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Elisabeth de Baviera -más conocida como Sissi- es una de las figuras más destacadas de la historia de Europa. La emperatriz de Austria, esposa de Francisco José se ha convertido en un icono, un mito, pero su imagen ha quedado irremediablemente asociada a la versión edulcorada de su vida que se ha ofrecido a través del cine, en especial, por las películas que en los años cincuenta protagonizó la actriz Romy Schneider.
Sin embargo, la realidad es que la vida de la Emperatriz no fue tan dichosa como las películas han querido mostrar. Lo cierto es que, Elisabeth de Wittelsbach no se casó por amor con Francisco José, ni se alejó de la Corte por problemas de salud. La escritora Ana Polo ofrece en su primer libro una visión muy diferente de la vida de Sissi. Un relato que llega hasta nosotros después de una intensa labor de investigación en la que se han rastreado muchas pistas de la vida de la Emperatriz a las que no se había prestado atención hasta ahora.
Un trabajo que ha dado como resultado una biografía extensa que ofrece una visión diferente de la vida de la mujer de Francisco José de Austria. Este digital ha podido hablar con la autora sobre lo que ha supuesto la figura de Sissi para las generaciones posteriores, así como de otros temas relacionados con la monarquía actual.
“Sissi siempre me ha fascinado desde que era pequeña. Supongo que era porque me encantaba ver las icónicas películas de Romy Schneider. Enseguida que pude empecé a leer más sobre el personaje y me dI cuenta de que la verdadera emperatriz Elisabeth de Austria poco tenía que ver con la imagen que nos habían transmitido las películas”, comenta la autora, que explica que, además, decidió escribir sobre Sissi porque la mayoría de las biografías que hay sobre su figura ya son bastante antiguas.
La periodista se sincera sobre el arduo trabajo que ha supuesto esta obra: “El libro es fruto de muchos años de investigación y también de un trabajo casi de ‘detective’, de descubrir nuevos documentos y, sobre todo, cartas y memorias de personas que la conocieron y la trataron. He ido rastreando libros por varios anticuarios europeos para ir recuperando testimonios muy valiosos sobre cómo era de verdad la vida en la corte. Cómo era un baile, un banquete de gala, qué personas podían dirigirse a la Emperatriz y quiénes no… una de mis obsesiones a la hora de escribir era que los lectores sintieran que se habían ‘transportado’ a aquella época y que estaban, de repente, en uno de esos fabulosos salones del palacio de Schönbrunn”, explica la autora.
Uno de los temas que más desconcierto ha despertado es la verdad del matrimonio de los Emperadores: “Su relación fue mucho peor de lo que nos pensábamos y que ella no partió a Madeira por un problema de pulmones, como siempre se había dicho (y como salía en las películas), sino porque él le contagió una gonorrea. Su estancia en Madeira, además, supone un punto de inflexión en la vida de Sissi. Allí empieza a darse cuenta de su valía, de lo hermosa que era (siempre se había sentido muy fea) y también de su capacidad innata para enamorar a los hombres”, recalca Ana Polo.
Pero no solo se habla del matrimonio entre Francisco José y Sissi, sino también de cuestiones que hasta ahora eran desconocidas para la mayoría de la población, como la bisexualidad de la Emperatriz: “Una de las cuestiones fundamentales que he descubierto en mis investigaciones es que Sissi se sintió muy atraída por algunas damas de su séquito. Probablemente fue bisexual y mantuvo con varias mujeres lo que los franceses llaman una «amitié amoreuse», una relación que traspasa el ámbito de la amistad para entrar en el de la sensualidad”, revela la escritora.
