaco y contraer los vasos sanguíneos. Y por último: la hidratación con agua y alimentos ricos en hidratos de carbono con aminoácidos esenciales que recuperen la glucosa muscular que hemos gastado durante el entrenamiento.
Tengo agujetas. ¿Y ahora, qué?
Cabe la posibilidad de que aún habiendo seguidos todos estos ‘tips’ para prevenir, las agujetas hagan acto de aparición. No te preocupes porque hay ciertas maneras de minimizarlas o por lo menos de hacerlas más llevaderas. Por ejemplo, puedes volver a someter el músculo al mismo estímulo causante de las agujetas pero a menor intensidad. Con esto conseguimos aumentar el riego sanguíneo y mitigar el dolor. Las duchas frías vuelven a ser aliadas para reducir la inflamación, igual que la aplicación de hielo. Las cremas efecto frío o calor también son un gran bálsamo para reducir el intenso dolor que causan las agujetas posteriores al deporte.