Victoria Eugenia, su sangrienta boda y una vida desgraciada por las infidelidades de Alfonso XIII
El 24 de octubre de de 1887 nacía en la castillo de Balmoral (Escocia) Victoria Eugenia de Battenberg. Era la segunda de los cuatro hijos del matrimonio formado por el príncipe Alejandro de Hesse y de la princesa Beatriz del Reino Unido, hija, a su vez, de la reina Victoria del Reino Unido. Recibió sus dos nombres en honor de su abuela materna, que cumplía 50 años en el trono el año de su nacimiento y por su madrina de bautismo, Eugenia de Montijo, viuda del emperador de Francia, Napoleón III.
Su vida transcurrió entre los palacios de Buckingham, Windsor, Sandringham, Balmoral y Osborne, ya que su madre siempre vivió acompañando a la reina Victoria, en virtud de la promesa que le hizo a cambio de que la dejara contraer matrimonio con alguien de rango inferior a ella.
El hecho de que Victoria Eugenia, conocida como Ena por su familia, viviera con la reina Victoria, forjó su carácter en la austeridad. Esto dentro de lo que cabe en una vida en palacio. Eso sí, dicha austeridad nunca incluyó su gusto por las alhajas ya que llegó a acumular una ingente cantidad a lo largo de su vida, muchas de ellas ahora pertenecientes a la corona de España y que se conocen como «joyas de pasar». La monarca británica, que dio nombre a la época victoriana, fue conocida por sus costumbres rígidas, austeras y una vida familiar basada en la devoción a Dios, a su esposo y a su familia.
Como todas las damas de su linaje y época, tuvo su presentación en sociedad antes los reyes en palacio, en una ceremonia que dejó de existir en el reinado de Isabel II. Fue precisamente en dicha fiesta, que tuvo lugar en el palacio de Buckingham, donde conoció a Alfonso XIII, ya rey de España y en búsqueda activa de esposa. Nuestro rey tenía 19 años y enseguida se quedó prendado de la belleza de Ena, alta, rubia, de ojos azules, muy alemana. Azorín, corresponsal de ABC en la capital británica, escribió que era imposible “imaginar una muchacha más linda, más delicada y espiritual, que esta princesa rubia”. El flechazo fue mutuo y puede decirse que se casaron por amor aunque este hecho no sirvió de mucho como se vería después.
El hecho de que el Rey de España tuviera 19 años y no se hubiera comprometido empezaba a preocupar y una de las pruebas de ello es que el diario ABC organizó una encuesta entre los lectores entre varias princesas casaderas europeas siendo Ena la que recibió mayoría de votos. Tenía ya un buen comienzo de cara al pueblo español. No obstante, presentaba dos problemas; de un lado no era Alteza Real, tan solo Serenísima, algo que se solucionó elevándole el título a Alteza Real antes de la boda, evitando así un matrimonio morganático, es decir, ella de menor rango, y que le impidiera llevar el título de reina consorte. Eran otros tiempos. El otro problema era su religión anglicana que también se solucionó abjurando de su fe en el palacio de Miramar y convirtiéndose al catolicismo. Una reina española, en aquella época, tenía que profesar la fe católica. Había un tercer problema pero este no se supo hasta que tuvieron hijos: Ena era portadora de hemofilia, una enfermedad que dificulta la coagulación de la sangre en caso de herida y que pone en severo peligro la vida de quien la porta. Cosa que así sucedió.
Una boda sangrienta
La boda tuvo lugar el 31 de mayo de 1906 en los Jerónimos. Él tenía 20 años y ella 18. Todo era perfecto. Al enlace acudieron infinidad de cabezas coronadas europeas así como un gran número de representantes de la nobleza española. Era la boda de un rey y Madrid se engalanó por todo lo alto.
Por cierto, debido a la falta de alojamiento adecuado para tan altas personalidades al evento, Alfonso XIII resolvió meses después de la boda hablar con los dueños del Ritz de París para fomentar que se construyera uno en Madrid. De hecho, sólo hay tres en el mundo, París, Londres y Madrid (no confundir con el Ritz-Carlton). Hoy en día en las bodas españolas hay un pastel de boda gracias a Ena, que importó la costumbre del wedding cake que fue rápidamente imitada por todo el mundo, ricos y pobres.
Al salir del templo se montaron en una carroza para poder saludar al pueblo de camino al Palacio Real. Se sabía que había posibilidad de un atentado y se tomaron todo tipo de medidas, entre las cuales estuvo la prohibición de dejar entrar en la iglesia a corresponsales extranjeros, evitando así que se colara un terrorista. Pero hubo fallos en la seguridad y a su paso por el número 88 de la calle Mayor, del quinto piso cayó un ramo de flores que llevaba dentro una bomba. La tiró Mateo Corral, un anarquista de Sabadell de buena familia y que culminó con el trágico resultado de 23 personas asesinadas por el impacto y decenas de heridos.