El texto también indaga en cuestiones como los problemas de salud mental y los trastornos de alimentación que sufrió la royal a lo largo de su vida, que acabó de manera trágica a finales del siglo XIX de la mano del anarquista Luigi Lucheni. “Sus problemas de salud mental no fuero pocos. Sufrió depresiones y problemas agudos de ansiedad desde los dieciséis años. Después de la muerte de su primera hija, comenzó a tener trastornos de alimentación que acabaron en una anorexia. Nunca la acabaría de superar del todo. Había días en que sólo tomaba una sopa y hacía seis o siete horas de ejercicio. Su obsesión por mantenerse joven y enfermizamente delgada la llevó a adoptar una rutina de belleza tan sorprendente como demencial. Dormía con máscaras forradas de carne cruda para hidratar la piel, por ejemplo.”
Una actitud que es fruto de su propia existencia: “Sufrió muchas desgracias en su vida. La casaron muy joven con un hombre a quien apenas conocía y al que no quería, su primera hija murió siendo muy pequeña, su hijo Rodolfo se suicidó, su matrimonio fue un desastre, Francisco José tuvo muchas amantes… Prácticamente nadie hubiese aguantado tantas tragedias juntas”, comenta Ana.
La Emperatriz fue, además, una gran incomprendida: “Muchos de los problemas de salud mental que padeció no eran bien entendidos en su época y en la Corte se la tachó de loca sin piedad. El nivel de insultos que tuvo que soportar en Viena hoy estaría, directamente, prohibido. Al principio, su marido la intentó ayudar, pero él tenía tantos problemas, que apenas podía dedicarle tiempo. Además, él también sufrió depresiones y, cuando el matrimonio se rompió, se distanciaron. Uno de los dramas de la vida de Sissi es que apenas tuvo a nadie a su lado apoyándola en todo momento. Su madre y sus hermanas la iban a visitar, pero sólo de vez en cuando. Y en la Corte no tenía apenas a nadie en el que poder confiar.”
Lo que queda claro gracias a este libro es que la Emperatriz fue una total adelantada a su tiempo, una mujer que no quería estar encorsetada y que hubiera deseado vivir en libertad: “Fue una mujer que creyó en las libertades democráticas en un momento en que su marido era exponente de un absolutismo atroz. Vivió en un momento de revoluciones, cuando el pueblo reclamaba constituciones y parlamentos. Ella se dio cuenta de que el imperio austríaco tenía sus días contados e intentó que su marido flexibilizara sus posturas, pero no lo consiguió. De hecho, cuando ella intentó asesorarlo, él la rechazó. Fue el momento en que el matrimonio se rompió”, recalca Ana Polo.
La Emperatriz era consciente de que la monarquía debía evolucionar para garantizar su supervivencia. Un gigante con pies de barro en una Europa revolucionaria y con ganas de dar pasos hacia un futuro más libre: “Creyó que la monarquía absolutista estaba condenada al fracaso y que la Corte debía modernizarse y acercarse al pueblo. Cuando ella llegó a Viena era apenas una chiquilla de dieciséis años, que no tenía formación ni ninguna experiencia vital. La sometieron a un nivel de protocolo insoportable y muy controlado. Ella consideraba que los emperadores debían ser populares, hablar con las clases medias y obreras. Aquello fue una revolución”, aclara Ana.
La escritora considera que no llegó a ser feliz: “Odiaba ser emperatriz y, sobre todo, odiaba la vida en la Corte. De hecho, en cuanto pudo, se marchó de Viena. En las últimas décadas de su vida apenas pasaba en Austria unas semanas al año. Se sabe que, cuando tenía que regresar, se ponía enferma. Vomitaba y tenía fiebre. La suya era una vida nómada: Ella misma decía que no podía estar en un lugar más de unas cuantas semanas seguidas. De hecho, aunque muchas personas se crean que pasaba mucho tiempo en Corfú, la verdad es que, tras gastarse un dineral en construirse una casa a su gusto, apenas la usó.”
