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La familia real británica atraviesa uno de sus momentos más difíciles. En sus casi setenta años de reinado, Isabel II ha tenido que hacer frente a numerosas crisis, algunas de ellas especialmente complicadas, como el desastre de Aberfan o el cúmulo de circunstancias que hicieron de 1992 el ‘annus horribilis’ para la institución en palabras de la propia soberana.
Sin embargo, parece que los últimos tiempos están poniendo todavía más a prueba la fortaleza de la monarca quien, a sus 95 años, no parece tener intención de ceder el testigo a las nuevas generaciones y mantiene firme su compromiso con los británicos. La muerte del duque de Edimburgo el pasado mes de abril ha dejado a la monarca sin ‘su roca’, tal como ella misma definía al príncipe Felipe. Una dura pérdida en uno de los momentos más difíciles para ella, sobre todo por la salida de los duques de Sussex de ‘La Firma’, en términos no especialmente cordiales.
No obstante, ha sido la reciente demanda de Virginia Giuffre al príncipe Andrés ha sido la gota que ha colmado el vaso. La especial relación de la monarca con el duque de York, de quien siempre se ha dicho que es su hijo predilecto, ha hecho que esta situación la afecte de manera especial. El príncipe Andrés se ha refugiado en Balmoral y, por ahora, no se sabe cuál será su estrategia frente a la demanda.
Además de este escándalo, la marcha de los duques de Sussex y todo lo relacionado con la pareja ha supuesto el otro gran quebradero de cabeza para la Reina en estos últimos tiempos. Tanto es así, que fuentes cercanas a Buckingham aseguran que la soberana estaría pensando en tomar medidas legales contra el matrimonio por difamación.
No han sido estas dos las únicas crisis para la Corona en los últimos años, pero sí algunas de las más graves. En 1936, el entonces rey Eduardo VIII desencadenó una crisis constitucional cuando decidió casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson a pesar de la oposición de la Iglesia de Inglaterra y los ministros del gobierno.
Más de 50 años después de su abdicación, la monarquía volvió a entrar en crisis después de que el divorcio del príncipe Carlos y la princesa Diana finalizara oficialmente tras una disputa de la que se conocieron casi todos los detalles de manera pública debido a la entrevista que la Princesa concedió al programa ‘Panorama’. Una entrevista que, por cierto, recientemente se ha comprobado que Diana concedió coaccionada.
Más tarde, la muerte de Diana en un accidente en París tras unas vacaciones con Dodi Al Fayed fue otro de los grandes golpes que ha sufrido la institución. A pesar de que el mundo entero quedó conmocionado por el fallecimiento de la Princesa, la reina Isabel tardó varios días en pronunciarse al respecto, un error que incluso el entonces primer ministro, Tony Blair, le recriminó y que afectó de manera negativa a su imagen.
Otro de los sucesos que más afectó a la reina Isabel, precisamente en su ‘annus horribilis’ fue el incendio del Castillo de Windsor. El 20 de noviembre de 1992, se produjo un incendio que causó graves daños a la residencia real. El incendio comenzó en la Capilla Privada de la Reina Victoria después de que un foco defectuoso encendiera una cortina junto al altar. En cuestión de minutos, el incendio se extendió al St George’s Hall de al lado y destruyó 115 habitaciones, incluidas nueve State Rooms.
Según la Royal Collection Trust: “sorprendentemente, solo dos obras de arte se perdieron en el fuego: un aparador de palisandro y un cuadro muy grande de Sir William Beechey que no se pudo quitar de la pared a tiempo”.