Los Reyes ni siquiera resultaron heridos aún a pesar de que la carroza quedó destrozada. La Reina llegó al Palacio Real con su vestido ensangrentado. El baile previsto fue suspendido aunque no la cena ni la recepción del día siguiente. Fue un bautizo de sangre en toda regla en su estreno como Reina de España, presagio quizás de todas las desgracias que le tocaría vivir. Victoria Eugenia europeizó la corte española y trajo con ella infinidad de costumbres británicas. Lo primero que hizo fue mandar instalar calefacción en el Palacio Real, residencia oficial de los Reyes de España justamente hasta ellos que fueron los últimos en vivir ahí. Ena trajo consigo la costumbre tan inglesa de tomar el té de las cinco que lo hacía a solas con el Rey, por lo menos al principio. Creó una sala de cine en palacio en la sala de columnas donde se proyectaba cada noche una película para toda la familia. Trató de crear un hogar a imagen y semejanza de lo que había vivido con sus abuelos maternos y padres. Nunca lo logró y esto la hizo profundamente desgraciada. Ella quería calor de hogar, su marido era más aficionado a las tabernas, a la juerga y a las mujeres.
La influencia de las costumbres de la Reina trascendió los muros de palacio. En palabras de la infanta Eulalia «la Corte madrileña se hizo risueña y ligera, bailarina y frívola, moderna y lujosa”. “Desde que Victoria llegó a España —continúa diciendo la infanta— ella fue la guía de la moda madrileña […]. Victoria Eugenia hizo en la moda y en la vida de la mujer española, lo que Ganivet pedía para nuestra política: la europeizó”.
Los hijos, la vida personal
Alfonso XIII y Victoria Eugenia tuvieron seis hijos: Alfonso, príncipe de Asturias (1907), Jaime (1908), Beatriz (1910), Cristina (1911), Juan, abuelo de Felipe VI (1913) y Gonzalo (1914). El primogénito, Alfonso, y el último de los varones, Gonzalo, heredaron la hemofilia que portaba su madre. El segundo hijo, el infante don Jaime se libró de la enfermedad, pero a consecuencia de una mastoiditis mal operada se quedó sordomudo. La hemofilia del primero y el segundo de los hijos hizo que la sucesión recayera en el infante don Juan, que nunca reinaría por la sucesión de varios hechos: la dictadura de Primo de Rivera, el exilio de la Familia Real, la Guerra Civil y la posterior dictadura de Franco. Finalmente reinó por designación de Franco, Juan Carlos I, hijo de Don Juan y María de las Mercedes.
Reyes sí, pero personas, también. Estos problemas provocaron enseguida un gran distanciamiento entre la pareja real. Cierto es que cada vez que él le era infiel y ella se enteraba, para compensar, le regalaba una joya de alto valor, de ahí la importancia del joyero de la reina Victoria Eugenia. Las constantes infidelidades del Rey y con hijos ilegítimos en el medio acabaron con ellos como pareja. Obviamente, nunca se divorciaron pero cuando llegó el exilio cada uno se fue por su lado y jamás volvieron a convivir. Ena vivió esa etapa de su vida con enorme dignidad fruto de la educación recibida.
Tampoco llevó bien muchas de las costumbres españolas, entre ellas, las corridas de toros, algo que consideraba un espectáculo sangriento que denominó «holocausto sin emoción», tal y como le reveló a Jaime Peñafiel en la entrevista concedida en Lausana. «Durante aquella entrevista, veinte días antes de su muerte, me recordó el regalo que, con una total falta de sensibilidad, le hizo su su marido, el rey Alfonso XIII, con motivo de su boda: programar dentro de los festejos… ¡una corrida de toros! Nunca olvidaré mientras viva la terrible imagen de los dos caballos que un toro destrozó literalmente a cornadas justo debajo del palco real que ocupaba junto a mi marido. Como sabes, yo había crecido y vivido entre caballos».
Victoria Eugenia dedicó gran parte de su actividad como reina a labores humanitarias como la reorganización de la Cruz Roja Española de otros en Sevilla y Barcelona; la creación de una Escuela de Enfermeras, donde también se formaron las damas auxiliares de Sanidad Militar que llevaron a cabo una destacada labor en la atención de los heridos en la guerra de Marruecos. Jamás se metió en asuntos de política. Abandonó España un día después de que lo hubiera hecho su marido. Tal y como le dijo a Pedro Sainz Rodríguez ya en el exilio: “yo tengo la conciencia tranquila de haber permanecido siempre ajena a las divisiones políticas, de haber tratado a todo el mundo con la misma cortesía y haber dedicado todos los esfuerzos que he podido a la organización de la beneficencia y de la caridad en España”. La caída de la Monarquía tras las elecciones municipales de abril de 1931 la dejó totalmente afectada y con la sensación de no haber sido nunca ni querida ni aceptada por el pueblo español.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Ena se instaló en Lausana donde vivió sus últimos días. En 1968 volvió por unas horas a España para asistir al bautizo de su nieto y ahijado, el entonces príncipe Felipe. Murió en 1969. Sus restos mortales reposan en el Monasterio del Escorial desde 1985, lugar que le corresponde por derecho por haber sido Reina de España y haber dado hijos varones a la corona.