En un momento en el que la fotografía era algo incipiente, Sissi se dio cuenta de la importancia de los nuevos medios, lo que la convierte en una de las primeras ‘influencers’ de la historia: “Sissi fue también muy moderna a la hora de entender los nuevos medios de comunicación. Ella vivió en el momento en que nació la fotografía, el telégrafo, se crearon las primeras líneas de ferrocarril y aparecieron las primeras revistas con imágenes. Aquello fue revolucionario, tuvo el mismo impacto que, siglos más tarde, tendría Internet. Sissi entendió que las fotografías serían claves en el futuro y trabajó mucho para transmitir una imagen muy determinada. Estudió a mujeres de toda Europa, apostó por la alta costura y cuidó mucho quién la retrataba. En cierto sentido, fue una de las primeras ‘influencers’ en el sentido actual del término. También fue uno de los primeros fenómenos mediáticos de masas, de hecho, las personas se amontonaban por las calles solo para verla”, explica la autora.
Sissi fue un icono de estilo en su tiempo, fruto de una importante evolución: “Cuando llegó a Viena, no tenía un vestuario muy lucido -y la criticaron por ello- y no demostraba ningún interés por la boda. Pero luego empezó a obsesionarse con su imagen y también estudió con detenimiento al otro gran icono de estilo de su momento, que era la española Eugenia de Montijo, emperatriz de los franceses. Fue Eugenia, en realidad, quien comenzó a apostar por un tipo de moda y por unos diseñadores que luego Sissi adoptó. Eugenia fue quien comenzó con los hombros al aire, con los sombreros de ala ancha y con los diseños de Charles Worth, el hombre que está considerado el «padre de la alta costura». En todo esto, Sissi simplemente la copió. Luego fue desarrollando un estilo propio, sobre todo a partir de los cuarenta años, cuando cambió radicalmente de estilo y, en vez de faldas amplias, empezó a vestirse con trajes entallados, con faldas rectas”, recalca Ana.
Aunque en el ámbito de la moda siguió los pasos de Eugenia de Montijo, no así en otros temas beauty, como el peinado: “Sissi estaba obsesionada con su larga cabellera (lavárselo requería un día entero) y aparecía siempre con un peinado con coronas de trenzas que todas las aristócratas de Viena quisieron imitar.”
Salvando las distancias, lo cierto es que, entre la vida de Sissi y otras royals de nuestra época hay bastantes paralelismos: “Mientras escribía me venían continuamente a la mente paralelismos con la princesa Diana de Gales. Ambas muy jóvenes cuando se casaron, iconos de belleza y elegancia, mujeres que han de luchar contra una Corte hostil, los trastornos de alimentación, las muertes tan trágicas. También por la obsesión de la prensa por ambas”, comenta Ana.
En cuanto a las royals actuales, la escritora considera que Máxima de Holanda y Kate Middleton son las que más posibilidades tienen de convertirse en referente de cara al futuro: “Creo que saben mantener una imagen regia, distinguida, y ser naturales y cercanas al mismo tiempo. Me gusta mucho la evolución de Kate Middleton porque era una chica de su tiempo, universitaria, de clase media-alta, sin ningún contacto con la realeza, que ha sabido adaptarse a la vida de palacio, pero sin renunciar a ser ella misma. Al principio la veíamos muy encorsetada y muy asustada bajo la alargada sombra de Diana, pero luego ha sabido labrarse un rol y un nombre propio. Me gusta mucho sobre todo lo que está haciendo para luchar contra el estigma de las enfermedades mentales y todo el trabajo para mejorar las condiciones de los niños pequeños”, asegura Ana.
Sobre doña Letizia, la autora cree que “tiene buenas cualidades, pero resulta distante”. La Reina es una mujer inteligente, aunque “su obsesión por ser y parecer siempre perfecta le resta espontaneidad y cercanía. En público suele aparecer demasiado tensa”, comenta Ana, que considera que la esposa de Felipe VI “no está bien asesorada, y totalmente desaprovechada”.
Ahora mismo estoy acabando una biografía sobre Isabel II que saldrá en los próximos meses. De cara al futuro hay dos personajes que me fascinan y sobre los que me encantaría escribir: la reina Victoria Eugenia y, sobre todo, la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena. Ésta última me parece una mujer fascinante, a la que debemos mucho, y a la que desgraciadamente nunca le hemos hecho demasiada justicia